«Para que haya vida en los pueblos tiene que haber trabajo, eso está demostrado»
Guillermo Martínez Ortega | Alcalde de Canillas de Río Tuerto ·
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Guillermo Martínez Ortega | Alcalde de Canillas de Río Tuerto ·
Hace un año comenzó su segundo mandato en Canillas de Río Tuerto. Guillermo Martínez Ortega, de 39 años y docente en el Sagrado Corazón de Logroño, decidió quedarse a vivir con su familia en el pueblo. Hace poco más de una semana, el matrimonio trajo ... al mundo mellizos y han pasado a engrosar el padrón municipal.
–Desde que en 1960 se alcanzaron los 299 habitantes, Canillas ha ido constantemente para abajo...
–Para que haya vida tiene que haber trabajo, eso está demostrado. En Canillas, como en los pueblos de la zona, la gente vivía de la agricultura y de la ganadería y llegó un momento en que el agricultor que tenía tres hijos, por decir una cifra, con las tierras que tenía el padre los tres hijos no podían vivir. Así que los hijos decidían irse a Logroño, Madrid, Barcelona... para buscar trabajo o estudiar.
–¿Qué piensa del concepto España vaciada?
–Creo que ya llegamos tarde. La gente, como ya he dicho, se ha tenido que buscar la vida fuera de los pueblos, entonces, volver a llenar los pueblos es un poco complicado. Las conexiones son importantes. No es lo mismo uno que esté a una hora o más de una ciudad como Logroño, que otro como Canillas, que está a veinte minutos. Eso puede derivar en que la gente se pueda animar más a venirse a un pueblo a vivir.
–¿De qué servicios disponen?
–Tenemos centro médico, con un servicio que compartimos con Alesanco, Torrecilla sobre Alesanco y Cañas, hay unos días de consulta para cada pueblo. La farmacia está en Alesanco, pero hace rutas y a cada vecino le entrega sus medicinas.
–Bar, tienda y esas cosas...
–Se han ido cerrando. Había una carnicería, una tienda, bar, pero han ido desapareciendo. Eso sí, tenemos un restaurante, La Cueva del Chato, que, por cierto, funciona muy bien.
–¿La rehabilitación del palacio de los Manso de Zúñiga ha repercutido en la localidad?
–En su día se cedió a la Fundación San Millán y se usa para convenciones, cursos y demás. ¿Que se podía utilizar más? sí, pero confiamos en la fundación. Están intentando abrir un poco más el edificio para otros usos, como convivencias y cosas así.
–¿Qué se podría hacer para evitar que el mundo rural se siga vaciando?
–Hace poco tuvimos una reunión con la presidenta Concha Andreu y estuvimos hablando de ello. Yo dije lo que ya he dicho antes, es necesario trabajo. Si consiguiéramos algún tipo de industria autóctona de la zona y lográsemos traer seis u ocho empleos, eso serían ocho familias que vienen.
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