Suecia es la experiencia piloto de otro modo de combatir la epidemia

Suecia tenía en la mañana de ayer un total acumulado de 5.466 positivos y de 282 fallecimientos achacados al Covid-19. La mitad de las infecciones detectadas y el 72% de las muertes estaban localizadas en Estocolmo, según las tablas estadísticas oficiales. El mayor número de infectados tiene entre 50 y 59 años. La apabullante mayoría de los fallecidos, tenía más de 70.

El avance de la infección no tiene en los últimos días los porcentajes que se identifican en los países con curvas más verticales. Ha ascendido con frecuencia por encima del 10% con respecto a la fecha anterior, pero también hay ascensos menores e incluso descensos. Los críticos vaticinan que la curva simplemente ascenderá vertiginosamente muy pronto.

La razón es que las instrucciones y recomendaciones de la agencia de salud pública de Suecia (Folkhalsomyndigheten) para evitar la expansión del virus suenan benignas en comparación con otros países. A los bares y restaurantes se les advierte de que solo deben ofrecer servicio de mesa, so pena de cierre. A la población, que trabaje en casa si puede y que se aísle si tiene síntomas de la enfermedad.

Un exdirectivo de la agencia y que ha pertenecido a estructuras de la OMS y del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de la Unión Europea, Johan Giesecke, ha recomendado vivamente que la gente salga a la calle: «Hay mucha gente sentada en casa. Deberían salir y caminar bajo el sol primaveral. Toma aire fresco, llama a un amigo y pasead con un metro de distancia. Es peligroso para vuestra salud estar sentados en casa».

Se argumenta que el bajo número de casos en Suecia, Noruega o Finlandia puede deberse a que son países con muy baja densidad de población. Los cuatro países nórdicos de la UE tienen, sin embargo, índices de urbanización mayores que el de España (80%), y en las ciudades el virus invade con más facilidad. Dinamarca, con una densidad más alta (136 habitantes por kilómetro cuadrado)- Suecia, 24, España, 94- y tiene menos casos identificados, 3.386.

Eso lleva a los críticos del ejemplo sueco a señalar que el Gobierno danés de Mette Frederiksen adoptó una posición más radical desde el principio. Cerró las fronteras del país el 13 de marzo y entre el 17 y el 23 avanzó desde restricciones a encierro. En Suecia, las estaciones de esquí han anunciado con pesar que los suecos no podrán acudir a ellas en las vacaciones de Semana Santa porque cierran este fin de semana.

Cuando le preguntaron a la danesa Frederiksen por qué se saltó el asesoramiento científico cuando decidió cerrar la frontera, respondió: «Si tenemos que esperar al conocimiento basado en las pruebas, llegaremos siempre tarde». Dinamarca tiene el 57% de la población de Suecia y un 61% de las infecciones que tiene su vecino. La escasa coherencia de las cifras de esta epidemia y lo apretado de la comparación no ofrece solución al dilema.

Es evidente que Suecia ha adoptado el modelo perseguido por Reino Unido en su primera política contra el virus, aunque poniendo el acento desde el principio en el aislamiento de los mayores de edad y los enfermos vulnerables. La razón de esta divergencia sería que la Constitución otorga la responsabilidad de combatir la epidemia al ente público de salud y al Gobierno le obliga a obedecerlo.