Ceniceros y sus circunstancias
José Antonio Del Río
Sábado, 4 de julio 2015, 18:09
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José Antonio Del Río
Sábado, 4 de julio 2015, 18:09
Cuando la sesión de investidura hubo terminado, el séptimo presidente de Gobierno de La Rioja se fundió en un abrazo con su antecesor; estrechó la mano de cada miembro de su grupo parlamentario y recibió la felicitación de los portavoces de la oposición. Atendió luego ... a la prensa. Ante los micrófonos fue perdiendo adustez en el rostro. Terminó de relajarse mientras posaba para un retrato que parecía familiar. Para entonces, en el deambulatorio del antiguo claustro apenas si le esperaban los más próximos de sangre o de corazón. Y el secretario general del PP y portavoz de su grupo parlamentario, Carlos Cuevas, el hombre que ayer pudo haber estado ahí, en el lugar que Ceniceros empezaba a ocupar sorprendentemente ajeno a la cohorte de consejeros, directores generales, secretarios, alcaldesas, concejales, conmilitones en general y en particular, que habían ocupado la galería durante la previsible votación que le aupó, a Ceniceros, a la Presidencia del Ejecutivo de La Rioja.
En esa soledad acompañada, el nuevo presidente se le antojaba a este observador poderosamente débil, por oposición al débilmente poderoso que atruena su omnipresencia. Esa ocasional soledad parecía abonar sus argumentos para hacerle capaz de ser presentado dentro de cuatro años como él mismo se anunció: el presidente del diálogo y el entendimiento.
A menesteres semejantes a los que José Ignacio Ceniceros ha sido ahora llamado hay que presentarse despejado de prejuicios, libre de cargas y ligero de equipaje. Si la imagen de esos sus primeros minutos como presidente es una declaración de intenciones, ya tiene algo ganado, y no es nimio. Porque la manifestación de voluntad es el primer paso para alcanzar cualquier logro.
Componente ideológico al margen, hay base para argumentar que Ceniceros puede llegar a ser el presidente del nuevo tiempo y de la nueva política por más que su trayectoria roce lo añoso. Cuenta con el apoyo de un grupo sólido y de lealtad garantizada; es de suyo de talante apacible, manifiesta disposición a la confrontación de ideas, se le da por supuesto sobrado conocimiento de los resortes del poder y está más que avisado, desde la propia experiencia, de la fauna que tratará de encontrar acomodo en su derredor. Además, sin ser un , su ambición política está más que colmada. Diría uno que superada de largo en sus mejores expectativas.
Claro que la realidad no se escribe sólo con semejante gollería. Ceniceros tiene un pasado. Y es con ese pretérito anterior con el que pueden chocar tantas buenas intenciones y tantas bellas palabras que se ha dejado escuchar en sus intervenciones durante la larga investidura de esta semana: diálogo, entendimiento, voluntad, confianza, igualdad, equiparación, derechos, sumar y contribuir, unidad, fortaleza, compromiso, participación...
Convenido que nadie podría pedirle que olvide su militancia en el PP, precisamente porque el cargo es de altísima carga ideológica, sí, al menos, sugerirle que abandone viejos vicios, usos ajados, vericuetos oscuros, el desprecio al adversario y la confrontación por bandera.
Confiados quedamos a la espera de conocer el peso de su mochila y su habilidad para esquivar la alargada sombra de su .
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