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El grueso de los negativos son los retratos. Un total de 119 -más de la tercera parte de la colección- y que demuestran la predilección que tenía su autor por este tipo de imagen. Como recuerda su tataranieto Jaime Pérez, «retrató a familiares y ... convecinos por igual. Frente a su cámara pasaron indistintamente indianos, mozas de servicio, mujeres poderosas, agentes forestales, labradores, niños, bebés...». Y añade: «Conoció los trabajos de varios fotógrafos de Santiago de Chile como Antonio Castillo u Obder Heffer, así como los de los riojanos Alberto Muro y Francisco Garay. Es clara la influencia de estos maestros del retrato. Intentó emular en su galería la decoración que empleaban en sus estudios profesionales. Aprendió de los grandes. Incluso fue retratado por ellos junto a su familia».
Como curiosidad, el atrezo que utilizaba sigue en su sitio cinco generaciones después en una soleada habitación de la casa de Viniegra de Abajo.
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