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Allá por el segundo quinquenio de los años 70 y los primeros 80, los agricultores riojanos afrontaron su particular transición en los arcenes de las carreteras y a golpe de tractorada. Los hombres del campo encontraron en su tradicional herramienta de trabajo, el tractor, una ... particular manera de movilizarse, de llevar su protesta a la sociedad y de reivindicar una profesión muy poco valorada hasta ese momento.
Como explica Emilio Barco, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de La Rioja, «entre 1977 y 1981 los tractores salieron a las carreteras todos los años, y algunos un par de veces, y en la 'tabla reivindicativa' presentada, junto a las jornadas teóricas de la Seguridad Social, negociación de precios agrarios, seguros contra catástrofes naturales... siempre aparecía 'el reconocimiento de las organizaciones campesinas democráticas' (...). Ganarse el reconocimiento y el respeto era entonces si no el principal, uno de los principales objetivos de los agricultores organizados».
En el invierno de 1977, cuando España avanzaba hacia la tierra prometida de la democracia sin saber ni cómo hacerlo ni qué camino tomar -lejos estaban aún las primeras elecciones y, más aún, la Carta Magna-, aquellos hombres que vivían de la tierra y para la tierra decidieron echar un órdago a la grande a las autoridades vigentes. La prohibición gubernativa para la celebración de asambleas de agricultores fue la gota que colmó el vaso de la paciencia
En la madrugada del día 21 de febrero de 1977, centenares de tractores comenzaron a ocupar los arcenes de las principales carreteras de La Rioja hasta alcanzar, horas más tarde, una cifra que asustó al propio Gobierno de Adolfo Suárez: 8.000 tractores con sus respectivos remolques, cien mil en toda España.
En el origen de la movilización subyacía, principalmente, el hundimiento del precio de la patata, pero el trasfondo del malestar campesino iba mucho más allá que un puñado de céntimos.
Como explica el profesor Barco, «no fueron años fáciles, pero lo consiguieron. Sin reconocimiento oficial, sin dinero y con pocos medios, pero con mucha ilusión y ganas de trabajar miles de agricultores pusieron en marcha sus organizaciones y defendieron en los despachos y en las carreteras sus reivindicaciones para conseguir algunas cosas que a veces hoy pensamos que siempre existían o que cayeron del cielo».
Las tractoradas continuaron durante varios años más invadiendo los arcenes de las vías riojanas y provocando situaciones, como los disturbios ocurridos en la subida a La Grajera allá por 1986, donde la sangre sí llegó al río.
José Ángel Alegría, fundador y presidente de ARAG-Asaja hasta el año 2010, analiza aquellos tiempos de zozobra y reivindicación: «Los agricultores no éramos nada y mi obsesión era crear un sindicato agrario profesional y que las esferas políticas nos tuvieran en cuenta; hoy la organización ofrece gran cantidad de servicios por toda la región y existe conciencia agraria; de eso, sí que estoy orgulloso».
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