Pío García
Domingo, 17 de mayo 2015, 00:28
Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) recibe al periodista en su despacho del Seminario Diocesano. Es un hombre enérgico, de buena planta y voz poderosa. Habla a borbotones. Por encargo de la Conferencia Episcopal, ha dirigido un documento () cuya presentación ha levantado cierto revuelo. ... Los periódicos titularon casi unánimemente: «La corrupción es un grave pecado». Pero hay más. Dice, por ejemplo, que no podemos seguir confiando en que el crecimiento económico, por sí solo, vaya a solucionar los problemas. Y remacha: «La inequidad es la raíz de los males sociales».
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Dicen que el documento no guarda relación con la sobredosis de elecciones que nos viene encima, pero la fecha de presentación no parece inocente.
Bueno... En las últimas elecciones a la Conferencia Episcopal me encomendaron la dirección de Pastoral Social. Ya entonces dije que me parecía interesante preparar un documento que diera respuesta a esta situación. Y por eso se publica ahora. ¿Si puede ayudarle al votante? Pues probablemente. Y quizá también a los políticos, tengan o no sensibilidad cristiana. Me gustaría que la gente lo leyese porque, además, está escrito de manera sencilla.
Da la impresión de que, a veces, la voz de la Iglesia sobre los pobres se ha escuchado menos de lo que debiera. ¿Por eso habla de la necesidad de hacer autocrítica?
Lo de la autocrítica viene más bien porque quizá en algunos momentos no hayamos sabido responder cuando se estaba esperando la voz de la Iglesia como colectivo. Y digo como colectivo porque los obispos, de modo particular, sí hemos hablado en nuestras cartas pastorales, aunque quizá la sociedad esperaba más de nosotros. Por eso pedimos perdón. No obstante, la Iglesia siempre ha estado al lado de los más pobres y ahí está la labor de Cáritas.
¿La tarea de Cáritas, tan necesaria, no revela una carencia del Estado, que debería ocuparse más de los pobres?
El Estado no puede resolver todo. Nosotros hablamos de subsidiariedad: que el Estado ayude a que la propia sociedad actúe. No caigamos en pretender que el papá Estado nos solucione todo, porque eso es imposible.
Advierten ustedes de que la corrupción es un grave pecado...
Y daña el sistema político.
¿Le preocupa el futuro del sistema político en España? ¿Teme el hastío general que se percibe?
Eso es preocupante, sí, pero no creo que nos lleve a una ruptura del camino democrático. El pueblo español es maduro. Pero ojalá podamos corregir todas estas corruptelas y que los propios partidos políticos, en los que también hay gente muy buena, logren atajarlas.
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Introducción
Percibimos que en este periodo de crisis se han ido incrementando las desigualdades sociales, debilitando las bases de una sociedad justa. Esta realidad nos está señalando la tarea nuestro objetivo ha de ser 'vencer las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza', como pide el papa Francisco.
La corrupción
Los procesos de corrupción que se han hecho públicos,
derivados de la codicia financiera y la avaricia personal
, provocan alarma social y despiertan gran preocupación entre los ciudadanos (...)
Es una conducta éticamente reprobable y un grave pecado
(...) Es necesario que se produzca una verdadera regeneración moral a nivel personal y social.
La crisis
La crisis no ha sido igual para todos (...) Aspectos como la lucha contra la pobreza, un ideal compartido de justicia social y de solidaridad se sacrifican en aras del crecimiento económico (...)
Ante este 'mal funcionamiento', la única solución aplicada ha sido la de las reformas y los reajustes
.
Solidaridad
La propiedad privada no es un derecho absoluto e intocable,
sino subordinado al destino universal de los bienes. Como expresó tan claramente san Juan Pablo II, sobre toda propiedad privada «grava una hipoteca social» (...) La implantación de un sistema fiscal eficiente y equitativo es primordial.
