Estado Islámico: ¿Qué hacer?
enrique vázquez
Viernes, 11 de septiembre 2015, 14:33
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enrique vázquez
Viernes, 11 de septiembre 2015, 14:33
La perplejidad de buena parte del público informado y de la totalidad del poco o nada instruido sobre la demora del mundo entero en obtener una victoria decisiva sobre el sedicente Estado Islámico (mejor traducido como Estado Islámico de Irak y Levante, ISIL por sus ... siglas en inglés) se entiende, pero es urgente añadir que no traduce un fracaso militar ni de planificación.
Es, al contrario, hija de una juiciosa decisión de conjunto tomada desde la elaboración de los intelectuales que proponen a la presidencia norteamericana las opciones disponibles por lo común vía Consejo de Seguridad Nacional, el órgano de deliberación, asesoramiento y presentación de opciones al presidente en los asuntos clave de defensa y, en general, de envergadura estratégica.
La jefa de esta instancia, un gigante que ocupa a unas 2.500 personas escogidas en todas las disciplinas, con preferencia para politólogos y economistas, es ahora Susan Rice, exembajadora en la ONU y muy cercana al presidente desde su participación en la campaña electoral de Obama en 2008. En cuanto que consejera de Seguridad Nacional ella es, por definición, la autora final de las propuestas que sobre la guerra en Medio Oriente llegan a la mesa presidencial.
El artículo de Joseph Nye
Como si en Washington estuvieran faltos de una argumentación de peso en defensa de su vigente política en la región, que los adversarios internos de Obama tildan de blanda y semifracasada, un respetado especialista y politólogo, Joseph Nye, acaba de escribir su último artículo para explicarlo. Y lo ha hecho muy bien este autor, catedrático de universidad de oficio, pero subsecretario de Defensa con Clinton y de notoriedad internacional tras describir y teorizar sobre el 'soft power' (poder blando, un concepto incorporado con éxito a la jerga política) como arma central de la política exterior de los Estados Unidos.
Nye, que recuerda tanto a un antropólogo cultural como a un asesor diplomático realista, tiene la ventaja de los teóricos que conocen bien la historia, es decir, el marco de todos los conflictos. Y éste es un conflicto histórico en proporciones sin precedentes, porque la aparición del ISIL es un capítulo más de la trágica e interminable controversia religiosa, confesional, entre las dos grandes ramas del islam, sunníes y chiíes, suscitada en el complejo proceso sucesorio del profeta Muhammad y el asesinato de su yerno, Alí pero eso ocurrió en el año 661 de nuestra era, es decir, hace 1354 años.
La 'chiía', derrotada, resistió y con los años y su paciencia, su disciplina y su fe inquebrantables ha terminado por ser abrumadoramente mayoritaria en Irán, un dato que a día de hoy es de importancia capital, influyente y al alza en Bahrein y en Yemen y potencialmente decisoria en Líbano.
Los chiíes «no deben ganar»
En Irak la minoría sunní (un veinte por ciento de la población en números redondos) ha prevalecido, bajo todos los regímenes, el de Sadam Hussein incluido hasta la caída de éste. La simple celebración de elecciones libres con partidos genuinos dio a las formaciones shiíes el poder que, sobre todo bajo el antiguo primer ministro Nuri al-Maliki, con veinte años de exilio y protección en Teheran, no fue todo lo integrador, es decir todo lo inteligente, que la situación exigía entonces frente a al-Qaeda (sunní hasta el fanatismo, como su hijastro no reconocido, el ISIL).
Su sucesor, Haidar al-Abadi, es muy distinto y ha emprendido, con gusto aunque bajo la inteligente presión de Washington, una política de reconciliación que pasa, sobre todo porque la eventual victoria sobre el islamo-terrrorismo 'no puede ser' chií, sino sunní, es decir, debe ofrecer la prueba de que el islam mayoritario del que se nutren los terroristas, que describen a los shiíes no solo como takfiríes (renegados y excomulgados) sino como a monos y memos dignos de morir, es el que bate al ISIL.
Las poderosas agrupaciones guerrilleras chiíes iraníes, incluida la legendaria y bien instruida conocida como Ejército del Mahdi de Muqtada al-Sadr, están en la gran operación que consiste en poner en marcha un ejército nacional y eso incluye a las familias sunníes que apoyaron a Sadam y varios de cuyos dirigentes están en el ISIL, sobre todo en su mando militar.
Por eso es atinada, aunque requiera tiempo, la juiciosa política de la coalición; un programa de bombardeos aéreos que contiene, dificulta y debilita al ISIl, pero no permite recuperar el terreno, cosa de la infantería y los blindados, todo en vías de preparación. Pero estarán dispuestos más pronto que tarde y caerán Mosul, Ramadi y Raqa, sede del pretendido califato, los tres feudos del islamo-terrorista y sedes del aparato administrativo del ISIL.
Irak, el nuevo Irak, ganará. Pero no será una victoria chií, de modo que no será iraní. Y ese mensaje será enviado a las inquietas monarquías sunníes del Golfo, que han recibido garantías de Obama. Los militares que obtengan los primeros éxitos calzarán botas sunníes, según la expresión americana que hizo fortuna y que también utiliza el siempre sagaz Joseph Nye.
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