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Dos banderas ondean en la fachada del Parlamento húngaro; la de Hungría y la de la región de Transilvania, territorio histórico que el país perdió tras la Primera Guerra Mundial. Pero en la misma semana en la que el primer ministro Viktor Orbán recibe a ... los líderes de la Unión Europea (UE) en Budapest como orgulloso anfitrión, no hay ni rastro de la bandera europea en el edificio. «Orbán la quita cada vez que se enfada con la UE», explica un ciudadano. Y es que todo en Hungría parece girar en torno al estado de ánimo y los caprichos de su primer ministro, que ha construido una democracia a su medida.
Budapest conserva el resplandor de una capital imperial y sus edificios monumentales brillan en la noche. Sin embargo, las calles son oscuras, una metáfora perfecta de la realidad del país -que poco tiene que ver con el brillo de su capital- y de la ideología de Orbán, que explota la idea de identidad nacional y de recuperar el esplendor del pasado.
Tan solo tres ciudades -además de Budapest- tienen más de 200.000 habitantes y la economía magiar es la que más depende de los fondos europeos, en parte congelados por los incumplimientos en materia de Estado de Derecho por parte del Gobierno de Orbán. En Hungría, la figura de su primer ministro no parece generar ninguna controversia. Los húngaros hablan de él casi con veneración y consideran «injustas» las reprimendas de la Comisión Europea. Y Orbán mantiene el pulso: durante la presidencia húngara del Consejo Europeo se reunió con Vladímir Putin en Moscú como parte de su «plan de paz» para Ucrania y en la cumbre de Budapest defendió «una revuelta» a nivel europeo «contra el activismo judicial» en materia migratoria.
Los inicios en la política de Orbán distan mucho del líder ultranacionalista que es hoy en día. Se hizo popular durante la revolución de 1989, siendo uno de los jóvenes liberales que llamó a alzarse contra el régimen comunista. Apenas quedan vestigios de aquella época en el centro de Budapest. Todas las esculturas y estatuas comunistas se trasladaron a 'Memento Park', a las afueras de la capital.
El monumento al Ejército Rojo es el único que se mantiene en su lugar original, la Plaza de la Libertad, y causa un gran rechazo entre los ciudadanos. Tanto que la zona se convirtió en un vertedero durante una época y, actualmente, el entorno del monumento es el único que no cuenta con un cartel que advierte a los dueños de perros de que deben recoger sus excrementos.
Viendo la actitud de los húngaros ante la Unión Soviética y los inicios de Orbán en la política, cabe preguntarse por las circunstancias que le han llevado a ser el líder europeo más próximo a Moscú y a asegurar que Rusia «es el modelo a seguir». El primer ministro se hizo fuerte en la oposición y su estrategia política se ha basado en alimentarse del descontento social, siempre con un enemigo al que culpar de cualquier crisis o contratiempo. Primero fueron los socialdemócratas húngaros -partido que casi ha desaparecido-, y después George Soros y Bruselas.
Curiosamente, el país logró el estatus de candidato para entrar en la UE bajo el primer mandato de Orbán -en el año 2000- y también pasó a formar parte de la OTAN. Tras la caída de su Gobierno, volvió al poder en 2010 con una mayoría de dos tercios en el Parlamento húngaro, lo que le dio poder para modificar la Constitución húngara e introducir más de 350 leyes para hacer una democracia a su medida. Dio más poder al Gobierno, restringió el matrimonio entre personas del mismo sexo, ilegalizó el aborto y limitó el derecho a huelga, medidas muy criticadas por Bruselas.
Aficionado al fútbol y gran admirador del mítico jugador húngaro Ferenc Puskás, mandó construir una decena de estadios por todo el país, símbolo de su poder y de la época dorada de Hungría que quiere recuperar. En su ciudad natal, Felcsút, de apenas 1.800 habitantes, erigió un estadio con casi 4.000 asientos, y en la capital levantó el Puskás Arena, un gigantesco estadio diseñado solamente para albergar los partidos de la selección húngara y cuya construcción costó 610 millones de euros, casi el doble de lo previsto inicialmente. La influencia del líder húngaro también se extiende por la liga húngara, con la mayoría de clubes en manos de personas cercanas a él y entre los patrocinadores se encuentran empresas públicas.
Fue precisamente en el Puskás Arena, en el corazón de su reino, donde Orbán reunió a los líderes de los Veintisiete, para demostrar su poderío. En un momento en el que dentro de Europa está más aislado que nunca -con la disolución del grupo de Visegrado-, y la posición de influencia que tenía en 2015 ha sido ocupada por la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, Orbán sueña con recuperar el resplandor de Hungría también a nivel internacional.
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