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zigor aldama
Jueves, 29 de diciembre 2022, 13:29
La Unión Europea evitó tomar este jueves medidas como las adoptadas por Italia, Estados Unidos, India, Malasia y Japón ante el previsto éxodo vacacional de millones de chinos a partir del 8 de enero, cuando el Gobierno de Xi Jinping haga efectivo el final del ... aislamiento del país y de las cuarentenas en la frontera. Mientras las naciones citadas obligarán a los viajeros del gigante asiático a hacerse una prueba PCR, la Comisión se limitó a anunciar que mantendrá una «vigilancia activa» de la pandemia que ahoga China, además de un contacto permanente entre los socios de la UE por si resultara necesario adoptar medidas más rigurosas en todo el espacio comunitario.
La reunión en Bruselas estuvo motivada por una solicitud de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quien reclamó a la Comisión la extensión de manera «urgente» a todos los Estados miembro de la misma prevención aplicada en sus fronteras. Italia fue en 2020 el primer país europeo en sufrir el impacto principal del coronavirus. Meloni considera que prevenir una nueva oleada de infecciones en el continente solo será posible si todos los gobiernos de la UE imponen controles. En una línea similar, las autoridades estadounidenses no solo obligarán a someterse a la PCR a los pasajeros chinos procedentes directamente de su país, Hong Kong y Macao incluidos, sino también a los que vuelen mediante enlaces con terceros países, entre ellos Corea del Sur y Canadá.
El Comité de Seguridad Sanitaria, que reúne a representantes de los ministerios de Sanidad de los Veintisiete, no ha querido, sin embargo, llegar tan lejos. «La coordinación de respuestas nacionales a amenazas transfronterizas graves para la salud es crucial», declaraba el Ejecutivo comunitario al término de la reunión, donde anunciaba que «seguirá con las discusiones» y mientras tanto vigilará el desarrollo explosivo de la epidemia de coronavirus en China, que comienza a desatar una grave inquietud mundial. El comité considera que una «herramienta fundamental» de su debate serán los estudios de secuenciación del covid con vistas a descubrir posibles mutaciones.
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Después de casi tres años encerrada en sí misma, y en medio de la peor ola de contagios de toda la pandemia, China ha desmantelado la política del 'cero covid' y ha anunciado que el próximo 8 de enero abrirá las puertas de par en par. Los ciudadanos podrán salir libremente y solo hará falta una PCR negativa para regresar.
A partir de ese momento, el país que más turistas enviaba al mundo hasta 2019 vaticina una estampida que, según las previsiones del China Outbound Tourism Research Institute (COTRI), podría animar a 60 millones de personas a viajar fuera de sus fronteras. 120 millones si se cuentan quienes visitan las regiones especiales de Hong Kong y Macao.
Son cifras alejadas todavía del récord de 170 millones registrado antes de la pandemia, pero alarman a los gobiernos de medio mundo. Sobre todo porque podrían provocar una nueva ola de contagios a nivel global. Al fin y al cabo, casi la mitad de los viajeros que el miércoles llegaron a Milán a bordo de dos vuelos procedentes de China dieron positivo. Y lo más preocupante para los científicos, aunque la mayoría lo considera poco probable, es que este tsunami de contagios en el país más poblado del planeta podría desembocar en una nueva cepa que escapase a la protección de las vacunas.
El Gobierno chino, que ha mantenido las fronteras cerradas a cal y canto y ha llegado a imponer una cuarentena de 28 días a todos los llegados del extranjero, critica ahora que se aprueben restricciones a sus ciudadanos. El portavoz, Wang Wenbin, exigió al mundo que se despoje de «prejuicios y manipulaciones políticas» para dar una respuesta «científica y justa», obviando que es lo contrario de lo que ha hecho Pekín desde el 28 de marzo de 2020.
Ante las críticas de falta de transparencia, Wang afirmó que «la situación epidémica de China es predecible y está bajo control», aunque muchos hospitales están saturados, el número de muertos crece a pesar de que no se ofrecen estadísticas fiables y el país ha prohibido la exportación de paracetamol e ibuprofeno, cuyas existencias están bajo mínimos, siguiendo el guion del inicio de la pandemia, cuando restringió el envío al extranjero de mascarillas y otros productos médicos.
