Imagen del frontón de Soto

¡Salvemos los frontones!

Un patrimonio riojano amenazado por los polideportivos

Pío García

Jueves, 15 de mayo 2014, 12:17

Tenemos una debilidad. Bueno, muchas debilidades. Cuando el fotógrafo Justo Rodríguez y yo vamos a un pueblo solemos buscar tres cosas: la iglesia, el bar y el frontón. Otro día hablaremos de las iglesias (casi todas cerradas) y de los bares (donde existen). Hoy queremos lanzar un grito a favor de los frontones.

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Hablamos de los frontones clásicos, de los que apenas tienen una o dos paredes, abiertos, blancos o verdes, construidos sin afectación, generalmente situados en las plazas, acogedores como una madre que no exige a sus hijos el pago de cuotas ni el carné de socio ni el certificado del padrón. Hace unas semanas, caímos en el bar Nico de Ribafrecha. Mientras tomábamos sendos cortados, charlamos un buen rato con el pelotari Ricardo Nicolás. Nicolás lamentaba (con razón) que muchos frontones antiguos estaban siendo demolidos para, en su lugar, levantar suntuosos polideportivos. En principio parece un cambio ventajoso (hay techo, graderío, duchas, vestuarios), pero luego se descubre el error: antes los chavales del pueblo bajaban con una pelota al frontón y jugaban. De manera natural. Sin reservar hora ni pedir permiso. Cogían la merienda y punto.

Ahora, sin embargo, los polideportivos están situados a las afueras de los municipios y cuestan un doblón y hay que pedir hora No es lo mismo. Funcionan (y funcionan bien) las escuelas de pelota, pero el deporte ha perdido el encanto de la improvisación, esa imbricación profunda con la vida cotidiana de los mocetes del lugar.

A las razones de Nicolás, que este cronista suscribe, cabe añadir otra: la belleza arquitectónica (sí, he dicho belleza) de estas dos humildes paredes que, a veces, en el colmo de la economía, aprovechan la tapia de la iglesia o la pared del Ayuntamiento. Por fortuna la crisis ha parado esta manía de construir polideportivos. Y, si alguna vez las vacas vuelven a engordar, no estará mal hacerlos, pero sin que eso conlleve la desaparición de los frontones clásicos, que han vertebrado la vida cotidiana de los pueblos riojanos tanto como la plaza, la parroquia o el colegio. Ya hemos oído en algunos municipios la intención de derribarlos para sustituirlos quizá por unas jardineras o unas fuentecitas rococó o unos juegos infantiles. Por eso queremos lanzar desde aquí este grito: ¡salvemos los frontones!

Edición impresa

  • Este fin de semana, sigue en el periódico la serie La Rioja de cabo a rabo, con el patrocinio de Bankia. El sábado 17, recorremos Lardero y Villamediana y el domingo 18 llegamos a Logroño.

Prometemos más fotografías, a medida que avance nuestro viaje por La Rioja, pero para abrir boca dejamos aquí una galería de fotografías de Justo Rodríguez con alguno de los frontones más pintorescos que hemos encontrado por esos pueblos de Dios. Los de Almarza, Rabanera, Leza o Nestares son hermosos en su humildad; el de Nieva, grapado a la roca, resulta de lo más pintoresco; el de Soto, apenas una pared verde en medio de la plaza, da una profunda impresión de elegancia y serenidad; el de Arrúbal, decorado en gris y naranja, con letras en vez de números, supone un ejercicio de diseño; el de Santa Eulalia Bajera gana a todos en devoción y hasta la Virgen se asoma por el frontis En fin. ¿Con cuál os quedáis vosotros? ¿A qué ningún polideportivo, por fastuoso, marmóreo y cómodo que sea, los iguala?

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