TERI SÁENZ
Lunes, 6 de julio 2015, 09:46
Tras los últimos 16 años como presidente del Parlamento y una dilatadísima carrera política por caminos de ida y vuelta que han discurrido por la secretaría general del PP o hasta las Cortes, José Ignacio Ceniceros (Villoslada, 1956) sonreía con un mohín de amargura tras ... el 24M. Su partido no reeditaba la mayoría absoluta que mantenía desde 1995, aunque él había alcanzado la Alcaldía de su pueblo que en su día también ostentó su padre y, muy posiblemente, seguiría al frente de la Cámara riojana. El 15 de junio, el rumbo viró de golpe. El suyo y el de su partido. La renuncia de Sanz condujo hasta su candidatura a presidente de La Rioja por una vía asfaltada por los mismos Ciudadanos con que había comandado las negociaciones antes de saberse sucesor del de Igea. A falta cumplir el trámite de la toma de posesión, el ya presidente electo se declara una y otra vez como una persona normal y dialogante. Y distinta. «Tengo una impronta propia, y se irá viendo», adelanta.
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¿Cuándo y cómo conoció que sería el candidato a suceder a Sanz?
Un domingo (14 de junio) comimos en una bodega para analizar la situación en la que se habló de todo. Al día siguiente el presidente planteó en una reunión donde estábamos diez o doce personas de la dirección lo que ya había anunciado: que no se veía gobernando en minoría. Entonces se empezó a tratar el tema y en un momento dado alguien propuso mi nombre. En ese momento hubo unanimidad total.
¿Quién fue ese alguien? ¿Le apuntó Pedro Sanz con el dedo?
No. Le garantizo que el presidente nunca ha querido señalar a nadie. Lo que sí puedo revelarle es que en cuanto salió mi nombre, dijo: 'Si José Ignacio acepta, no hay más que hablar'. Y así fue, porque todos los compañeros, con los que he estado trabajando codo con codo durante muchos años, estuvieron inmediatamente de acuerdo y me animaron.
¿Fue usted la primera opción? ¿Se postuló alguien más?
Eso se deja para la confidencialidad de la reunión. Como le digo, lo fundamental es que mi nombre concitó un respaldo unívoco, lo cual me resultó muy gratificante y me empujó a aceptar inmediatamente con ilusión y tranquilidad y sabiendo que cuento con el apoyo de una gran organización política. Así se demostró el martes, cuando primero el grupo parlamentario y luego el comité ejecutivo aplaudieron la decisión antes de la rueda de prensa de Sanz.
¿Había contemplado alguna vez llegar a la Presidencia de La Rioja?
Si le soy sincero, no. Mis aspiraciones estaban colmadas en la Presidencia del Parlamento y esta vez, además, estaba muy ilusionado con la Alcaldía de mi pueblo.
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¿Sabía de la renuncia de Sanz antes de aquella comida usted que ha sido uno de sus más allegados?
No. Llevamos colaborando desde 1989, cuando yo era secretario general y en aquellas elecciones en las que fui senador él ejerció como gerente de campaña, pero no conocía su decisión ni la sospechaba. También es cierto que la noche electoral e incluso antes lo había apuntado. Entiendo, en todo caso, que lo hizo en aras a permitir la gobernabilidad anteponiendo, como siempre ha hecho, el interés general de los riojanos a los suyos o los del partido. Fue una decisión personal.
Pues Ciudadanos se arrogó la renuncia de Sanz casi en el mismo momento que la anunciaba .
Eso entra sólo en el juego político de cada partido. He estado presente desde el inicio en la mesa de negociación del acuerdo y le puedo asegurar que su salida no estaba entre los asuntos prioritarios. C's nunca puso nombres encima de la mesa.
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Pero se sobreentendía. Especialmente cuando ya desde la campaña enarbolaron el cambio.
Si Sanz hubiera continuado el acuerdo se habría firmado igual. Ellos mismos lo han reconocido en alguna entrevista. No es que yo considere que fue una decisión personal de Sanz; es que lo vi.
En su discurso de investidura insistió hasta la saciedad en que es una persona normal, dialogante, íntegra, comprometida contra la corrupción. ¿Estaba marcando ya distancias con la figura de Sanz?
