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Miércoles, 22 de enero 2020, 19:34
Historias como la de Cristina Galilea cada vez se ven menos. Tiene 31 años y decidió quedarse en su pueblo, Ajamil, para vivir de la ganadería. «Terminé de estudiar, no salían las oposiciones y como lo que me gustaba era el pueblo decidí venir aquí», ... explica. «Comencé con ovejas, después compré cabras y acabé con las vacas», añade.
Su padre es de Ajamil y antes vivía en Logroño, pero hace siete años tomó la decisión de instalarse en el municipio. «Hay mucho trabajo pero organizándote bien tienes tus días libres», cuenta. «A las vacas hay que tenerlas vigiladas continuamente y también es necesario tener paciencia con ellas porque algunas son muy tercas», apostilla.
En cuanto a la vida en el pueblo, Galilea expone que en la actualidad hay unas 80 personas censadas, pero solo cuatro viven de continuo. «Luego llega el viernes y viene más gente, pero lo mejor es la tranquilidad», relata. «Al final el día se te pasa volando y si quieres socializar puedes ir a cualquier pueblo de la sierra o a Logroño, que está a treinta minutos», continúa.
No siempre fue así. «Antiguamente había una lavandería de lana, había mucho ganado y se aprovechaba la lana para colchones o almohadas», recuerda. «Después la fábrica cerró y la gente se fue a Logroño», apuntilla.
Para conseguir que la gente no se vaya de los pueblos, la ganadera cree necesario que se den más facilidades a los jóvenes para encontrar trabajo en las zonas rurales. «Y también para buscar una casa o un terreno, que es lo más difícil», considera.
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