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Miguel Martínez Nafarrate
Miércoles, 4 de febrero 2015, 18:33
Si la Disney o la Pixar hubieran hecho una película sobre un castor con comportamientos humanos, en plan 'buscando a Nemo', es posible que el caso que hoy nos ocupa se hubiera convertido en un disparate. Si al castor le hubieran pintado mofletitos, un par de incisivos graciosos, a la par que una personalidad aventurera, el asunto pasaría del disparate. Si a todo esto se le hubiera bautizado con un nombre sonoro, corto y contundente, para qué más.
El único disparate que existe con un castor en Logroño es el del individuo o grupo que los puso donde no se debía. Ni es un animal simpático ni dócil ni doméstico. Es un animal invasor, muy territorial y que impide el desarrollo normalizado de las especies propias de este ecosistema. El castor en La Rioja no es bienvenido, pero no es por su culpa, sino porque en la península no hay trazas de ellos desde los tiempos de los romanos. Los ríos que hoy conocemos no son ni parecidos a los de hace 15 siglos, como tampoco lo es la acción del hombre sobre el medio natural.
miguel urbiola
Miguel Urbiola es el director general de Medio Natural. Cuando explica las cifras totales es cuando la notoriedad de un castor urbano hace aflorar la verdadera magnitud de un problema que ya hace tiempo dejó de ser una anécdota. "Son animales que viven de manera normal en países nórdicos o en algunas zonas del Ródano. Se denunció en su día esta suelta ilegal del 2003 como delito ecológico, pero los tribunales no pudieron determinar quién los soltó. Desde el 2006 se han tenido que tomar medidas para evitar su asentamiento. Carece, en La Rioja, de depredadores naturales y el castor, con su comportamiento, perjudica a la fauna que comparte ecosistema como la nutria y el visón europeo", comentó Urbiola.
"Estamos trabajando en la salvación de los sotos naturales y el castor es un enemigo implacable. Las administraciones no pueden tolerarlo porque, además, va contra todos los estudios científicos. No podemos permitir que suceda como con el visón americano. El Galicia a alguien le dio pena verlos en las granjas de peletería y abrió una trampilla. Se escaparon 800 y ahora tienen un grave problema", agregó.
"No sólo la fauna sino especies arbóreas como alisos, chopos, sauces... Acabaría con todos. Un tronco de unos 40 centímetros de diámetro le duraría un día o menos. El último en aparecer pesará unos 15 kilos y no es de los grandes porque se les ha visto hasta de 40 kilos", sentenció el director de Medio Ambiente.
"Hemos llevado alguno a Asturias, a Galicia, pero cuando llevas 128...", comenta este técnico de la administración.
La Policía de Logroño interceptó uno el otro día en el entorno del Ebro. El animal tuvo que salir de su escondite por la crecida del río. Los locales tuvieron que intervenir para sacarlo de la vía pública y darle cobijo en La Fombera, en el refugio que existe en Logroño. La repercusión de este roedor urbano-mediático ha sido notable y su cercanía a la urbe ha puesto de relieve las cifras. No es el primero que roe por aquí y, por desgracia, no será el último que deja el rastro en la corteza de los árboles riojanos. Medio Natural tiene una estadística completa de los animales recogidos desde el 2007. Hubo que intervenir porque la suelta ilegal que se había producido cuatro años atrás había seguido su curso natural. Nada menos que 128 castores han sido recogidos por los equipos de medioambiente en estos años.
Al número 129 se le busca un nuevo cobijo. Se lanza el mensaje y un lugar que precise uno, pero lo normal es que, por tratarse de una especie común, nadie solicite su presencia, así que el sacrificio sin dolor puede ser su destino más probable. No es una especie ornamental ni frívola para lucirla ante los amigos en un salón mientras se le alimenta a base de los lápices de Ikea.
No es el único ejemplo
No es, por desgracia, el único representante de la fauna que se ha 'desplazado' a La Rioja de una forma extraña. Tampoco lo es el flamenco que apareció en La Grajera ni la plaga de mejillones cebra que han proliferado en esta región. Ya hay quien ha mostrado un interés real de hacerse con el castor para salvarle de una muerte más que evidente, pero tampoco se puede llegar ante las instituciones medioambientales con ideas bienintencionadas con el afán de salvarle el valioso pellejo al castor. ¿A quién se le da? ¿En qué condiciones se le da? y ¿dónde va a estar? son preguntas lógicas que se hacen los técnicos (igualmente ecologistas) desde Medio Natural. No sería plato de buen gusto encontrarse en la persiana de casa un enjambre de avispas asiáticas o una pitón en el jardín. Pero es que, aunque parezca una comparación extrema, son cosas del día a día, con las que tienen que lidiar los técnicos como la suelta descontrolada de tortuguitas de Florida en cualquier río o el descontrol con el visón americano.
Claro que otras voces (tan ruidosas como desconcertantes) hablarían de introducir en el monte riojano el alce, el uro, el bisonte que pintaron en Altamira o el tigre de dientes de sable, por no hablar de lo que puede volar la imaginación cuando se habla de clonar al mamut con un óvulo de elefanta o recurrir, ya puestos, a la imaginería de Parque Jurásico.
Plaga en otras zonas
Son animales con un comportamiento muy territorial. Si bien está muy definida su extensión por Europa, en América del Norte también tienen muy bien determinada su área llegando a diferenciarse genéticamente. Las fuentes consultadas explican que se introdujo sin cuidado en la Patagonia llegando a convertirse en una plaga y en un elemento que ha causado estragos en la fisonomía de los cauces de los ríos. Los depredadores naturales del castor son osos, linces y el hombre. Éste último llegó a poner al castor en peligro dada la cotización de su piel y del castóreo, una glándula que segrega un aroma con el que marcan territorio y protegen sus pieles y que fue muy empleado en la perfumería.
Roen los árboles, los tumban y los trasladan a los ríos construyendo diques de manera infatigable extendiendo a lo ancho la configuración natural del cauce de los ríos. El esfuerzo que emplea en construir estas presas naturales de madera y lodo corre paralelo al celo con el que los defiende. Cuando detecta un intruso lo busca denodadamente hasta acabar con él o morir en el intento. Es un roedor fundamentalmente acuático. Sus patas delanteras exhiben una membrana interdigital para nadar así como una cola escamada que le sirve de timón en sus desplazamientos y que hace resonar en el agua para advertir de su presencia.
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