AL SALIR, CIERRE LA PUERTA

«La realidad, que no entiende de falsas fidelidades ni de militancias, irrumpió para marcarle un ritmo nuevo...»

José Antonio Del Río

Miércoles, 17 de junio 2015, 13:50

Si me voy, diré: me fui ayer». Pedro Sanz volvió a esgrimir esta frase en la última entrevista que concedió a este periódico hace un par de semanas. Era interrogado por el futuro que ayer se convirtió en presente y, como le ha gustado hacer ... y demostrar, quería dejar bien claro que era él y sólo él quien marcaba los tiempos. Los suyos y los de La Rioja, por supuesto, que veinte años dan para tanto como para que uno acabe por no distinguir dónde finaliza el día y dónde empieza la noche. La realidad, que no entiende de falsas fidelidades ni de militancias, irrumpió para marcarle un ritmo nuevo y bien distinto al planeado. Al planeado por Sanz, que se enteró definitivamente de que no había ganado las elecciones cuando Ciudadanos le pidió «al salir, cierre la puerta» antes de abordar cualquier acuerdo con el PP. Fue el epílogo de unas elecciones en las que, abiertamente, todos habían jugado contra Sanz y Sanz había perdido ganando.

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Enterado de que ya no era dueño de su futuro como solía, ni de los tiempos siquiera, seguramente no fue hasta el domingo pasado cuando Sanz decidió descubrir a sus conmilitones más cercanos que le habían hecho sonar la hora de su adiós como presidente de esta Comunidad. Eligió para semejante trance el mismo espacio donde en febrero compartió mantel con Mariano Rajoy para escenificar -«todos somos contingentes, sólo tú eres necesario»- que volvería a encabezar la lista del 24M. La última carta no la jugó hasta el mismo lunes. Pintaron oros para Ceniceros, para quien Sanz reservaba un futuro que iba mucho más lejos que su querida Villoslada. El más próximo entre los próximos era el señalado para sucederle en un a modo de extensión de uno mismo que durará, seguramente, más de lo que desearían algunos en el PP de La Rioja y menos de lo que le gustaría al propio Pedro Sanz que deberá empezar a acostumbrarse a que ya no es él el que maneja ni tiempos ni acontecimientos.

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