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Jonás Sáinz
Lunes, 2 de noviembre 2015, 15:39
"Businessman del Vaticano", "broker con sotana", "galáctico monseñor". Ninguno de estos "títulos" otorgados por la prensa española en su etapa reciente le agrada, pero todos tratan de reflejar su emergente trayectoria desde León hasta Roma. Lucio Ángel Vallejo Balda nació el 12 de junio ... de 1961 en Villamediana en el seno de una familia de campesinos de clase media. Su padre, que quedó huérfano a los cinco años, fue concejal de UCD en dos legislaturas democráticas, pero durante la dictadura no pudo ser alcalde por ser hijo de un rojo fusilado junto a otros dos hermanos por los nacionales en noviembre del 36 y enterrado en La Barranca. Por el contrario, su otro abuelo fue concejal de Franco "toda la vida". El drama de las dos Españas quedó plasmado en el nombre de aquel niño: Lucio por su abuelo "rojo" y Ángel por el abuelo franquista.
Desde pequeño quiso ser cura y, con apenas ocho años, ingresó en el Seminario de Logroño. Allí cursó todos los estudios eclesiásticos con buenas notas y entró en contacto con el Opus Dei, organización a la que pertenece desde entonces. Fue enviado a Burgos, para licenciarse en Teología Espiritual en la Facultad del Norte de España. Obtuvo casi simultáneamente el doctorado en Teología por la Pontificia y el título de Derecho por la UNED. «Primero estuve destinado como sacerdote en la zona de la Puebla de Sanabria -cuenta-. Al poco tiempo me enviaron a Astorga y enseguida me nombraron [con 29 años] administrador del obispado».
Desde el obispado de Astorga invirtió en Bolsa, arriesgó en Gescartera y allí tuvo su mayor tropiezo, aunque, siete años después del desastre del 2001 de la agencia de valores, terminó recuperando los 340.000 euros que habían desparecido. Impulsó una Sicav (el método de los capitalistas para tributar solo el 1%) llamada Vayomer ("Y Dios dijo", en hebreo). Sus éxitos hicieron que el cardenal Rouco le fichara para las Jornadas de la Juventud y posteriormente, en septiembre del 2011, el Papa Benedicto XVI se lo llevó a Roma como secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos.
Él renuncia a esos apelativos de businessman, broker o banquero de Dios, pero su vocación religiosa está claramente mezclada con su talento con el dinero: «Si España vuelve a Dios -ha afirmado-, nos irá mejor y, además, seremos mucho más ricos».
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