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Jorge Alacid
Jueves, 9 de julio 2015, 18:39
José Ignacio Ceniceros besó a su madre, recibió los arrumacos del resto de su familia, se retrató en el centro del hemiciclo con sus tres hermanos... y se marchó a comer con todos ellos. A su espalda, dejó lo anunciado: una retahíla de dirigentes pendientes ... de recibir su llamada. También dejó una novedad: ver a Sanz de secundario. Observar al nuevo senador prometiendo otros veinte años de emociones fuertes en Madrid (medio en broma, medio en serio) e irse con la credencial calentita en la cartera para acreditarse en la capital del Reino como socio del selecto club de exmandatarios convertidos en miembros de la Cámara Alta.
Mientras el ya antiguo presidente abandonaba el escenario, sobre el plató central todos los focos apuntaban a su sucesor, quien de momento se comporta en modo Sanz. Desde luego, el método para formar Gobierno y comunicarlo imita su estilo de amagar, fintar, despistar. Mantener la tensión entre los suyos, entre quienes aspiran a mantener su cuota de poder y entre quienes piensan que ha llegado la hora de que corra la vez. De que una nueva generación del PP acumule con Ceniceros el protagonismo que hasta ahora tenía vetado: unos y otros aspiran a ver su nombre el viernes en el BOR, cuando se convierta en oficial lo que se hará público este viernes.
El nuevo presidente del Ejecutivo de La Rioja, José Ignacio Ceniceros, tiene previsto dar a conocer este viernes, día 10, la composición de su Gobierno, cuyos miembros tomarán posesión de sus cargos en un acto previsto al día siguiente.
La previsión es que Ceniceros, quien ayer, día 8, tomó posesión de su cargo en el Parlamento de La Rioja, dé a conocer el nombre de sus consejeros tras informar al Comité Ejecutivo del PP, formación política a la que pertenece.
Un total de siete Consejerías forman el actual Gobierno en funciones, liderado hasta esa fecha por Pedro Sanz, quien ha ocupado este cargo durante los últimos veinte años y que continúa al frente del PP riojano desde 1993.
Hasta entonces, toca interpretar los gestos del hermético Ceniceros, a quien ayer era imposible que se le borrara la sonrisa de la cara. Abrazaba a colegas de partido y departía con sus adversarios con el mismo aire risueño con que recibía felicitaciones, en esa suerte de besamanos en que derivó la fase última de la doble sesión plenaria. Una cita histórica: porque en el Parlamento regional ingresó la calle, según es ruego común, en forma de ciudadanos que en algún caso accedían por primera vez al exconvento de La Merced.
Desbordante de público, ocupadas incluso las galerías superiores del claustro y arracimados todos los asistentes en los escasos metros cuadrados, el Parlamento derrochaba vida: el primer signo de la nueva política. La otra, la vieja, se resiste a perecer: se ve reflejada en ese grupo de dirigentes que lleva varios días calentando por la banda, esperando a entrar en acción. Quienes por el contrario se disponen a recoger sus cosas marchan contritos, resignados. Alguno, pensando en traiciones. Otros, en deslealtades. La vida misma, en fin, con sus glorias y sus miserias. Sobre ellas, sobrevolaba ayer con grandeza y fina estampa Arturo Steven, el fiel compañero de fatigas del expresidente, que se jubila dejando una última lección que alguno tendrá hoy que aprender: cómo decir adiós con señorío.
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