Cartas en mano, hoy como antaño
Llenar de vida La Rioja vacía ·
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Llenar de vida La Rioja vacía ·
Isabel Unanua se ocupa de hacer llegar los envíos postales a Huércanos, Alesón, Manjarrés, Castroviejo, Santa Coloma y BezaresEn estos tiempos de la comunicación a través de las redes sociales, el tradicional envío postal no ha perdido vigencia. Dice Isabel Unanua que escucha cómo la gente afirma que los envíos por correo han bajado, y apunta que «en las ciudades puede que sí, pero en los pueblos lo que ha bajado es la gente, no el correo». Y si ella lo dice tendrá razón, ya que en sus 15 años trabajando como cartera de Correos –«empecé en el 2005, casi por casualidad»– la mayor parte se lo ha pasado en el mundo rural.
Ella es una de los quince profesionales que desempeñan su trabajo en las oficinas de Nájera, de los cuales cuatro son carteros urbanos y diez rurales. Desde dicha oficina parten cada día estos profesionales a cubrir ocho rutas distintas, estratégicamente diseñadas para cubrir una amplia comarca con cerca de medio centenar de poblaciones, con el río Najerilla como eje vertebrador.
Nacida en Cenicero hace 41 años, lleva un año cubriendo la ruta que arranca en Huércanos, para seguir por Alesón –con su polígono industrial–, pasar por Manjarrés, trasladarse hasta Castroviejo y concluir dejando los envíos en Santa Coloma y Bezares. «Desde ahí ya regreso a la base de Nájera, en total son cada día 42 kilómetros», de los cuales, según afirma, «lo peor son los trayectos en el coche, es lo más aburrido. El reparto por los pueblos es lo más ameno».
Para ella, sin duda, esto último es lo mejor. «Es lo que tiene de bueno este trabajo rural, porque te vas encontrando con la gente, sobre todo cuando hace mejor tiempo, ya que la gente está por la calle y hay otro ambiente más alegre», afirma con rotundidad. De cualquier manera, con más o menos ambiente callejero, no es extraño que cuando hable de su trabajo por los pueblos casi roce el entusiasmo, asegurando que tiene muy pocos problemas para entregar, «porque los vas conociendo a todos por el nombre», hasta el punto, subraya, «que a veces no te hace falta ni la dirección, y si no cualquiera te puede dar la razón de otra persona».
Quedamos con ella en el punto intermedio de su recorrido, en Manjarrés, para que nos cuente cómo se desarrolla su labor diaria, mientras cumple con su recorrido, que previamente ha preparado en la oficina central, a primera hora de la mañana, cuando en las oficinas centrales se ha hecho cargo de los envíos para su zona y los ha agrupado para facilitarse su posterior distribución en cada pueblo.
Tras bajarse del coche y recoger sus bloques de correspondencia, comienza el reparto. Aquí no hay nadie, porque ya lo sabe de antemano y mete la carta por debajo de la puerta, como ya tiene pactado con el receptor. Más allá sí que sale un vecino que tras recoger sus envíos le agradece la labor. Pero la mayor parte ya se ha ocupado de colocar junto a la puerta un buzón, en el que ella deja LA RIOJA de un suscriptor, un folleto publicitario o la carta convencional. En mitad del recorrido, se acerca al buzón de Correos y procede a abrirlo para recoger, si la hay, la correspondencia remitida por los vecinos, que ella se ocupará de trasladar a la oficina para que siga su curso.
Antes de acabar su periplo por Manjarrés y encaminarse hacia Castroviejo, la última parada, tiene que entregar un certificado a Carmen, que la recibe de mil amores y tras los trámites correspondientes de firma y entrega, la despide con agradecimiento y asegurando que «es una chica muy maja y que hace muy bien su trabajo». Antes de despedirnos, Isabel realiza una encomienda en voz alta. «Que aumenten las suscripciones a LA RIOJA, porque esa es una de las cosas que mantiene este trabajo». Que así sea.
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