Teri Sáenz
Lunes, 8 de diciembre 2014, 23:44
Las fortísimas precipitaciones del fin de semana en La Rioja dejan múltiples consecuencias. Junto al súbito aumento de caudal de los ríos de toda la comunidad, la inundación de fincas, el desprendimiento de rocas o la suspensión de diversas actividades, otro de los efectos más ... visibles ha sido el inusitado incremento del agua acumulada en los embalses repartidos por todo el territorio, que en apenas 72 horas han visto cómo su volumen ha crecido una media del 7% que en términos globales supone en torno a 22 hectómetros cúbicos más.
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El pantano de Pajares es el que mejor visualiza ese radical cambio de escenario. De acuerdo con los datos recogidos por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), de los 12,6 hectómetros cúbicos que venía manteniendo de manera prácticamente constante en las últimas semanas ha pasado a acoger más de 16 de los 35,19 que puede llegar a albergar. O lo que es igual: un alza vertiginosa de casi el 10%. También Masilla ha experimentado un incremento sustancial a consecuencia del agua caída desde el viernes. En su caso, el volumen acumulado ha pasado de 36,7 hectómetros cúbicos a 41,4, que en términos porcentuales representa pasar del 54,2% a prácticamente el 61 de su capacidad total. Una evolución similar se ha operado en el González Lacasa, que a mediodía de ayer atesoraba 11,5 hectómetros cúbicos frente a los 9,6 que presentaba apenas dos días antes. El embalse del Camero Nuevo se sitúa de esta manera a más del 35% de su capacidad (32,9 hectómetros) con un alza superior al 6%.
Especialmente llamativa resulta la coyuntura suscitada en la presa Soto-Terroba, en el Camero Viejo, que a pesar de estar aún en obras también se colmó por razones meteorológicas. El caso llevó al diputado del PR+ Rubén Gil Trincado a denunciar que se había aprovechado para hacer «pruebas de carga temerarias» sin disponer de las medidas necesarias ni advertir a los ayuntamientos implicados. La CHE desmintió al regionalista, aclarando que, dentro de los trabajos fijados, se desvió el río Leza en previsión de un rango de lluvias «normal» en la zona. Sin embargo, la gran intensidad motivó el desborde del curso artificial y que el agua buscase el cauce natural, con lo cual terminó acumulándose en la zona de obras conocida como 'embalse muerto'.
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