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Dario Menor
Roma
Lunes, 6 de abril 2020, 20:36
Romano Prodi lleva un mes encerrado en su casa de Bolonia por culpa del coronavirus y no tiene ganas de despedirse. «No voy a salir a dar ningún paseo», cuenta con humor aceptando continuar con la charla. A sus 80 años, el dos veces primer ... ministro italiano y presidente de la Comisión Europea (CE) de 1999 a 2004 mantiene su tono didáctico y pausado, haciendo así gala del sobrenombre por el que se le conoce en la política italiana: 'Il Professore'. «Al principio de la pandemia tenía miedo, pero ahora estoy más tranquilo», explica en un encuentro telemático celebrado este lunes con varios medios internacionales, entre ellos este diario, en el que analiza la difícil situación en que se encuentra la UE debido al coronavirus.
«Que Europa esté dividida y le cueste tomar decisiones no es un problema nuevo. Todas las instituciones europeas han visto reducido su papel estos últimos años mientras aumentaba el de los países. El único organismo fuerte es precisamente el que no es democrático, el Banco Central Europeo», cuenta Prodi, que se confiesa desilusionado ante la incapacidad de los mandatarios actuales para aprovechar la crisis sanitaria para reforzar la unidad de la UE. Y eso a pesar de que «esta tempestad es igual para todos» y de que se trata de un evento «tan diverso que podría cambiar las cosas».
Prodi le dedica las palabras más duras a Holanda y Alemania, los países más contrarios a permitir una mayor flexibilidad en las cuentas públicas de las naciones más golpeadas por la pandemia, como España e Italia. «No juguéis con fuego», advierte, señalando que la economía de los países europeos está tan conectada que cualquier problema de un miembro de la UE acaba repercutiendo en el resto. «Holanda se encarga de proponer la teología y Alemania la pone en práctica. Hacen de policía bueno y de policía malo, aunque aquí no está claro quién es el bueno. Es un trabajo de equipo», denuncia 'Il Professore'. «¿De verdad queremos echar a perder la ventajas que nos da a todos Europa? Si seguimos en esta dirección provocaremos una reacción antialemana, antiholandesa o antitaliana, según los países. Si no afrontamos juntos esta situación, acabaremos todos mal».
La emisión de deuda común por parte de la UE, los llamados eurobonos, como instrumento financiero para combatir la crisis provocada por el coronavirus, es para el expresidente de la CE una necesidad imperiosa. «El problema económico exige actuar rápido. Resulta esencial que las ayudas lleguen lo antes posible a las empresas. Es mejor endeudarnos ahora que hacerlo más adelante, cuando tal vez sea demasiado tarde», subraya, lamentando que los eurobonos no existan desde hace años. «Cuando creamos el euro estaba clarísimo que la moneda única no podía existir sin los eurobonos. Entonces se pensó que se crearían en el futuro, pero luego el espíritu cambió y ahora no parece que sea el momento para dar ese paso adelante».
Prodi celebra que los grandes éxitos europeos lleguen «cuando estamos todos juntos» y reconoce que el euroescepticismo puede aumentar en España e Italia ante la postura de otros países de la UE en medio de la situación de emergencia provocada por el coronavirus. «Si uno se pone en lugar de una persona común que ve que frente a una epidemia se pide solidaridad y lo que surge son diferencias, ¿se le puede pedir que ame a Europa?» Un sondeo publicado ayer por 'La Repubblica' muestra que sólo el 30% de los italianos confían hoy en Bruselas. Hace 10 años eran el 49% y, en el 2000, el 57%.
«En los últimos años hemos visto que los Estados tratan de ver quién puede más. Francia y Alemania a veces si alían y a veces no. El norte se pelea contra el sur y el este contra el oeste. ¿Por qué amar algo de lo que no se sabe cuál es su interés común?, se pregunta 'Il Professore'. «Todas estas tensiones han erosionado a la opinión pública». A su juicio, el cambio de ciclo lo marcó el fracaso del proyecto de la Constitución Europea en 2005. «Entonces el poder pasó de la Comisión al Consejo, que es una expresión del interés nacional y ya no supranacional». Otro golpe a la identidad europea fue el Brexit, pues «parte del mundo veía a la UE con ojos británicos. Ha sido una pérdida de imagen aunque el Reino Unido siempre quiso sentirse marginal en Europa. Como presidente de la CE uno de los grandes problemas era siempre tratar con los británicos».
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