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COLPISA / AFP
Jueves, 30 de abril 2015, 11:23
"Cada año es el mismo numerito", farfulla un habitante al ver a las personas reunidas ante la fachada decrépita. Setenta años después del suicidio de Adolf Hitler, la sombra del dictador sigue planeando sobre su austríaca ciudad natal, Braunau-am-Inn.
El 18 de ... abril, decenas de antifascistas se convirtieron en el centro de atención ataviados con sudaderas negras con capucha y sus gafas de sol pese a la lluvia, entre el apacible paisaje de este pueblo del oeste de Austria, en la frontera con la Baviera alemana.
Se reunieron en el centro del pueblo, ante la casa de 800 metros cuadrados donde nació Hitler, el 20 de abril de 1889, símbolo de un pasado que no acaba de pasar. Aunque el pueblo puso una estela por las víctimas de los nazis en la casa, Astrid Hainz, organizadora del desfile, acusa a la localidad de ignorar su pasado. La casa "está aquí y hay que vivir con eso. Es un deber", afirma.
En 1972, el Gobierno austríaco alquiló la vivienda a su propietaria, Gerlinde Pommer, para evitar que se convirtiera en un lugar de peregrinaje para los neonazis. El alquiler, de 4.800 euros mensuales, estipulaba que el edificio sólo se podría utilizar con fines socio-educativos o administrativos, explica Karl-Heinz Grundböck, un portavoz del Ministerio del Interior. "La casa de Hitler" se convirtió, por tanto, en un centro de acogida para minusválidos, una parte de la población que fue víctima del régimen nazi.
El acuerdo entre el Gobierno y Pommer se rompió 35 años después, ante la negativa de la propietaria a aceptar obras de renovación necesarias en la vivienda. Desde 2011, la casa de tres plantas está vacía, para enfado del Estado, que desde entonces ha gastado unos 240.000 euros en el alquiler de un edificio que no puede aprovechar. "Hemos hecho una oferta de compra, pero también nos planteamos una expropiación", asegura Grundböck.
La marca de la infamia
En Braunau, de 17.000 habitantes, los partidarios de convertir la casa en un centro de acogida para refugiados y los que prefieren crear un museo sobre la liberación de Austria mantienen debates encendidos. Pommer sigue al margen. Su familia es propietaria de la vivienda desde hace más de un siglo, salvo un breve periodo durante el régimen nazi.
"Heredó la casa y se lleva el dinero sin respetar los términos del acuerdo", acusa el historiador local Florian Kotanko. "Podría hacer algo histórico entregando su casa a la República", agrega. "Dejar que la casa se derrumbe, o hacerla explotar" no resolverá nada "porque la fascinación seguirá", asegura. "La gente quiere ver dónde nació el que fue capaz de exterminar a gran parte de la población en Alemania, Austria, y más allá", remacha.
"La gente de aquí no merece la marca de la infamia" que es esta casa, lamenta el alcalde de Braunau, Georg Wojak. Lo quieran o no, los habitantes de la localidad tendrán que seguir lidiando con el pasado de su ciudad, citada en las primeras líneas de 'Mein Kampf', el libro escrito en 1924 por Hitler, entonces un joven golpista.
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