El cabeza de familia Ayman Shawqy Muhammad, de 25 años, junto a su esposa Sabreen Fuad Al Qusy, de 19, y su hijo, Qusay.

«Si siguiéramos en Siria estaríamos muertos»

Una joven familia siria relata cómo salió de su país con el inicio de la guerra y su periplo hasta llegar a Logroño

Maite Mayayo

Miércoles, 16 de septiembre 2015, 21:31

«Yo tenía mi propio negocio de pizzas. Llevaba seis años y me iba muy bien. Residía en un piso con mi mujer. Al lado, en otro, estaban mi madre y mis dos hermanos. Me gustaba mi país. Vivía bien. Casa, trabajo... feliz». El protagonista ... de estas líneas es un hombre normal con una existencia corriente en un país tranquilo y sólo aspiraba, como la mayoría de sus vecinos, a sacar a su familia adelante. Pero la historia no transcurrió como estaba previsto. La pizzería no estaba en Logroño, en Madrid o en Berlín... Estaba en Homs y un buen día su apacible existencia se quebró porque su país entró en guerra. Y mientras Siria se desgarraba, a él y a los suyos no les quedó más remedio que emprender su particular travesía del desierto. Han pasado ya más de cuatro años y sólo desde abril pasado su joven familia parece haber encontrado la paz... en Logroño.

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Ayman Shawqy Muhammad tiene 25 años; escribe su complicado nombre con letra firme en un papel en una grafía hasta hace poco desconocida para él; y el de su esposa, Sabreen Fuad Alqusy, de 19 años; y el de su pequeño, Qusay Ayman Muhammad, de 2. El crío no ha conocido hasta ahora la paz, pero él no lo sabe aún. No nació en Siria como debía haber sido sino en Jordania, en el exilio forzoso al que sus padres se lanzaron para escapar de la guerra.

Quince días para huir

«Un día vi muchos fusiles por la calle. No sabía si estaban a favor de Al-Asad o eran de la oposición». Era marzo del 2011 y así empezó todo. Ayman va recordando las escenas de entonces pero le bailan las fechas, los números y en su precario español (sólo lleva cuatro meses estudiándolo) cuenta que vivió la guerra 11 o 13 meses. «Al principio era 'normal' pero tras 5 meses surgieron los problemas graves: no había farmacia ni hospital, la escuela cerró, no había tiendas ni para comer...», rememora. Un buen día ya no hubo más luz ni gas; y a los 6 meses no había agua potable ni se podían comprar botellas. «Los últimos dos meses vivimos muy, muy mal. No había para calentarnos y tuve que hacer fuego con mi ropa, con mis muebles... De noche no se podía ver nada porque no había luz».

Las bombas no cesaban. «A los tres meses ya no podíamos vivir en nuestro hogar porque caían muchas y muy cerca. Nos fuimos a casa de mi tía». Y llegó un momento en el que Ayman y los suyos comprendieron que había que abandonar Siria. Era junio o julio del 2012. «Toda la familia partimos para Jordania pero no en coche. Fuimos andando, poco a poco. Salir en coche era muy caro; una persona costaba 1.000 dólares. Decidimos pagar por mi madre que era mayor y los demás fuimos andando. En Daraa nos encontraríamos todos para pasar a Jordania».

Quince días necesitaron para huir de Siria. «Dormimos en la calle. Necesitábamos comer. Muy mal. Muy mal», insiste. Primero llegaron a Damasco y, después, a Daraa.

En Daraa para pasar a Jordania tuvieron muchas complicaciones: «Mucha policía en la frontera. No podíamos cruzarla. No sabíamos cómo salir de allí. Tuvimos que pagar 6.000 dólares para cruzar en coche», señala.

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Llevaban dinero, todo el que habían podido reunir antes de partir. Lo escondieron en los zapatos y lo disimularon en la cintura. «Se acabó todo mi dinero, pero si no hubiéramos salido ahora no viviríamos», sentencia.

«En el trabajo, tenía que esconderme»

Julio del 2012. Ayman y los suyos llegaron Jordania, a Zaatry, el segundo campo de refugiados más poblado del mundo, una auténtica ciudad en apenas diez kilómetros cuadrados. «Creo que ahí viví unos tres meses», vacila el joven.

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ACNUR propició la salida de Ayman y Sabreen del campo y su instalación en una casa. «Estuvimos un año y ahí nació mi hijo. No, no es jordano porque no lo reconocen», dice. La familia no tenía identificación ni libro de familia... De Siria sólo acertaron a coger dinero y una fotocopia de su 'carné de identidad'. En Jordania no podía trabajar. Si la Policía lo hubiera descubierto lo habrían devuelto a Siria. Aun así, trabajó en una cafetería y casi todos los días «tenía que esconderme».

ACNUR propuso a Ayman su salida a otro país. «Respondí que no sabía si quería irme o a dónde podía ir», dice. «El Consulado de España en Jordania nos facilitó todas las gestiones y nos pagó los tres billetes de avión. Salimos en abril de este año rumbo a España y Cruz Roja nos trajo a Logroño. Yo no sabía ni dónde iba».

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Ahora la familia de Ayman vive en el centro de Cruz Roja. Ahí estará seis meses aunque el programa del consulado dura dos años. Él sabe que puede contar con esta ayuda pero quiere ocuparse de los suyos cuanto antes. «Necesito trabajar. Me gustaría en un restaurante pero si no hablo bien el español no encuentro trabajo», dice. De momento se afana en aprender el idioma: «Es muy difícil. Yo no sabía nada antes, sólo inglés. Sé que no hablo bien pero en cuatro meses puedo hacerme comprender». Se anima y así cuenta que ahora piensa quedarse a vivir en Logroño. «Quiero que mi hijo crezca aquí. Creo que es lo mejor. Tengo documentación, estoy empadronado y tarjeta sanitaria», dice y exhibe su carné: 'Protección internacional', reza.

«Mi país era tan bonito...»

Y es inevitable hablar de lo que está ocurriendo con sus compatriotas que salen por miles de Siria, que pierden la vida... como Aylan, el pequeño cuyo cuerpecito varado en una playa azuzó la solidaridad europea. Ayman sufre expresando lo que siente y su escaso español se desdibuja porque ahora ya no es capaz de centrarse en el vocabulario y balbucea inconexas frases. «Yo no puedo mirar estas fotos, esas imágenes de cómo está mi país». «No sé por qué», añade triste. ¿Aylan? Las lágrimas rebosan sus ojos y busca en su móvil; enseña la foto del niño y pregunta: «¿Tú dices él? Lo miro y veo a mi hijo. Él tenía 3 años. Mi hijo, 2. Doy gracias por haber salido hacia España por avión y no por el agua. No sé por qué ocurren estas cosas. Yo quería vivir en mi país. Tenía casa, trabajo... Mi país era muy bonito... pero no sé de qué forma tan rápida hubo una guerra y tuvimos que salir tan pronto...».

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Y al final de la entrevista pregunta: «¿Encontraré trabajo?».

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