El doctor Acebes hace la revisión a Karyna.

Desde Bielorrusia con amor

Veintiséis menores pasan chequeos médicos que las clínicas hacen de manera voluntaria ya que en su país no disponen de los medios adecuados

MARÍA DELGADO

Viernes, 17 de julio 2015, 20:46

Sasha aguarda su turno en la Clínica Baviera mientras lee una revista. Una escena que sería habitual en cualquier sala de espera de cualquier centro médico, de no ser porque el pequeño, procedente de Bielorrusia, apenas habla español. Junto a él, otros seis querubines de ... melena rubia y ojos azules esperan la revisión oftalmológica que el doctor Acebes les va a hacer a lo largo de la mañana. Todos son niños y niñas que vienen desde Bielorrusia a pasar el verano en municipios de La Rioja y Álava.

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«Vamos a atender a 15 niños durante todo el día», explica Saray Martínez, gerente de la clínica. Estas revisiones oculares se vienen realizando desde hace 6 años, cuando el centro empezó a colaborar con la ONG Izaki. Esta organización es la responsable de alejar a los 26 pequeños de las zonas afectadas por la radiación de Chernóbil en las que viven. Algo que sin duda ha afectado a su salud: en el grupo hay niños diabéticos, otros son sordos y casi todos padecen problemas en la vista. «En su país no tienen los medios adecuados, así que cuando vienen pasan por varios exámenes médicos para tenerles controlados y vigilados», explica Saray.

El doctor Acebes llama a consulta a Karyna. La pequeña, de 11 años, va a pasar su primera revisión ocular. Karyna, además de padecer sordera, no entiende el castellano, por lo que su monitora, Tatiana, le acompaña para explicarle, a través de gestos, qué es lo que tiene que hacer. Los problemas de comunicación no son un impedimento para Karyna, que con un dedo indica la posición de una letra 'E' proyectada en la pared. Cada vez que responde, la pequeña busca la mirada de Tatiana, esperando la sonrisa que le confirme que lo está haciendo muy bien. Tatiana es una de las tres monitoras para sordos. Le acompaña Elena, otra monitora que habla español con fluidez y que hace de traductora a unos y otros. «Dile que le tenemos que echar unas gotas que le pueden escocer», avisa el médico a la monitora. Karyna se deja y de sus ojos resbalan unas lágrimas. Ya está lista. Ahora le toca a otro niño, al que Karyna, con el pulgar hacia arriba y una sonrisa a la que le faltan un par de dientes, le hace gestos de ánimo.

Afuera, en la sala de espera, se encuentra José Luis Aldazábal. Él es el responsable de que los pequeños disfruten de 45 días de verano fuera de su país. «Ayer fueron a Laguardia, tenemos pensado llevarles de excursión a la playa», cuenta emocionado. Él acoge a dos niños en su casa, algunos están en familias de acogida y otros se alojan en un albergue en Leza (Álava). Aldazábal relata que el proyecto sigue adelante gracias a la colaboración desinteresada de clínicas privadas, restaurantes y de la gente: «La Diputación alavesa nos aporta algo, pero el resto lo sacamos de rifas y sorteos», explica este vecino de Elciego. Y mientras él habla, otro ángel de ojos azules se apoya sobre su hombro esperando que el doctor le llame a consulta.

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