Pablo Álvarez
Lunes, 27 de octubre 2014, 13:56
Pareciera que a Alberto Salcedo Ramos le molesta que le pregunten cuándo escribirá su primera novela. Quizá lo haga algún día, aunque él dice que no: «Soy periodista narrativo y llevo el título con mucho honor». Y ni falta que hace que se ponga a ... inventar historias, podría responder cualquiera que lea las piezas que escribe este colombiano, uno de los mejores y más premiados cronistas de América Latina.
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Porque, en fin, basta recorrer sus repulidas crónicas (falsamente casuales, en un hombre que trabaja y trabaja sus textos casi obsesivamente) para entender la contenida rabia que parece asomar detrás de su reivindicación: «La gente no ha aprendido a estas alturas que cuando hablamos de literatura no hablamos sólo de ficción y que si un tipo hace una buena crónica está haciendo literatura».
Las suyas lo son. Buenas, se entiende. Magníficas. Una búsqueda por su nombre en internet arroja unos cuantos textos profundamente personales, pero a la vez siempre muy respetuosos con la «no ficción» que se impone al cronista. Salcedo Ramos trabaja a su manera. Viaja al lado de su personaje, le acompaña. Hace lo que cada vez parece menos normal. «Cada vez hay menos periodistas dispuestos a conocer el mundo con los pies, y más a recorrerlo dando clics en el mouse».
Y aunque para él su escritura es «independiente del soporte», para este tuitero habitual hay un problema con la tecnología que afecta al periodismo, tanto como a otros ámbitos. «Cada vez vemos una realidad más mediada por los aparatos. No me paro a oír una voz, sino que saco el teléfono y hago una foto de algo que quizá ni entiendo, para divulgarlo. Ya casi no abordamos la realidad, sólo la fotografiamos». «Pocos se preguntan qué están viendo», dice.
Y ahí, en ese espacio virtual que queremos llenar con afán, está el papel del periodista, y del cronista: «Hacen falta más personas que ayuden a ordenar». A entender.
Moderno
Y así, puede ocurrir la paradoja. Que quien tiene la iniciativa o las ganas de sentarse y escuchar a la antigua acaba siendo el actual «Yo tengo la impresión de que ser moderno hoy en día es volverse antiguo. Hoy todo el mundo hace lo mismo, sacar un smartphone y hacer una foto, aunque no se entienda. El que se sienta a oír de manera paciente acaba siendo el más moderno».
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Oír, escuchar, acompañar. Así trabaja Salcedo Ramos. Acompaña a sus retratados durante días, escuchando sin cesar, sin juzgar pero sin compartir. «Al personaje se le respeta, pero no soy su amanuense, ni su amigo». «Puedo simpatizar con él» y con algunos de sus retratados es casi imposible no hacerlo pero no soy su cómplice, porque no escribo para él, sino para los lectores.
Cosas de la vida: de niño, Alberto quería escribir novelas. Mamá le convenció de que primero se hiciera periodista para tener de qué comer. «Acabé en el periodismo por ser cobarde», ríe. Bendita cobardía.
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