En cualquier caso, parece que diferentes zonas del país ya han superado el pico de esta ola de salida y van recuperando la actividad. La capital, Pekín, es un buen ejemplo. Diferentes empresarios consultados por este periódico afirman que aún tienen a gran parte de la plantilla infectada –entre el 50% y el 80%– y que no esperan recuperar la actividad habitual antes del Año Nuevo Lunar, que se celebra el 22 de enero. «Es el pequeño precio que hay que pagar para acabar con el 'cero covid' y volver a una normalidad que ansiábamos, porque acabará con la incertidumbre que ha reinado los últimos tres años», comenta un consultor español de Shanghái que pide mantenerse en el anonimato.
No solo el sector productivo aplaude el fin de las restricciones. El turismo también celebra que los viajeros que más gastan del mundo puedan volver a hacerlo. «Va a ser una recuperación por etapas: primero regresarán los viajes de negocios y de estudios. Luego, seguramente en el tercer y el cuarto trimestre, se sumarán los turistas», vaticina Wolfgang Georg Arlt, consejero delegado de COTRI, en una entrevista con este periódico. «Hay una demanda enorme y la oferta tiene que ir recuperándose porque el número de vuelos internacionales a China todavía es ridículo. Habrá que ver también con qué velocidad se reanuda la expedición de pasaportes», añade.
En el primer apartado, el Gobierno pretende alcanzar el día de Reyes el 70% del volumen de pasajeros aéreos de 2019 –en cifras globales– y niveles de vuelos similares a los de antes de la pandemia a finales de marzo. Eso facilitaría la reactivación del turismo internacional en ambos sentidos, porque ahora opera menos del 5% de los vuelos internacionales de hace tres años y la mayoría solo ofrece plazas a precios prohibitivos. Por ejemplo, si antes del covid un vuelo entre España y China se podía reservar por unos 600 euros, ida y vuelta, hace una semana era difícil encontrarlo por menos de 2.000. Ahora ya ha bajado hasta los 1.200 euros, y se prevé que los precios continúen cayendo según se añaden nuevos vuelos.
El problema es que los destinos no están preparados para el 'boom' que se avecina. «Se han reducido mucho los recursos destinados a atraer al turista chino y no se está haciendo el márketing necesario para aprovechar la oportunidad que se vislumbra» comenta Arlt. En su opinión, son las ciudades y regiones menos conocidas las que podrían hacer más caja esta vez, «porque el interés turístico de los chinos ha cambiado y ya no se ven tan atraídos por los lugares más conocidos y masificados».
El responsable de COTRI señala directamente a Euskadi como un potencial beneficiario de la ola de turistas chinos que prevé su instituto. «Puede ofrecer dos cosas que valoran mucho: cultura y gastronomía. También prevemos que crezcan mucho los viajes de naturaleza y en autocaravana», comenta. Habrá una explosión de áreas de nicho, «pero es que en China cada uno está compuesto por cientos de miles de personas, si no de millones». Eso sí, Arlt subraya que para atraerlos hay que invertir en mercadotecnia. «Al principio puede resultar más caro, pero el retorno también es mayor. En Irán, por ejemplo, desarrollaron tours del azafrán y los han llenado», explica, antes de señalar a Santiago de Compostela como otro destino interesante: «Al fin y al cabo, China es el quinto país con más cristianos del mundo».
Pero Arlt advierte de que los modelos tradicionales de promoción occidentales no funcionan en China. La prensa tiene allí un valor muy diferente y ni siquiera los 'influencers' son ya un valor seguro «porque han protagonizado demasiados escándalos». Para él, el boca a oreja en redes sociales es ahora la clave del éxito. «Gente que igual tiene menos seguidores pero más tracción entre ellos porque pertenece al mismo círculo y tiene más credibilidad. Por eso, puede tener más relevancia que alguien del Museo Guggenheim dedique cinco minutos de su tiempo a participar en la emisión en directo que haga un chino que una campaña publicitaria que cuesta mucho más y apenas logra 50.000 visitas, que en China no es nada», explica el experto alemán.
En 2019, 699.000 turistas de esa nacionalidad visitaron España, todavía lejos del millón que el Gobierno había proyectado para 2020, un año en el que su número se desplomó hasta los 132.000. En 2021, con las fronteras prácticamente selladas, apenas llegaron 29.100 personas procedentes de China. Incluso menos que desde Japón, donde las restricciones se retiraron antes. Sin embargo, nuestro país goza de muy buena imagen entre los viajeros del gigante asiático, que también son especialmente interesantes para el turismo español porque viajan fuera de la temporada alta y pueden ser una buena vacuna para la elevada estacionalidad del sector.
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