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Fran, Cristina y José Ignacio, junto a su rebaño de ovejas en Ajamil. Justo Rodriguez
El relevo generacional en la ganadería

El relevo generacional en la ganadería

Dos parejas jóvenes cambian Logroño por Ajamil para dedicarse a esta labor tradicional | Cristina y Déborah, junto a José Ignacio y Fran, se han asentado en el Alto Leza para dedicarse a las vacas, cabras y ovejas

Diego Marín A.

Logroño

Sábado, 1 de febrero 2020, 21:03

Años atrás Ajamil llegó a tener más de 5.000 cabezas de ganado y una docena de personas dedicadas a esta labor. Incluso contaba con un lavadero y una fábrica de lana. Hoy son dos parejas jóvenes, descendientes del pueblo, quienes mantienen la actividad ganadera en un municipio en el que se acaba la carretera LR-466. Nadie pasa de largo por allí, quien acude es porque realmente quiere ir. El paisaje en el Alto Leza es totalmente rural, a pie de la naturaleza, con el río Rabanera a sus pies, en la desembocadura de los barrancos Farracosa, Longuilla y La Tejera, lindando con Soria.

Fran Villarreal (29 años) y Déborah García (30) se establecieron en Ajamil en el 2017 para dedicarse a la ganadería «porque, si no, aquí, no comes, no puedes hacer otra cosa», justifica él. Los dos son logroñeses, aunque ella desciende de Ajamil. Nunca antes habían tenido otro contacto con la ganadería que los animales que pudieran ver en el propio pueblo porque él había trabajado en la construcción y ella, en otros empleos no relacionados. Nunca se les había pasado por la cabeza dedicarse a esto, confiesa Fran.

No es de muchas palabras y habla con una mezcla de resignación y naturalidad. El barro que muestra su todoterreno da buena cuenta de la dureza del terreno agreste. Dos perros esperan pacientes su turno de trabajo en la parte trasera del 'pick up'. «El cambio ha sido bueno, aunque con sus más y sus menos, como las nieves y tener que familiarizarme con el ganado, porque yo empecé de cero», indica Fran, que cuida de 70 vacas compradas a un ganadero que dejó la profesión, así que los animales están «hechos al terreno».

La historia de Cristina Galilea (31 años) y José Ignacio Yécora (28) es similar; proceden de Logroño y Villamediana, respectivamente, aunque ella desciende de Ajamil (de hecho, es prima de Déborah). Empezaron en el 2014 con un rebaño de 500 ovejas, después añadieron un centenar de cabras y, finalmente, compraron más de 70 vacas. Todo para carne. Sobre la era que domina el pueblo están pastando sus ovejas, se ven desde la plaza. Al acercarse, un macho con una cornamenta que le asemeja a la Dama de Elche se acerca a ellos manso, como si fuera un perrillo. «Es que este se ha criado en casa», explica la pareja.

Paciencia

Cristina se formó como técnico forestal en Alfaro «y como no salían las oposiciones decidí emprender con esta historia aquí, en Ajamil, ya que mi padre es de aquí, subíamos todos los fines de semana y mi familia tuvo ganado en su día». La familia de José Ignacio también tuvo ganadería, así que los dos lo llevan en los genes. «Nunca nos lo habíamos planteado pero, si quieres vivir en el pueblo, y sobrevivir, no hay otro trabajo que el de la ganadería», declara Cristina, quien añade que «yo quería vivir aquí y lo que al principio era 'necesito ganadería para vivir aquí' se ha convertido en 'para vivir aquí necesito ganadería'».

Por muy sencillas que resulten sus palabras esconden una gran revelación. Siglos de historia han devuelto a los pueblos a su origen, la ganadería como única fuente económica. Sin industria, hostelería ni comercios (Ajamil solo cuenta con un bar que abre los fines de semana y en verano), los animales son el único sustento posible. Aunque con más de 60 censados, realmente en Ajamil apenas residen a diario media docena de personas, estas dos parejas jóvenes y el alcalde, Emilio Terroba, (también ganadero, cuenta con un pequeño rebaño de cabras).

«Al principio fue duro porque no tienes muchos conocimientos y vas adquiriendo paciencia, que es lo que tienes que tener con estos animales», reconoce Cristina, señalando que unos son cariñosos y otros, tercos. Trabajo no le falta, y preocupaciones, menos: «Aunque contamos con ratos libres, continuamente estamos dándole vueltas a la cabeza sobre lo que vamos a hacer al día siguiente». «Si te gusta, no es duro, no hasta el punto de no poder más. Te organizas tú mismo porque eres autónomo y lo puedes hacer a tu ritmo porque hay mucha tranquilidad», destaca. Debe de ser cierto porque Cristina añade: «Si las cosas siguen igual de bien, yo aquí seguiré hasta que me muera».

Fran Villarreal, Cristina Galilea y José Ignacio Yécora posan en Ajamil con algunos de sus perros. Justo Rodriguez
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