Ocón se sonríe tras el lapsus cometido ante la sonrisa de sus compañeros de bancada.

Donde dije sí, digo no

Familia, amigos, colegas de partido e integrantes del Ejecutivo saliente coparon el hemiciclo para felicitar al nuevo presidente de La Rioja

E. SÁENZ

Sábado, 4 de julio 2015, 18:27

Nadie quiso ayer restar protagonismo a José Ignacio Ceniceros en el día más importante (políticamente hablando) de toda su vida. Al menos, esa era la intención cuando a las 13.45 horas, justo 48 horas después del último pleno como los servicios jurídicos señalaron siguiendo ... al pie de la letra el reglamento, cada cual ocupó su lugar en el antiguo Convento de la Merced. No lo era por parte de Sanz, aunque muchas miradas se posaron sobre el que ha ocupado el Palacete de Vara de Rey las últimas dos décadas. Tampoco el de las decenas de cargos y personal de confianza que acudió a la sesión mientras esperan saber si seguirán en su puesto. Y ni mucho menos el de Francisco Ocón. Sin embargo, el secretario de Organización del PSOE y portavoz adjunto concitó por un instante todos los focos. Los presentes y hasta los pretéritos.

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Fue en la fase de la votación, cuando siguiendo el guión que de tan resabido circulaba ya por el camino de la rutina. Nada diferente a lo que había acontecido sólo dos días antes con la única diferencia de que esta vez serviría para algo. Los quince diputados del PP votaron 'sí' a favor de la investidura de Ceniceros. Los cuatro de Ciudadanos volvieron a repetir la palabra 'abstención'. Y todos los de Podemos y PSOE hicieron lo propio vocalizando su particular 'no'. Todos menos Ocón, quien al llegar su turno se reclinó levemente del escaño, levantó el micrófono con dos dedos, accionó varias veces el botón de encendido hasta que se tornó rojo y dijo... «Sí... -silencio sepulcral en la sala durante una milésima de segundo- No, perdón, no».

El lapsus, que el sujeto de la anécdota justificaba más tarde por los pasillos aún algo sonrojado en razón de los problemas técnicos del altavoz, no provocó más que el aplauso unánime de todos los presentes. Risas y palmas desde todos los ángulos ante el 'oconazo'. El primer acuerdo por unanimidad de la novena legislatura. La constatación empírica de que, quizás sí, estos cuatro años no rasparán tanto como los 20 precedentes y el diálogo y las buenas formas que todos han invocado desde el pasado 24-M hasta casi desgastarlos acabarán imponiéndose.

El traspié verbal dio pie a las más solemne oficialización del nombramiento de Ceniceros y un rosario de abrazos, palmadas en la espalda, besos, pellizcos en la mejilla. Mientras familiares, amigos y compañeros de filas esperaban en la fila de felicitaciones, Pedro Sanz desfilaba discretamente hacia la puerta de salida. También a él le reclamaban. Pero ya no con la intensidad de sus cinco investiduras. De él ya se sabe que tenía (el verbo ya conjuga en pasado) la costumbre de mantener la tensión y llamar cinco minutos antes a los que iban a acompañarle en cada nuevo Ejecutivo para anunciar la buena nueva. Queda por conocer si el reloj de Ceniceros marca la misma hora.

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