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Pazuengos fue, antaño, un importante bastión fronterizo entre los reinos de Castilla y Navarra. En sus campas, donde hoy pasta el ganado de la explotación agropecuaria del Gobierno de La Rioja, se enmarcó la ordalía, o 'Juicio de Dios', en la que Rodrigo Díaz de ... Vivar añadió al título de Cid el de 'Campeador'. Es, cómo no, lugar de leyendas, alguna de las cuales habla de algún lugar que esconde una piel de toro llena de onzas de oro y una caldera del mismo metal. Quién sabe. Lo que sí se buscó, en los años 80, fue petróleo. Los restos de la prospección son visibles junto a un altozano desde el que se divisa el pueblo, situado a 1.161 metros de altitud, que cuenta con una treintena de habitantes en su padrón, pero que vivan de continuo, en realidad de 4 a 6.
No es su alcalde, César Somovilla (PP), que reside en Villamediana de Iregua, aunque va a Pazuengos constantemente. Este 'viejo' rockero, no por edad, sino por insistencia en sus gustos musicales -«los amigos han evolucionado, pero a mí no se me pasa», bromea- habla de «subsistencia», de «sobrevivir como sea», cuando se le pregunta por la situación actual de Pazuengos. «Hay pocos ingresos, muchísima burocracia y no hay terrenos urbanos disponibles, porque la gran mayoría de ellos son propiedad de la Comunidad Autónoma. Habría familias a las que les gustaría hacerse una casa, pero no hay suelo».
Demográficamente, el municipio, aunque ha perdido mucha población (en 1970 tenía 138 vecinos), viene aguantando en las últimas décadas el tirón demográfico. Somovilla opina, no obstante, que las leyes desfavorecen a los pueblos en beneficio de las ciudades, como el hecho de que haya que empadronarse en estas para acceder a sus servicios y ventajas, contra lo que no pueden competir. «Un chaval que resida en Logroño, será más barato que esté empadronado aquí y pueda asistir a la escuela en Logroño, que no que le tengan que mandar un autobús todos los días para recogerle, darle de comer etc. Pienso que sería un ahorro, y a nosotros nos vendría muy bien porque recibimos subvenciones en función de los habitantes», señala.
David contra Goliath. «Así estamos, peleando como gato panza arriba», dice.«Hoy en día estos pueblos son una utopía. El ganado la gente no lo quiere: son 24 horas al día, 365 días al año. El campo exactamente lo mismo. La gente quiere estar sus ocho horas y descansar el resto del día». Pero es optimista. «Vamos a intentar sobrevivir los cientos de años que lleva este pueblo existiendo», dice, con la asunción voluntaria de esa responsabilidad. «Somos nosotros los que estamos dispuestos a hacer las cosas», asegura el regidor.
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