El trabajo
La política más eficaz para lograr la integración y la cohesión social es, ciertamente, la creación de empleo. Pero, para que el trabajo sirva para realizar a la persona,
además de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable.
La raíz
La inequidad
es la raíz de los males sociales.
¿Tiene usted miedo a Podemos?
No. No tengo miedo a nadie. Un viejo refrán dice que en la oposición todos somos muy pogres y en el gobierno todos nos volvemos conservadores. Bueno... Al final, gobernar no es lo mismo que criticar. Gestionar los servicios públicos exige medir mucho las sensibilidades.
¿El dinero fácil de los años de la burbuja nos ha traído hasta aquí?
Esa es la tesis del documento. El dinero sin ética nos lleva a esto. La burbuja crece, pero luego explota y nos sacude a todos. O en la base del sistema económico ponemos a la persona humana (y los valores éticos, de justicia e igualdad) o volveremos a caer en otra crisis, si salimos de ésta. Y eso a veces cuesta entenderlo porque hemos apartado a la religión de nuestras vidas y si no adoramos al Dios verdadero, caemos en dioses falsos, como el dinero... que también nos exige muchos sacrificios y encima nos lleva a la destrucción social.
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Eso que dice me provoca una duda inquietante. ¿El agnóstico o el ateo no es capaz, según ustedes, de obrar con justicia y solidaridad?
Sí, claro que sí. Todo ser humano llevamos impreso en nuestro corazón el 'no matarás' y el 'no robarás'. La religión puede ayudar, pero... ¡los cristianos también pecamos! No obstante, Benedicto XVI decía que cuando una sociedad se aleja de Dios, se vuelve contra el hombre. Y eso lo experimentamos de manera cruel en el nazismo. No caigamos en eso.
Cada fin de semana, asistimos a las terribles imágenes de los inmigrantes ahogados en el Mediterráneo. ¿Qué debemos hacer?
La tierra es de todos, no de unos pocos. Y la riqueza y el bienestar debería ser de todos. Una persona tiene derecho a salir de su país para buscar el bienestar en otro sitio. Nuestra actitud debe ser de acogida de todos. Ahora bien, hay que regular esa acogida. Europa debe tomárselo en serio y no la hace: prefiere dejar el problema en manos de Italia y España. El primer mundo debe invertir en los países más pobres, debe ayudarles. A los países desarrollados nos falta solidaridad. Ahí tiene por ejemplo la cooperación internacional, que se ha recortado tantísimo.
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¿La desigualdad puede llegar a socavar los cimientos de la sociedad española?
Es un germen destructivo, aunque no el único. Pero en esta época de crisis la fosa que separa a los ricos de los pobres ha crecido. Parece ser que estamos saliendo de la crisis macroeconómica, pero hasta que no haya menos paro, menos pobres y más gente con posibilidad de vivir dignamente no podemos decir que hemos salido de la crisis.
¿Los culpables de esta situación han sido solo los políticos?
Vamos a decir que hemos sido todos. Porque yo he oído muchas veces a mucha gente, ante un tema cualquiera de corrupción, decir: «Bah, si yo estuviese en ese lugar haría lo mismo». Ese es el gran problema, el grave pecado. Hemos tenido todos la culpa: por no denunciar, por buscar el dinero fácil y por aprovecharnos de los hermanos. Ahí entra la corrupción política y también la bancaria, tan escandalosas. Todo esto merece una reflexión ética.
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El documento subraya la necesidad de llevar una vida austera. ¿Pero esa virtud privada puede convertirse en una política envenenada?
Vamos a ver. El 'todos queremos más' nos lleva a la destrucción, como personas y como sociedad. Estamos en una sociedad del usar y tirar, del cuanto más tenga mejor. Nosotros invitamos a conformarnos con lo necesario sin hacer sufrir a nadie. ¿Para qué más? Lo contrario es de una avidez insana.
Pues el cardenal Rouco Varela, con su ático en Madrid, no parece estar dando el mejor ejemplo de austeridad.
