Flores mágicas

Los franceses, gente admirable y civilizada, gente que sabe cuidar lo suyo, lo aprendieron hace tiempo y enredaron a sus pueblos en una benéfica competición para ver quién los engalanaba más. En España, cuando nos volvimos ricos y tontos, preferimos en cambio pagar a doblón absurdas esculturas que luego plantificamos en las rotondas. Enfermos de esnobismo, no supimos ver que unos pensamientos bien cuidados lucen bastante más que cuatro pretenciosos hierros oxidados.

No todos los pueblos son bonitos. No todos tienen iglesias catedralicias, mansiones de piedra con escudos, antiguas casas con sabor o montañas tremebundas en el horizonte. Pero todos pueden tener flores. Lo saben bien, por ejemplo, en Manzanares de Rioja. Cuando estos cronistas lo visitaron, descubrieron un lugar bien cuidado, limpio, con profunda devoción por las hortensias y los rosales. Las señoras (o señores) que los riegan merecen un monumento.

En esta galería de fotografías de Justo Rodríguez encontramos ejemplos de otros muchos lugares. Por desgracia, no todos los municipios parecen haberlo entendido aún: hay pueblos riojanos, enfermos de uralita y hormigón, que mejorarían muchísimo solo con que a alguien se le ocurriera poner unas jardineras con rosales o colocar un par de macetas en su balcón.