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Iñigo Gurruchaga
Londres
Miércoles, 27 de noviembre 2019
Una prueba de que la política británica baja revuelta es que Michael Heseltine, de 86 años, se declarase este martes «miembro orgulloso del Partido Conservador», y prometiese morir como tal, en un acto de campaña electoral que concluyó con otro ocupante de la mesa presidencial, ... Chuka Umunna, advirtiendo que la prioridad de cualquier votante es evitar que sea elegido el candidato conservador en su circunscripción.
No ha perdido este lord el garbo o la oratoria con sintaxis abrupta pero elocuente. Entró en el partido cuando lo lideraba Winston Churchill y fue ministro disléxico de los gobiernos de Ted Heath, Margaret Thatcher, John Major y David Cameron. Theresa May despidió a Heseltine de su empleo sin salario como asesor en regeneración urbana para alardear de que ella había despedido a Heseltine.
«Estuve para mi partido en el centro de las batallas contra las nacionalizaciones y contra la Campaña por el Desarme Nuclear, por la venta de viviendas públicas o la reducción del Estado», decía. No rememoró su más famosa batalla, la que libró contra Thatcher, que comenzó con una disputa sobre si una fábrica de helicópteros se vendía a una empresa americana o europea. Se marchó del Gabinete dando un portazo y fue el ariete que la derribó, aunque el beneficiado final fuese Major.
En la mesa estaban otros brillantes derrotados. Umunna era el mejor candidato de los seguidores de Tony Blair en el Partido Laborista, pero titubeó en 2015 y la ola que generó Jeremy Corbyn lo arrastró hasta su abandono del partido. Sam Gyimah tampoco llegó a presentarse como candidato al liderazgo conservador en junio. Se retiró el último día del plazo para presentarse por no contar con suficientes avales. Pedía un segundo referéndum. Se fue del partido.
Umunna y Gyimah son ahora candidatos de los Liberales-Demócratas, que iban a ganar un gran número de escaños abriéndose paso entre «el 'brexit' extremo y la extrema izquierda», según expresión de Heseltine, pero que han pinchado en la campaña porque, en una contienda en la que los partidos airean como lemas centrales promesas que no podrán cumplir, la de los 'lib-dems', ganar las elecciones y revocar el 'brexit', es quizás la más absurda.
Las propuestas de Corbyn, según Heseltine, se resumen en que «yo sé y ustedes saben que con ese programa no va a llegar al número 10». La más importante de Boris Johnson, «terminar el 'brexit'», le irrita más. Porque, aunque logre una mayoría que le permita aprobar el Acuerdo de Retirada con la Unión Europea, llegará después, según él, «un tiempo de negociación impredecible para una marcha en circunstancias también impredecibles».
Heseltine, multimillonario precoz por sus negocios en la construcción y en la edición de revistas, ha afirmado alguna vez que no será recordado por su larga trayectoria política sino por el jardín y arboreto junto a su mansión en la Inglaterra profunda, en el que su mujer y él han invertido una fortuna y mucho tiempo.
Podría ser recordado también como el político que estaba en el Gobierno que decidió el ingreso británico en la Comunidad Económica Europea en 1973 y en el que provocó la marcha de la Unión, en 2016. Participa desde entonces en la campaña para impedir el 'brexit' mediante la convocatoria de un segundo referéndum. Está de acuerdo con Johnson, al que facilitó su elección como su sucesor en el escaño de Henley-on-Thames, en que estas son las elecciones más importantes de «los tiempos modernos».
No apeló en las últimas palabras de su discurso al voto por los liberales-demócratas, que le valdría la expulsión de su partido, pero compareció junto a dos de sus candidatos para pedir algo más genérico: «Si eres británico y tienes un voto, vota por el interés de tu país, si crees como yo creo que junto a ese interés tiene una tradición histórica de tolerancia que es valiosa para nosotros y también para los países del mundo en los que se basa nuestro futuro».
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