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Sábado, 7 de noviembre 2015, 23:36
Fusilado. Así murió el último alcalde republicano de Logroño. Se llamaba Basilio Gurrea Cárdenas, era un afamado odontólogo conocido por ser dueño de una simpatía expansiva, por su trato afable, por su proximidad hacia los logroñeses y por su conversación siempre amena y distendida. Partiendo desde la derecha política, se situó al final de su biografía en posiciones más progresistas y una muestra palpable de que no militaba en el anticlericalismo que se atribuía a los republicanos como seña genética es que una de sus hijas fue monja en Zaragoza. En dos ocasiones ocupó la Alcaldía de Logroño. La primera de ellas, entre el 5 de septiembre de 1932 y el 22 de septiembre de 1934. La segunda se inició el 20 de febrero y se truncó violentamente el 19 de julio de 1936. Unas semanas más tarde, el 5 de agosto, fue fusilado en una tapia contigua al cementerio municipal. Varios conocidos se acerca ron al lugar del asesinato y allí sus verdugos les dieron un anillo que ellos, a su vez, entregaron a sus hijas. En el momento de impactar la granizada de tiros sobre su cuerpo, en su bolsillo Basilio Gurrea llevaba, como un tesoro, la insignia de la ciudad que había amado de corazón a lo largo de toda su vida. Era la insignia de Logroño.
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