Francisco Bacaicoa

Paco Bacaicoa, el «aparecido» riojano de la División Azul

La increíble historia de Francisco Bacaicoa, el fuenmayorense caído en la División Azul que 'volvió' para ayudar a un camarada

Pablo Álvarez

Domingo, 16 de noviembre 2014, 01:19

El invierno de 1941-42 fue uno de los más largos y más fríos de siglo XX. En noviembre los termómetros rusos ya registraron temperaturas inferiores a -20 grados. En enero llegaron a los -40, y en algunos lugares a los 50 bajo cero.

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Ése fue el invierno en el que Hitler intentaba conquistar Rusia con la ayuda, entre otros, de unos miles de voluntarios españoles: la División Azul. En sus filas hubo muchos riojanos. Según el historiador Francisco Espila, unos 700. De entre ellos quizá el más famoso sea el teniente coronel Santos Ascarza, muerto en Rusia en 1943.

Pero de todos, ninguno corrió una suerte tan extraña como la de Francisco Bacaicoa de Marcos. Paco Bacaicoa, nacido en Fuenmayor en 1909, falangista convencido, combatiente en la Guerra Civil y agente de investigación del gobierno de Franco, fue a morir en la localidad rusa de Nitlikino el 10 de noviembre de 1941, destrozado por un mortero.

Comunicación de la muerte de Francisco Bacaicoa

  • «División Española de Voluntarios. Regimiento de Zapadores. 2ª Compañía.

  • Media filiación del soldado Francisco Bacaicoa de Marcos, natural de Fuenmayor (Logroño). Nació 4 de julio de 1909, hijo de Galo y Cesárea, de profesión Agente de Investigación. Procede de la Jefatura de Milicias de Zaragoza.

  • Cobra sus haberes en España Doña Cesárea de Marcos. Contamina nº2, Zaragoza. Señas personales color moreno; boca, regular; nariz, regular. Señas particulares

  • Murió en la posición de Nitlikino, destrozado por efecto de mortero enemigo. El día 10.Capellán que le asistió ninguno.

  • Objetos y efectos que poseía Una cartera conteniendo RM 40, fotografías, carnet de Falange y del Cuerpo de Investigación y cartas familiares. Estos objetos serán enviados a su familia por el Capellán del Batallón. Fue enterrado en el cementerio español del pueblo de Nitlikino.

  • En campaña, a 12 de noviembre de 1941».

La historia de Miguel París

Pero ni eso le detuvo. O eso es lo que cuenta el escritor de lo paranormal J.J. Benítez en su último libro, 'Estoy bien' publicado este año por Planeta. La historia es la siguiente.

Miguel París era aragonés. Había conocido a Paco Bacaicoa en Alemania, en el campo de instrucción al que llegaron en julio de 1941.

En Rusia se separaron, enviados a destinos distintos, en la misma zona de influencia al norte del frente. Así, en el terrible enero del 42 París estaba en Novgorod, y no sabía nada de su amigo. El 18 de enero, el soldado recibió una misión peligrosa: llevar a uno de los blocaos (fuertes de la avanzada) un cargamento de explosivos de los que se usaban para abrir trincheras en el suelo congelado.

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Al poco empezó un ataque artillero enemigo. Un mortero impactó a pocos metros de París, que quedó semiconsciente, con heridas en la cara y casi sin visión.

El soldado continuó su camino pero, totalmente desorientado, no tardó en perderse. Solo, herido, en mitad del invierno y bajo el fuego artillero, su suerte era, como poco, incierta.

De pronto, oyó que le llamaban. «¡Miguel!¡Miguel!», le decían. Era Paco Bacaicoa. El de Fuenmayor le preguntó donde iba. «Al blocao». «¡Pues hala, tira por aquí».

París siguió a Bacaicoa durante un rato, hasta que éste le dejó cerca de sus compañeros. «Yo continúo...», se despidió.

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París no dio demasiada importancia al encuentro hasta que, en marzo, fue herido por segunda vez y trasladado al hospital. Allí, hablando con compañeros, le dieron la noticia: Paco Bacaicoa había muerto en noviembre del año anterior, al poco de entrar en combate... y 69 días antes de su salvador «encuentro» con París. El maño visitó después la tumba del riojano, en el cementerio español de Grigorov.

París sobrevivió a la guerra. Volvió a Zaragoza y fue periodista y fotógrafo. Y años más tarde contó su «paranormal» encuentro a un compañero de la redacción, bastante más joven: Juan José Benítez.

Antes de publicar la historia, Benítez se puso en contacto con la familia de Bacaicoa en Fuenmayor. Saturnino Álvarez, sobrino del 'aparecido', recuerda su sorpresa al conocer la historia escrita por Benítez.

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«Sabíamos que había muerto en la División Azul, claro. Era de la Falange, convencido y comprometido», cuenta. Durante años, la abuela de Saturnino estuvo cobrando la pensión de Francisco Bacaicoa, que murió soltero. «Pero nadie sabía nada de esta historia».

La familia, por cierto, fue una de tantas sacudidas por la guerra: Bacaicoa, ya dicho, 'nacional' convencido y muerto en la División Azul. Y Víctor Álvarez, otro tío de Saturnino, fusilado 'por rojo' cuando volvía del campo. «Malos tiempos», concede Saturnino. Malos... hasta para los 'aparecidos'.

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