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José Antonio Del Río
Jueves, 5 de junio 2014, 21:37
No es Logroño ciudad para el trasnocho. Ni lo es, por norma, la región a la que capitalea con orgullo, que no tarda en recogerse más allá de lo que ordena el prime time de la televisión, excepción hecha de vísperas, festivos y días de ... guardar en los que la luna y el sol desayunan por colleras alumbrando a quienes confunden los destellos del astro que enamoró a un toro con los rayos primeros del orto matutino. Bien lo saben la docena de redactores a los que la ¿fortuna? regaló la autoría de alguno de las dos docenas largas de reportajes que se cocinaron al amor de la madrugada. Historias que abren desde la penumbra de las calles de Haro o de Calahorra, apenas han dado las doce campanadas, el suplemento '24 horas en La Rioja', un recorrido literario y gráfico -gráfico y literario, que tanto da- por la actividad que se desarrolla durante todo un día en los cuatro puntos cardinales de la región; un regalo con el que Diario LA RIOJA pretende celebrar con sus lectores, que son el sentido de su existencia, sus primeros 125 años como medio de referencia de la tierra de la que tomó prestado su nombre y con la que comprometió su (co)razón de ser.
Logroño a vista de buhobús, el postpartido del último pase de 'Ocho apellidos vascos' y la guardia de enfermería del Hospital Fundación de Calahorra sirven en el suplemento de apetecible aperitivo, el de las 'cerocero', la hora que es de ayer y de hoy a la vez, el momento en que pasado, presente y futuro se encuentran y suman nada mientras la región se pone en modo slow... Y después es ya un no parar que pasa de un botellón juvenil a una residencia de mayores; de un piso de relax a la misa de primera hora en la catedral; de la grúa de guardia al albergue de peregrinos; del panadero serrano al cultivador de champiñón; del balneario al hotel rural; del cuartel militar a la oficina de empleo; de la fábrica de barricas al asador de pimientos; del museo del vino a la artista de cincel; de la universidad a la escuela, del restaurante estrellado a la partida de mus; de la ebanistería a la piscifactoría; de la farmacia a la obra; de la factoría al taller Y así, sin solución de continuidad, más de un centenar de paradas para fisgonear y 24 horas después, la calle del Laurel y una patrulla de la local echan el cierre.
'24 horas en La Rioja', apetecido lector, es más que un suplemento al uso. Es corazón, cariño y hasta pasión, por qué no, de quienes cada día se cuelan en su vida para contarle lo que se pasa en la calle, en su calle y en las calles más lejanas. Es, escribía más arriba, otro regalo con el que Diario LA RIOJA quiere celebrar sus 125 años con usted, con cada uno de ustedes. Un regalo que podrán recibir junto a su ejemplar del diario del lunes 9 de junio, Día de La Rioja, y del que podrán disfrutar, seguro, muchas horas de muchos días.
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