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En el inabarcable escenario gastronómico resumo en una escala básica tres tipos de cocineros: buenos, malos y héroes. De los de la primera y segunda clase hoy no toca. Cada gastro-aficionado atesora una lista personal e intransferible imposible de armonizar incluso en los entornos ... más próximos. Lo bueno y lo malo quedan, pues, a criterio. No así la tercera escala, la primera según se mire: la de los héroes. Seres capaces de hacer de la cocina el motor de su existencia así sea en el Quinto Pino o donde Cristo dio las tres voces.
Algunos de esos héroes ilustran estas páginas porque ya han salido del anonimato desde aldeas impensables. Otros lo harán, porque méritos les sobran. Me viene a la mala memoria el caso de Irene Sobrón, en Viniegra de Abajo. Al corazón de las Siete Villas, donde en invierno hay más frío que habitantes, que se fue hace 25 años con su pareja. Tras pasar por la universidad, apostó por la vida en el paraíso y por el sueño de un restaurante y una casa rural. Cinco lustros y dos hijos después, oficia cada día en la minúscula cocina de Casa Irene platos mayúsculos. En el recuerdo unas sublimes alcachofas con apenas unas gotas de reducción de tinto que me hicieron tan feliz como ella lo anunciaba con su delantal y su sonrisa.
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