¿Matar al padre?
El nuevo equipo de Ceniceros retira de la vida política a los más afines a su antecesor, incluye personas de su absoluta confianza y mantiene a Nagore y Burgos
Jorge Alacid
Viernes, 10 de julio 2015, 18:17
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Jorge Alacid
Viernes, 10 de julio 2015, 18:17
José Ignacio Ceniceros no esperó ni 48 horas para separarse de su mentor Pedro Sanz, antecesor en el Gobierno de La Rioja, presidente durante 20 años de omnipresente mandato. Lo hizo crudamente, al estilo camerano, sin medias tintas: apartó de su lado a ... los consejeros más afines a Sanz, retuvo a dos de ellos (Íñigo Nagore y Antonino Burgos) que no pertenecían al círculo más inmediato del expresidente y terminó de marcar las distancias incluyendo a un grupo de colaboradores afines sin grandes vínculos con el partido ni con su predecesor. Ceniceros dijo que tenía las manos libres: en efecto, con las manos libres ha propinado la primera sorpresa de toda su vida política.
Las formas son importantes, sobre todo en política. Y las formas dictaron este viernes su propia liturgia: llegó primero Ceniceros a la sede del PP, luego Sanz. Salió primero Ceniceros, con su nueva consejera de confianza, Begoña Martínez Arregui, y paseó con ella desde la Glorieta al Espolón, mientras Sanz permanecía dentro de la sede. Y llegó también primero al Palacete, ingresó en su despacho, apareció por la sala de prensa, donde entró bromeando con los periodistas, y apenas dedicó unos segundos a agradecer la labor del equipo saliente. Luego, sí: luego reparó en ese olvido y se extendió en parabienes hacia quienes acaban de dejar un cargo que ocupaban desde hace mucho, mucho tiempo. Tal vez, demasiado.
Por el camino, por esa breve caminata entre las dos plazas centrales de Logroño, Ceniceros enterró dos décadas de presidencialismo: ahora, la palabra clave es transversalidad. Quiere el nuevo presidente que su flamante Consejo se convierta en una familia, que es la manera tácita de reconocer las diferencias que dominaban en el gabinete de Pedro Sanz. Y quiere un impulso político en más áreas de la acción del Poder Ejecutivo, frente (de nuevo) al marcado sello que Sanz imprimía a su acción, con la única ayuda de Emilio del Río en ese ámbito. Y pretende el nuevo presidente un Gobierno más cercano al ciudadano, que también es un modo como cualquier otro de reconocer que ahí, en cierta falta de empatía callejera, los consejeros del anterior gabinete se dejaron unos cuantos votos en la última legislatura.
Una lista como la ofrecida este viernes por Cenicero admite, como cualquier lista, un análisis donde prime la teoría de vencedores y vencidos: en la segunda categoría, figura desde luego el citado Del Río, pero también Javier Erro (un auténtico hombre del presidente depuesto) y Concha Arruga; en la primera condición, como un dirigente recuperado para la política regional, se encuentra Conrado Escobar. Pero este sería un análisis imperfecto, porque olvidaría algo esencial: olvidaría a todos aquellos que no estaban antes ni están ahora, pero que aspiraban a encontrar una responsabilidad a la altura de sus ambiciones. A ellos les toca esperar; a los caídos, recuperar la compostura y retirarse de escena con dignidad y grandeza; a los nuevos, demostrar que en efecto la nueva política ha llegado a La Rioja para quedarse.
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