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La población de Logroño tuvo en el 2019 un leve crecimiento después de encogerse entre 2011 y 2015. Según el último informe del INE, la ciudad alcanzó 151.136 habitantes, 24.042 más que una década atrás, un impulso que contrasta sin duda ... con la tendencia de los municipios rurales riojanos que, por el contrario, menguan de año en año. Pero esto no siempre fue así.
La atracción por Logroño comenzó en 1833 cuando se convierte en capital de provincia. En aquellos años, su población y las de Haro y Calahorra era muy parecidas: en 1842, sumaban 6.843, 6.237 y 5.990 vecinos respectivamente. La capitalidad fue lo que le permitió, hasta nuestros días, un crecimiento constante, parejo a la progresiva concentración de servicios y actividades productivas, a lo que se unió una importante mejora de las comunicaciones. La atracción por la ciudad se disparó hasta acabar siendo la 'casa' común de los riojanos. Históricamente, Logroño se nutrió especialmente de los pueblos de los Cameros y la sierra, dejando una cicatriz aún hoy sin cerrar.
El fenómeno se hizo masivo durante la década de los 60, con la salida de cientos riojanos de sus pueblos. Sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX surge una base de oportunidades de trabajo creciente y ello, a pesar de que, como explica el profesor de Sociología de la Universidad de La Rioja, Sergio Andrés Cabello, la región quedó fuera de la primera fase de los Polos de Desarrollo del franquismo, no así Vitoria, Burgos y Pamplona. Además de los sectores típicos de la economía riojana, vinculados al sector vitivinícola y las conservas, el experto señala que Logroño vio en las décadas de los 60 y 70 el desarrollo de una industria auxiliar metalúrgica y de automoción muy importante. «Y no hay que dejar de lado el propio desarrollo de la ciudad, los nuevos servicios y el 'baby boom' de aquellos años, en buena parte protagonizado por familias que habían venido del éxodo rural. Todo ello impulsó exponencialmente el crecimiento de la urbe.
La capital se mostró como una tierra abierta a sus paisanos que llegaban de todos los lados, también de aquellos municipios que gozaron de gran prosperidad y que hoy, ya en los inicios del siglo XXI, sobreviven con unas expectativas de futuro muy complejas, según el experto. En general, el verdadero impulso del crecimiento de Logroño vino de las zonas de montaña y la sierra. No se puede hablar de municipios que quedaron vacíos, pero casi, pues funcionaron las redes familiares y sociales para que se diesen desplazamientos de un mismo pueblo a una misma ciudad, incluso a un mismo barrio: un ejemplo claro es Madre de Dios-San José. Cientos de riojanos dejaron sus casas después de una vida próspera en el campo, no hay que olvidar que los pueblos de la sierra fueron ricos hasta bien entrado el XIX, pero todo terminó con el hundimiento de la industria textil y de la lana y ya entonces debieron salir de su tierra en pos de un futuro mejor.
Pese a un 'boom' urbanístico que atrajo a muchas familias jóvenes, el cinturón de Logroño, a excepción de Lardero, ha ido perdiendo progresivamente población a favor de la capital, tal y como se recoge en la estadística del Ayuntamiento logroñés. A modo de ejemplo, en el 2008 un total de 99 personas abandonaron Logroño para instalarse en Albelda, frente a las 69 que lo hicieron en el 2018. Una tendencia parecida a la de Alberite, donde en el 2008 hasta 69 logroñeses se desplazaron a este municipio, mientras que en el 2018 fueron 35.
El último informe municipal cuantifica 1.750 altas en Logroño procedentes del resto de municipios riojanos frente a 1.366 bajas con destino al medio rural de la región, lo que supone un saldo positivo de 384 personas. Diez años antes, el crecimiento fue de 208 nuevos vecinos en Logroño.
Otra de las conclusiones que arroja el último censo facilitado por el Ayuntamiento pone de relieve una ligera pérdida de población en las cabeceras de comarca a favor de Logroño. El caso más llamativo es Calahorra, con 66 traslados a la capital riojana frente a las 35 que se mudan de aquí a la ciudad riojabajeña. También pierden población con destino a Logroño Haro (60), Nájera (52), Arnedo (58) y Santo Domingo (47).
A esta despoblación siguió una nueva oleada a mitad del siglo pasado. Hay casos «tremendos», repara Andrés Cabello, como Cervera del Río Alhama, que de 7.101 vecinos en 1940 ha pasado a un censo actual de 2.294. «A diferencia de hoy, que salen los jóvenes, de Cervera se fueron entonces para instalarse en Logroño familias enteras», afirma Sanda Sáinz, y señala entre los 'hijos' de aquel gran éxodo a dos exalcaldes de Logroño: Manuel Sáinz y Narciso San Baldomero. El mismo camino hacia la capital siguieron generaciones de Soto en Cameros, con 2.893 vecinos en 1900 y apenas 89 en la actualidad. Otro caso paradigmático fue Torrecilla, aunque con otras circunstancias: el traslado de la fábrica Pascual Salcedo a Viana en los 60, repartió gran parte de su población entre la localidad navarra y Logroño. Abajo incluimos, la evolución de la capital, que alcanzó su cotas más altas en los 60, para estabilizarse en el 75, con crecimientos de mil en mil. Al final de la Guerra Civil también viene mucha gente. La 'burbuja' marcó un punto inflexible, con una caída desde el 2008, con el inicio de la crisis económica, que ahora empieza a remontar.
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