La geóloga María Jiménez retorna a Préjano para desarrollar su proyecto vital | Tras 6 años trabajando en Guinea Ecuatorial, apuesta por su villa para criar a su hijo e impulsar un proyecto de logística
Durante seis años, la prejanera María Jiménez Bobadilla puso su saber como ingeniera geóloga al servicio de Guinea Ecuatorial. Y ella misma se enriqueció de una «experiencia magnífica». Pero día a día «trabajando de sol a sol» en la cantera de Oyala, llegó a una reflexión que le hizo poner rumbo de nuevo a casa.
«Me di cuenta de que no quería ni estar tan lejos de mi familia, perdiéndome tantas cosas, ni estar todo el tiempo dedicada a trabajar. La vida es lo que es y tú decides si quieres pasarla trabajando o si quieres disfrutar -opina-. Puedo seguir viajando por el mundo, conociendo sitios y gentes diferentes, pero lo que quiero es establecer mi vida, mi familia aquí, donde tengo a la gente que me quiere, donde puedo disfrutar con ellos... donde yo me siento cómoda, relajada, donde puedo inspirarme...».
Después de casarse en el castillo de Préjano, se quedó embarazada hace dos años. Fue el momento de cerrar la etapa africana y volver a su villa natal. «Vivir en Guinea Ecuatorial ha sido una gran experiencia, pero mi intención era crear familia y regresar. Y tuve claro que quería regresar a Préjano», cuenta.
«Hay mucha gente encerrada en su casa en las ciudades que podría vivir mejor en los pueblos»
«En un sitio al que la gente viene continuamente, siempre hay actividades que hacer»
Y desde la villa de pasado minero, María puede también desarrollarse profesionalmente. Tras trabajar a distancia durante año y medio para dejar cerrado todo en su anterior trabajo, ha decidido emprender un proyecto personal vinculado a la logística y también a África. «El servicio de materiales de construcción allí es muy caro. Todo vale mucho porque pasa por muchos intermediarios, cuando realmente los materiales podrían costarles un tercio», explica sobre su idea en desarrollo de logística y comercialización de productos de construcción en África.
En este punto, pondera las oportunidades que ofrece y garantiza una localidad de algo más de 210 habitantes. Acceso a Internet, colegio para los pequeños, proximidad a grandes ciudades con todos los servicios, un entorno natural privilegiado, la confianza de conocer a todos los vecinos... «El mercado laboral está cambiando, con la tendencia de ir hacia el trabajo en línea, con lo que es una buena manera de que podamos revitalizar nuestros pueblos. Hay mucha gente trabajando encerrada en sus casas en grandes ciudades», señala, recordando que vivió 12 años en Madrid, antes de añadir que «pueden obtener una mejor calidad de vida, más barata, más sana, más natural, viviendo en un pueblo». Y hace un apunte: «Sí es cierto que tenía mucha vida social en Madrid... pero -razona- no más que en Préjano, donde vamos a todo lo que se organiza. Quizá no tenga que elegir si voy a un teatro o a la ópera, pero puedo ir al concierto de los niños del colegio, comparto una chocolatada... Y si quiero algo más, puedo conseguirlo en Arnedo, Logroño, o un fin de semana en Madrid... Pero el resto del tiempo tengo calidad de vida».
Esa fue la forma en la que María creció. Y es lo que quiere para su hijo. «Mi hijo es feliz: sale a la calle, corretea sin parar, todo el mundo está con él, juega, está sano... está contento», sonríe.
Ese Préjano inquieto, ilusionado, motivante, amante, difusor y protector de sus costumbres y de su historia es lo que María ha mamado desde pequeña. En su regreso ha dado un paso adelante para involucrarse siendo la nueva presidenta de la Asociación de Amigos de la Historia de Préjano, tomando el relevo de veteranos entusiastas como su madre María Bobadilla, de Santiago Jiménez, de Flore Sota... «Los pueblos tienen cosas porque la gente las hace. Y llega un momento en el que todo el mundo se cansa y es necesario un cambio», asume.
A esa vida de la villa contribuyen sus vecinos y los hijos del pueblo que regresan cada fin de semana, también en invierno. «Es un sitio al que la gente viene continuamente, con lo que siempre hay una actividad que hacer», describe. A partir de ahí, invita a sumar en las asociaciones de la villa. «Tienes que decidir si quieres vivir teniendo cosas que hacer, aunque las tengas que hacer tú, o no teniendo. Para mí es más importante poder ofrecer villancicos en Navidad, la fiesta de las Pingadas o conciertos en verano y poder disfrutar de estas actividades que no hacerlo», explica.
Desde ese convencimiento, afronta la presidencia de Amigos de la Historia con retos como cuidar y enseñar el enorme patrimonio monumental y natural de Préjano. «Somos un pueblo pequeño con un patrimonio enorme. Tenemos el ateneo, el museo, el trujal, el castillo, el lavadero... La Asociación tiene que darles vida con actividades, con un grupo de gente dispuesta a enseñarlo», anima sintiéndose una más en la fila de quienes han cuidado la historia de Préjano década tras década.
Y con el convencimiento de dejarlo en herencia. «Quiero -asegura- que mi hijo lo vea como algo importante que hay que preservar. Son mis raíces... mi pueblo. Si quieres hacer cosas, las haces. Y te relacionas con los de Santa Eulalia, los de Herce... porque la gente del valle nos movemos». En definitiva, concluye que se siente «afortunada porque estoy justo en Préjano, donde hay una vida maravillosa. Es lo que quiero, no necesito más. He pasado por varias etapas, por varios lugares. Y hoy por hoy, esto es lo que me da felicidad».
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