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Cine Avenida de Anguiano, en su estado actual, todavía con su pantalla de cinemascope, sus filas de butacas, gallinero y falso techo con aislamiento acústico. Luis B. Rueda
Cinema Paradiso en Anguiano

Cinema Paradiso en Anguiano

Historias de nuestros cines. El Avenida de Anguiano, que regentó la familia Rueda entre 1963 y 1990, es un símbolo de la vitalidad rural perdida pero recuperable

J. Sainz

Logroño

Domingo, 15 de marzo 2020, 19:52

Cinema Paradiso, esa emotiva película que te hace desear con todas tus fuerzas volver atrás en el tiempo y recordar, al menos recordar, lo que la vida te fue robando, pudo haber ocurrido también en La Rioja. La auténtica, la de Giuseppe Tornatore sucede en Sicilia, pero la historia bien podría ser la del Cine Avenida de Anguiano.

Hubo un tiempo hoy ya lejano con decenas de cines en pueblos riojanos, no solo en Logroño y el resto de cabeceras de comarca, sino en muchos municipios menores del valle y de la sierra. Pero hubo también otras crisis anteriores a la crisis actual, como el éxodo rural y el despoblamiento, y si en algo se parecen es que de ninguna sales indemne.

Aquellos cines de pueblo, como un símbolo de una forma de vida condenada a desaparecer, también tuvieron que apagar las luces un día y echar la llave. Terminaron abandonados. Aunque algunos todavía siguen ahí, como naves hundidas esperando un rescate que no llega. Quién sabe si en esas viejas pantallas no continúan peleando o besándose a escondidas sus fantasmas de película.

En los sesenta, Benito Rueda y María Lombillo regentaban en Anguiano el bar junto al antiguo cine, cerrado desde hacía años. Pensaron que podrían recuperarlo y llevar el negocio entre toda la familia. El cine era entonces una atracción popular y se decidieron: «Hicieron una inversión valiente y arriesgada, lo compraron y lo pusieron en marcha», cuenta hoy su hijo Luis Benito. En 1963 el Cine Avenida volvió a abrir al público.

«La vida social de Anguiano giraba alrededor del Avenida. Esa pantalla fue una ventana al mundo para un pueblo así»

La familia se repartió las tareas: el padre se ocuparía de la programación, la madre atendería la taquilla, su hija Emma, la administración y el pequeño Luisbe pasó a ser, con once años, todo un proyectista. «Aquello nos marcó a todos –recuerda hoy con nostalgia aquel pequeño Totó riojano–. El bar era un buen negocio, pero el cine era la niña mimada de la familia. Nuestra vida pasó a girar en torno a él».

De hecho, «toda la vida social de Anguiano giraba alrededor del Avenida». «Había sesiones sábados y domingos. Al salir de misa, la gente corría a ver qué película se anunciaba. Quedaban antes o después del cine. Luego incluso pasó a haber sesiones los jueves».

El cine de Anguiano empezó a ganar fama en todo el valle. Benito se tomó muy en serio la programación y sus distribuidoras reconocían su esfuerzo. «Le facilitaban títulos que aún no se habían estrenado en Nájera y terminaba viniendo gente hasta de Logroño. Por entonces estuvo de cura Eduardo Gil de Muro y se implicó mucho en la vida cultural del pueblo. Había charlas después de las películas, hacíamos teatro...»

Imagen principal - Cinema Paradiso en Anguiano
Imagen secundaria 1 - Cinema Paradiso en Anguiano
Imagen secundaria 2 - Cinema Paradiso en Anguiano

Algunos antiguos cines de pueblo: Bar Cinema de Entrena, Salón de Columnas de Quel, Cine Buenos Aires de San Vicente de la Sonsierra y Cine Avenida de Rincón de Soto, fotografiados entre 1992 y 1994 por Teresa Rodríguez para el libro de Bernardo Sánchez 'Cien años luz'. Teresa Rodríguez

A Luis todo eso le iba calando. Las producciones americanas, estrenos o reposiciones de clásicos, las españolas de Saura, Mario Camus, Ladislao Vajda, Fernán Gómez... Lo cierto es que «no era la típica cartelera comercial».

Le quedan recuerdos muy especiales. Como la impresión que causó ver 'La hija de Ryan', de David Lean, ese drama de la Irlanda rural con su maestro de escuela, su mujer enamorada del militar invasor, el cura y todo el pueblo enredado entre sus costumbres y su propia lucha de resistencia. «Esa pantalla fue una auténtica ventana al mundo para un pueblo así. Y creo que si hoy Anguiano conserva vitalidad e inquietud cultural es en parte por el Avenida».

Pero en los ochenta las cosas habían cambiado, el pueblo y el mundo entero habían cambiado; era difícil mantener ese ritmo y el Avenida limitó su actividad a las vacaciones. Luis se marchó a Madrid a estudiar Cine, qué si no, y pronto empezó a hacer carrera.

Siempre que podía volvía a Anguiano para proyectar en su vieja cabina la película que su padre había escogido. Hasta que en 1990 Benito murió y María y sus hijos decidieron cerrar. Como tantos pequeños cines de pueblo, el Avenida pasó a la historia.

Benito Rueda y María Lombillo, en su bar de Anguiano en 1962. LUIS RUEDA

Ocurrió con el Cinema de Entrena, el Ideal de Alesanco, el Buenos Aires de San Vicente, el Coso de Agoncillo, el Hortal de Lardero, el Rada de Aldeanueva, el Salón de Columnas de Quel, el Cachumbo de Baños, el Avenida de Badarán, el Capitol de Cervera, el Ideal Cinema de Briones o el de Murillo, La Unión de Alcanadre... Todos se quedaron a oscuras con sus fantasmas de celuloide.

Bernardo Sánchez, escritor y profesor de Cine, y la fotógrafa Teresa Rodríguez los recogieron en 'Cien años luz', un libro de Cultural Rioja sobre el centenario del cinematógrafo (1895-1995). Fueron cines abiertos en su mayoría como segundo negocio por agricultores y ganaderos; u hosteleros como Benito y María.

Cines de los viejos buenos tiempos del pueblo. «Los cerraron la televisión, la discoteca y el coche», escribe Bernardo. Si volvieran algún día, como después de todas las crisis, ya no sería lo mismo. Pero qué maravilla soñar, como sueña Luisbe viendo lo que aún queda de su querido Avenida, su Cinema Paradiso, llegar a ver un día en su pantalla todos aquellos besos robados por el tiempo.

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