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Andrés Medrano y Javier Alfaro, en una finca de olivos y almendros frente a Cabretón. Sergio Martínez
La alternativa verde

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En Cabretón es tendencia el cultivo ecológico. La almazara Valle de Añamaza asume la tradición y guía ese camino desde el 2008

Sergio Martínez

Logroño

Domingo, 23 de febrero 2020, 20:09

Sea llegando desde Cervera de río Alhama o desde Valverde, el horizonte de Cabretón se dibuja de similar manera. La población riojabajeña se atisba en una hondonada que invita a descender observando a un lado y al otro con asombro, especialmente en esta época del año. Su paisaje de almendros en flor contrasta con los históricos olivos, en los que merece la pena detenerse para descubrir su legado escrito en madera. Una riqueza natural ligada a la tradición agrícola de la comarca, de olivo y almendro, que busca ser el sostén de un pueblo que se resiste a dejarse llevar por la crisis del campo y por la despoblación. En ese contexto, la agricultura ecológica aparece como una oportunidad por la que muchos se interesan en el mundo rural. Cabretón es un ejemplo paradigmático, con diez productores ecológicos y un elaborador, la almazara Valle de Añamaza, que sirvió en su momento para unir fuerzas en el pueblo, dar oportunidades a sus agricultores y poner en valor su patrimonio agrario.

El registro del Consejo de la Producción Agraria Ecológica de La Rioja (CPAER) es ilustrativo. Solamente diez municipios de la región superan a Cabretón en cuanto a número de productores y elaboradores ecológicos. Todas ellas, grandes localidades o que cuentan de potencial vinícola. Por otra parte, cuarenta y nueve se encuentran por debajo, la gran mayoría, pueblos más habitados que este núcleo perteneciente a Cervera de río Alhama de 179 vecinos, según los datos del INE del pasado año.

Gran parte de la responsabilidad de esta realidad es de la almazara Valle de Añamaza, fundada en el año 2008 recogiendo el testigo y espíritu de la que existía en el pueblo desde mediados del siglo anterior y de una historia ligada al aceite que se remonta mucho más atrás en el tiempo. «Antes en el pueblo existían muchas almazaras particulares en las que el aceite se utilizaba para autoconsumo y trueque. En el año 1945, esas personas decidieron hacer una almazara para todo el pueblo aportando lo que cada uno tenía. Hasta el año 2000 se funcionaba con ella», explica Javier Alfaro, presidente de la almazara Valle de Añamaza. Cuando se cesó en su uso, numerosos olivos centenarios de Cabretón se arrancaron en sustitución de otros cultivos como la viña o el almendro. «Entonces el aceite era difícil de comercializar. Fue cuando decidimos hacer una nueva almazara abierta a todo el pueblo, en la que participamos 17 socios», expone Alfaro, añadiendo que «fue una iniciativa para que la gente se quedase en el pueblo y que no se arrancasen más olivos».

Su aceite de oliva virgen extra cuenta con numerosos valores añadidos, esos que quieren reivindicar. Procede de olivos centenarios, de la Reserva de la Biosfera, con recogida manual, de la variedad tradicional empeltre, que cuenta con un picor y un amargor bajos, y es ecológico. «Surgió hacerlo en ecológico porque estamos en una zona muy sana, el olivo no necesita muchos tratamientos y buscábamos con ello dar un valor añadido más a nuestro producto», expone Javier Alfaro, aunque reconoce que «tampoco hay mucha cultura de lo ecológico y de que la gente valore los controles de calidad y de campo que tenemos, son continuos». «Falta que la gente sepa valorar lo que es un producto de calidad, hay una gran desinformación al consumidor», añade.

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El paisaje de Cabretón está plagado de olivos. Por ello sorprende escuchar que antes había muchos más, eliminados ante la falta de reconocimiento y rentabilidad. El pasado reciente es de pérdida. El presente, de recuperación. «Desde que hicimos esta almazara, los olivos de Cabretón se han vuelto a cuidar y plantar», subraya Javier Alfaro, que alude además a cómo ha contribuido a mantener la vida en el pueblo: «Cuando tienes un producto y le consigues dar un valor añadido, como hacemos con nuestro aceite, la gente se puede plantear quedarse a vivir aquí».

Andrés Medrano, agricultor de tradición familiar y cuyo padre fue fundador de la antigua almazara de 1945, ve con menos optimismo el futuro de municipios como Cabretón: «Se habla de la despoblación en los pueblos pequeños y de todo lo que van a hacer. Yo no veo nada de lo que hacen. Se sigue igual». Dos crisis se retroalimentan en esta espiral, la rural y la agraria. «Cada vez se pierden más los pueblos porque no hay jóvenes que se metan en el campo. Yo tengo cuatro hijos y sólo uno, que es agrónomo, vive en Cabretón. Y si no vienen los hijos de los agricultores, ¿quién va a venir?», lamenta Medrano, que recuerda el cierre de las escuelas del pueblo, el pasado año, como un grave síntoma de la problemática que ofrece pesimismo para el mañana.

«La España vacía ha venido porque la dejaron vaciarse y es difícil volver a lo que había», sostiene Javier Alfaro, que propone una solución que dé más opciones laborales en los pueblos: «En los pueblos se vive bien cuando compaginas la agricultura con un pequeño trabajo en la industria. Hacer compatibles las dos cosas sería una forma de que la gente se quedara». Por el momento, en la almazara Valle de Añamaza emprendieron hace una década un camino contra la despoblación en Cabretón, poniendo además en valor su patrimonio olivarero. Siguiendo los ejemplos del pasado para poder mirar con algo más de esperanza al futuro.

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