No lo hice con esa intención. Al contrario. Soy diferente a Pedro Sanz porque cada uno tenemos nuestro carácter y, sin embargo, siempre nos hemos llevado bien. Él había dicho que no se encontraría cómodo gobernando en minoría, pero es también una persona absolutamente normal. Nos forjamos el estereotipo de que los políticos somos bichos raros cuando no es así. No estamos metidos en un caparazón y resulta compatible ejercer una responsabilidad con dar una vuelta por la calle Laurel y encontrarse con la gente. Yo es una costumbre que practico casi todos los viernes y no pienso abandonarla.
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A Sanz no se le ha visto mucho por la Laurel los últimos 20 años.
Como le digo, cada uno tenemos nuestra personalidad y quizás algunos somos más extrovertidos y otros más hogareños. Cuando algunos hablan mal de Pedro Sanz es que verdaderamente no lo conocen.
Si Sanz no fue un escollo en la negociación con C's y si como usted recalcó en su primer discurso el acuerdo se cumplirá íntegramente, ¿por qué no le dieron el 'sí' en vez de abstenerse y evitar lo que la oposición juzga un paripé?
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Debería preguntárselo a ellos. La otra mañana (por el jueves) me encontré con Diego Ubis y mientras tomábamos un café también se planteaba lo que usted comenta...
...o sea, que también lo valoraron.
Por lo que me dijo lo hablaron, pero el acuerdo ya estaba firmado así y lo importante es la buena voluntad por ambas partes durante las negociaciones y la confianza mutua que se ha forjado. En cualquier caso, el 'sí' o la abstención tampoco tienen más trascendencia más allá de haber alargado un poco el proceso.
¿Es esa confianza mutua la que motiva tantos y tan profusos gestos hacia Ciudadanos? ¿No son un poco exagerados?
No los considero exagerados porque son sinceros. Cuando desde el inicio me senté en la mesa de negociación ni siquiera tenía en la cabeza que sería el candidato y siempre mostraron una predisposición total. Y no sólo eso, sino que ha sido el único partido que ha querido sentarse con nosotros. Otros dicen que proponen un pacto en esto y lo de más allá pero luego se niegan siquiera a hablar. Que en pleno siglo XXI y en un parlamento democrático alguien diga 'yo con estos no me siento' no me parece de recibo.
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Quizá es que las mochilas están cargadas de viejas rencillas.
Estamos en otro momento político en el que había otras dos formaciones más en liza. Una absolutamente nueva como Podemos y otra como el PSOE muy renovada. En ese sentido no tendría por qué haber habido rencillas. A no ser que sigan instrucciones de más arriba, que es preocupante porque significaría que no son autónomos. He leído el programa de cada uno y hay cuestiones en las que coincidimos. Podíamos haber hablado y yo les tendí la mano. Sin embargo, no la han cogido.
¿Cuánto durará ese idilio con C's? En el minuto uno ya han renunciado a uno de sus puntos estrella como era el traslado del Sagasta.
El propósito es que dure cuatro años. Para eso lo hemos firmado. Sobre el tema del Sagasta, nuestra postura era clara y asumimos establecer una comisión de estudio. No estuve en la asamblea del instituto en la que Ciudadanos consideró que allí ya se había sustanciado el debate, pero en cualquier caso he vuelto a ofrecer que el primer consejero o consejera que comparezca sea el de Educación para explicar el proyecto.
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¿También se cumplirá la cláusula de convocar primarias en el PP?
¿Y por qué no?
Igual porque en más de 20 años no lo han hecho
Vamos a ser claros. Igual ha habido más democracia interna en el PP que en otros partidos que alardean de primarias, luego no se presenta nadie y aplican el dedazo. Nuestros congresos son asamblearios, abiertos a todos los militantes y ahí se puede presentar cualquier candidato que quiera sin barreras ni avales. Es que ha habido cónclaves con 1.500 afiliados que han podido votar con absoluta libertad.
C's no lo debe ver tan claro cuando lo ha contemplado como un requisito para cerrar el acuerdo.
Se trata de una condición que ha exigido a todos los partidos allí donde ha dado su apoyo de investidura. Y me parece bien. Nosotros, desde luego, no tenemos ningún problema. Todo lo contrario de otros ejemplos de primarias que hemos visto por aquí cerca que se han abierto y cerrado con un mismo candidato.
