![Herramélluri intenta que sus vecinos vuelvan al pueblo](https://s2.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202003/06/media/cortadas/herramelluri1-k0AC--984x608@La%20Rioja.jpg)
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La imagen es sumamente ilustrativa. Metafórica, diríase. Una parada de autobús, como aquellas otras ferroviarias que evocan en las mentes soñadoras la decisión personal ante el tránsito de oportunidades únicas en la vida. «El tren solo pasa una vez», se ha dicho tantas veces. En este caso es una marquesina de autobuses, que pasan, no una vez pero sí muy pocas, a juicio del vecindario de Herramélluri. La infraestructura enmarca una frase, con menos 'romanticismo' que la del tren, más colectiva y tan real, lamentablemente, como la vida misma. «Los mismos impuestos, los mismos servicios. Por unos pueblos vivos». Más que una frase es un grito; el de los pueblos que se resisten a morir, sin, al menos, intentar un futuro, que también sale en la fotografía. Va en un coche de niño, junto a sus padres. Se llama Nicolás y el día 17 cumplirá cuatro meses.
Su nacimiento fue noticia, porque Herramélluri llevaba 14 años sin alumbrar un vecino nuevo. Tres meses y medio después sigue siendo la 'comidilla' del pueblo, porque eso de «está para comérselo» lo oyen mucho sus padres, Unai y Laura, en cuanto ponen el pie fuera de casa. «A la gente mayor le hace mucha ilusión. Están encantados», indica su progenitor. Savia nueva. En la localidad riojalteña, 52 de sus 114 habitantes empadronados –los que viven de continuo en el pueblo rondarán la mitad– tienen más de 60 años. De ellos, 30 superan los tres cuartos de siglo. Así que encontrarse con el único bebé del pueblo por la calle hace mucha ilusión. Otras dos vecinas adolescentes completan esta conjugación de la localidad en futuro.
Unai Bartolomé, además de engrosar el padrón, es uno de los vecinos más dinámicos en una localidad que también lo es y que lejos de resignarse a su suerte trabaja cada día por llegar al siguiente y, así, en bucle, perpetuar su existencia y vivir, al menos, los mismos años que han pasado desde que los berones y romanos poblaran lo que hoy se llama el cerro El Piquillo, que alberga en sus entrañas la otrora ciudad de Libia. «Los primeros que tenemos que hacer algo por los pueblos somos la propia gente de los pueblos. Las autoridades también, por supuesto, deben procurarnos los servicios que necesitamos, pero no podemos quedarnos sentados a esperar», dice.
Herramélluri fue una de las localidades que el pasado 1 de febrero se sumaron a la iniciativa surgida desde la asociación 'El Priorato', del municipio burgalés de San Miguel de Pedroso, en torno al denominado 'Día de la repoblación'. Los ecos de aquella iniciativa, que hizo tañer las campanas simultáneamente en todas localidades como 'toque' de atención a la Administración sobre la situación del medio rural, han fructificado en una iniciativa consistente en organizar actividades el último fin de semana de cada mes para que la gente vuelva al pueblo, no solo en verano y vacaciones. Estrechar lazos. Hacerse más atractivo. Unai ha escuchado demasiadas veces eso de «el pueblo está muerto», a lo que suele responder. «Está muerto si no vamos». Obvio.
Él va y está, a sabiendas de que no es fácil vivir en un pueblo. A su hijo tiene que llevarle cada día a una guardería de Nájera, puesto que nació en mitad de curso y en la de Santo Domingo ya no había sitio. Asume su elección. «Entiendo que vivo en un pueblo», remarca. Lo entiende y lo desea.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
Juanan Salazar | Logroño
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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