Salvador Arroyo
Bruselas
Lunes, 2 de diciembre 2019, 20:03
El crecimiento económico continúa «siendo débil». Los datos del último trimestre apuntan a que la Eurozona apenas ha remontado un 0,2% respecto al mismo periodo del año anterior. La inflación se sitúo en noviembre en el 1% «además las expectativas ofrecen registros que ... serían los más bajos de la historia». Y «los factores globales» (tensiones comerciales, 'brexit', menor progresión de las economías emergentes) son los principales responsables de esos índices tan modestos. Fueron los tres elementos de contexto, ya conocidos, que Christine Lagarde ofreció este lunes en su primera audiencia como timonel del Banco Central Europeo ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios de la Eurocámara.
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A diez días de que presida su primer Consejo de Gobierno del BCE (el 12) la francesa insistió en la idea que ya lanzó el pasado 22 de noviembre en Fráncfort. Como, entre otros factores, el arsenal de medidas del banco no está obteniendo resultados inmediatos, la situación requiere de una «revisión estratégica» en «un futuro cercano». Ya entonces dejó claro que no habrá vuelco en la política acomodaticia actual porque el BCE «seguirá apoyando la economía de la Eurozona» y el presente lo sigue exigiendo. Y ya entonces volvió a reclamar la implicación de los Gobiernos con superávit para que inviertan más y aceleren los efectos positivos.
Pero sobre esa «revisión estratégica», ni dio detalles en aquel discurso en la ciudad alemana, ni lo hizo este lunes en Bruselas ante los eurodiputados por considerar que sería «prematuro». Hubo, en cualquier caso, un matiz. Su insistencia en que toca 'actualizarse'. Es necesario porque la última «revisión estratégica» data de 2003 y en estos dieciséis años «han cambiado muchas cosas». Después de las dos grandes crisis (la financiera de 2008 y la de deuda soberana de 2011), la Eurozona ha entrado en un escenario de baja inflación con retos como el del «mayor envejecimiento de la población, la transformación tecnológica y el cambio climático», enumeró.
Teniendo en cuenta que fue en 2003 cuando se fijó que la estabilidad de precios (que es el objetivo que guía la política monetaria de la institución) debía tener como referencia una inflación «cercana pero por debajo del 2%» y que el índice real de la subida de precios seguirá siendo mucho más bajo durante varios años, los expertos ya vaticinan un ajuste progresivo de la inflación de referencia para acomodarla a la realidad. «La cuestión de la simetría (o 'asimetría'; la flexibilidad tanto si la inflación está por encima como por debajo del objetivo) se debatirá en el marco de nuestra revisión estratégica que, añadió, «se hará con un análisis exhaustivo y la mente abierta. Esto requerirá tiempo para la reflexión y para una amplia consulta».
En su intervención, algo nerviosa al principio -llegó a pedir a los eurodiputados «tiempo» para aprender «el lenguaje del BCE»- y en la que se salió del discurso que llevaba escrito varias ocasiones, Lagarde enfatizó que aunque el BCE no haya movido ficha en dieciséis años, otros bancos centrales como el de Canadá reestudian sus políticas cada cinco y la Reserva Federal Americana anunciará su nueva hoja de ruta en el primer semestre de 2020. La situación «no es inaudita», puntualizó. Pero, paciencia, «aún es prematuro aventurarse en debates sobre el alcance, orientación y calendario» de lo que hará el BCE.
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