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Otra de las premisas es la reforma del Estatuto. ¿Cómo va a modificarse cuando usted mismo activó esa opción en el 2005 desde la Presidencia del Parlamento y en 11 años ha sido incapaz de materializarlo?
Le aseguro que he hecho todos los esfuerzos. Abrí una ponencia con representantes de toda la sociedad, se dieron múltiples pasos y se acometió un trabajo intenso, pero al final quien tenía que tomar las riendas y decidir eran los grupos parlamentarios. No es que quiera descargar mi responsabilidad, pero la reforma requiere una mayoría de dos tercios del hemiciclo y, o se ponen de acuerdo los dos grandes grupos y se suman los otros, o no salen las cuentas. La reforma es oportuna, obligada y necesaria. Hay que hacerla sí o sí y, si hay diferencias, habrá que limarlas porque se trata del beneficio de todos los riojanos.
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Dice que el partido estuvo a su favor en bloque. ¿También de puertas afuera percibe esa legitimidad? El PSOE la cuestiona dado que el cabeza de lista y por quien mucha gente decantó su voto era Pedro Sanz mientras usted ni siquiera ocupaba el número '2' en la lista.
Cuando la portavoz socialista hizo ese comentario no quise calentar el debate. Le hubiese dicho que yo cuento con el apoyo incondicional de mis quince diputados. No sé si a ella le sucederá lo mismo; imagino que sí. Es evidente que yo no era el candidato inicialmente pero las circunstancias hay que asumirlas como vienen y aunque yo fuera en el puesto 5 o el 10 no me resta un ápice de legitimidad. Yo he visto en este Parlamento una moción de censura en 1990 donde entró como presidente alguien que no iba de cabeza de lista. ¿Fue aquello legítimo? Claro que sí.
Paradójicamente, le acusan al mismo tiempo de ser una continuidad absoluta de Sanz.
Eso demuestra que no tienen otra cosa que decir. Pedro Sanz es Pedro Sanz y yo soy José Ignacio. Nos une una gran amistad y con comentarios así no nos van a hacer reñir. Al contrario, nos unen más.
Lo que sí evidencia esa cercanía y su larga trayectoria en el PP es que no es el cambio que muchos interpretan que dictaron las urnas.
Es cierto que llevo bastante tiempo en el partido, donde empecé muy pronto, pero también que tengo tanta o más ilusión que hace 25 años y unas ganas enormes de trabajar sintiendo el aliento de miles de apoyos. Por otra parte, en mi partido la renovación ha sido constante y las circunstancias que han sobrevenido me han traído hasta aquí siendo como soy un hombre de diálogo.
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No lo ven así quienes le han acusado reiteradamente en sus 16 años de presidente del Parlamento de 'secuestrar' la institución.
Esas son opiniones de grupos parlamentarios que muchas veces expresan así la frustración por no haber sabido hacer otra cosa estos años. Estoy orgullosísimo de mi labor en una Cámara que ha estado abierta, donde se ha dialogado. Al PSOE le bastaría con preguntar a la gente con que hemos compartido la Mesa del Parlamento como Inmaculada Ortega o José Ángel Lacalzada y con los que siento que su partido ya no cuente. Magníficos parlamentarios con los que hemos trabajado intensamente y hemos sabido anteponer el interés común de los riojanos.
¿Se está refiriendo a la misma diputada que llegó a expulsar del hemiciclo en abril del 2010?
Una cosa no quita otra, como que no me haya tenido que temblar el pulso en un momento dado porque debía mantener un orden dentro del pleno. Y la prueba es que a pesar de esos roces hemos llegado a tener una buena relación. A veces nos fijamos más en lo que nos separa y se obvia que en la anterior legislatura un tercio de las leyes se aprobó por unanimidad. Parece que estamos continuamente tirándonos los trastos y no es así. Si veo mañana a un diputado de Podemos, tomamos un café sin problema.
Con la portavoz socialista hasta iría a comer y le permitiría elegir el vino aprovechando su condición de enóloga ¿Por qué no ha invitado en 16 años a sus predecesores?
Eso surgió durante la réplica del debate de investidura porque me había estado descalificando a pesar de no conocernos. La relación en sus cuatro años de diputada ha sido escasa, y precisamente por eso yo tampoco me atrevería a juzgarla.
¿Sigue en pie la invitación?
Por supuesto. Sólo le pido una cosa: que el vino que escoja sea un Rioja.
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