Rutte celebra su victoria: un café en el centro y vuelta al trabajo

Rutte, que goza de fama de afable y cercano entre los holandeses, visita habitualmente este café, próximo a uno de los pintorescos canales que atraviesan el centro de la ciudad. Hace "tres o cuatro meses" que no se le veía por el local debido a la campaña electoral, cuenta el personal, que revela que el actual primer ministro suele pedir yogur con frutas rojas y azúcar aparte.

"Viene regularmente, pero después de la elección también pienso que es especial verle aquí, relajándose en el sol, bebiendo café. Es increíble que esto sea posible en un país como este, ver al primer ministro sentado ahí, sin seguridad", afirma Jazz, que trabaja como camarero desde hace años y hoy también estaba "fuera de servicio".Rutte le saludó a él y sus compañeros con naturalidad. Dicen que el primer ministro neerlandés es "accesible" y que nunca va al café con su equipo de seguridad, una imagen que contrasta con la de su rival, el líder ultraderechista Geert Wilders.

Wilders no tiene domicilio fijo y se mueve rodeado continuamente de un importante equipo de agentes de seguridad por miedo a las amenazas que le depara su discurso radical, contra los musulmanes en general y los marroquíes en particular, y que le ha valido una condena judicial por incitación al odio. Por el contrario, la impresión que genera Rutte entre quienes están habituados a verlo en los cafés de la ciudad es que "si llegase el momento en que tuviese que llevar seguridad, lo dejaría", dice Jazz.

El primer ministro en funciones recibió las felicitaciones de los viandantes, que frente a la discreción de los clientes de las mesas vecinas, repararon pronto en el hombre alto, con gafas, ataviado con pantalón gris, camisa celeste y chaquetón azul, que hoy acapara todas las portadas. La imagen más repetida en las portadas es precisamente la sonrisa de Rutte en todas sus versiones y etapas: la victoria electoral de 2010, la de 2012 y la de 2017.

Rutte, que pedalea cada mañana desde su casa hasta el Parlamento y promueve la protección del medio ambiente, ha sabido sobreponerse a la imagen de líder que aplicó las medidas de austeridad por la crisis y se ha beneficiado en su última victoria de una gestión con mano firme, alabada por muchos, de la crisis diplomática con Turquía. Queda por ver si el político, de 50 años, puede seguir paseando por el centro de su ciudad como primer ministro o si tendrá que hacerlo como socio del Gobierno de coalición que hoy empiezan a negociar los numerosos partidos que han conseguido representación en el fragmentado Parlamento holandés.