Ese es un tema un poco populista, morboso para la prensa. El Papa Francisco nos invita a todos a vivir con sencillez y luego que cada uno en conciencia vea lo que hace. Recordemos aquella frase de Jesús: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Es muy fácil acusar cuando nosotros también estamos hambrientos de riqueza. Debemos aprender a denunciar el pecado sin cebarnos con las personas.
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El documento habla del «rostro femenino de la pobreza» y critica la marginación de la mujer. ¿No peca la Iglesia de eso mismo cuando le impide acceder al sacerdocio?
Son dos temas distintos. El Papa ya ha pedido mayores responsabilidades para la mujer dentro de la Iglesia (en los dicasterios, en las congregaciones...) y otra cosa es el sacerdocio. Jesús fue un gran defensor de la mujer, pero para el sacerdocio -que es un servicio- eligió a los hombres. Ni siquiera en la vida biológica el hombre y la mujer cumplen la misma función: la mujer engendra y el hombre ayuda a engendrar.
En el documento, ustedes piden con la misma fuerza atajar las desigualdades sociales y luchar contra el aborto. Sin embargo, los partidos que más se acercan a su visión de la familia no se preocupan tanto de la desigualdad y viceversa. ¿Cuál de estas dos cuestiones debe pesar más en el ánimo del votante católico?
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Las dos cosas son muy importantes. Debemos defender la vida no solo por ser cristianos, sino por ser humanos. Es un derecho inalienable. No podemos defender encarecidamente la vida del águila imperial y que la vida humana sin embargo nos dé igual, como si abortar fuese poco más que quitarse un grano. Pero Jesús también nos pide mayor solidaridad y que luchemos contra la desigualdad y la pobreza. Yo le pediría a la derecha mayor sensibilidad social y a la izquierda mayor preocupación por la vida humana.
¿Cree que de esta crisis saldremos fortalecidos?
Yo soy por naturaleza muy optimista. Creo mucho en el ser humano. Cuando más a prueba se nos pone, más sale a flote lo bueno. Un ejemplo: en esta crisis tan terrible, la aportación a Cáritas se ha triplicado. Gente con mucho dinero o con poco, pero que querían demostrar su solidaridad. Y luego están las familias. Con un 25% de paro, el país se ha sostenido gracias al colchón de las familias.
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¿Qué asuntos debería afrontar el nuevo Gobierno en primer lugar?
Diré unos cuantos, no necesariamente por orden de importancia. El paro, desde luego, pero también la familia, célula básica de la sociedad. La solidaridad, la igualdad social... Y la inmigración. ¿Qué hacemos con los inmigrantes, cómo los integramos? Eso es fundamental. Y los jóvenes: ¿Cómo los preparamos, cómo los insertamos en la sociedad? Luego está el asunto moral. Los políticos no tienen la solución a todo y la Iglesia tampoco. Juntos debemos caminar para hacer una sociedad más justa, más libre, más solidaria, con mayores valores éticos. Necesitamos un gran pacto social. A veces pensamos que nuestro partido es el mejor y el resto son todos malos. ¡Pues no señor! Hay que colaborar. Ya lo hicimos. Tras la muerte de Franco, se intentaron buscar consensos entre todas las fuerzas políticas y logramos éxitos importantes. Hay que recuperar eso.
Si debo hacer caso a todo lo que he leído en los últimos meses, ahora mismo estoy sentado frente al futuro arzobispo de Barcelona, arzobispo de Madrid, presidente de Cáritas internacional...
Y te dejas algunas cosas más...
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Le colocan en todos los banquillos vacantes.
(Ríe) Pues yo me quedo en La Rioja, que estoy muy a gusto.
Me dirá al menos si es del Madrid o del Barcelona.
No soy futbolero. A veces me gusta llevar la contraria para generar un poco de debate, pero... a mí me tiraba más el baloncesto.
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