Miguel Salvatierra
Sábado, 18 de octubre 2014, 07:34
Apareció como un cometa salvador en la complicada escena política francesa, pero día a día va perdiendo fulgor. El ex presidente Nicolas Sarkozy se dio un baño de masas cerca de Lille, el pasado 25 de septiembre, para escenificar su retorno al primer plano de ... la política tras dos años en los que, muy a su pesar, no ha estado desaparecido del todo a causa de sus líos judiciales. Un pabellón de deportes a reventar, un aforo entregado y el discurso retransmitido por radio y televisión marcaron un rutilante primer mitin. Bajo constantes interrupciones de ¡Nicolas, Nicolas! , el expresidente se presentó no solo como el salvador de su partido, sino del país entero frente al desastre consumado por el presidente Hollande y el avance implacable del Frente Nacional de Marine Le Pen.
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Sarkozy ya tiene un programa de Gobierno, propio del hombre de Estado que se cree por encima de divisiones entre izquierda y derecha y destinado a salvar Francia. Pero antes de poner proa hacia las presidenciales de 2017, como parece su objetivo, tiene antes el no pequeño problema de hacerse con el control de su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). Una batalla que parece dar por ganada al anunciar su intención de refundar el partido e incluso de cambiarlo de nombre.
Desde aquella ruidosa irrupción del 25 de septiembre se han sucedido los mítines y las malas noticias. Aunque Sarkozy goza de una gran popularidad dentro de su partido, el favorito entre los simpatizantes de la derecha es su exministro de Exteriores, Alain Juppé, quien, según un sondeo de Le Nouvel Observateur, se sitúa en cabeza de las preferencias con un 29% frente a un 22% del exmandatario.
La realidad es que el panorama político y él mismo son muy diferentes a 2007 cuando, en palabras de la analista francesa Laureline Dupont, Sarkozy era un bulldozer, capaz de tener planteamientos rotundos y claros. Un aspecto de su personalidad que se echa en falta en 2014. Además de esa falta de ideas claras y atractivas, el ex presidente se ve lastrado por un abultado capítulo judicial del que no se va a zafar fácilmente. Sigue pendiente un amplio abanico de procesos por presuntos delitos que van desde el tráfico de influencias a la financiación ilegal de su partido.
Resulta difícil saber cuál será el futuro político de Sarkozy de aquí a 2017, pero el escenario y las circunstancias son muy diferentes a las que esperaba en su regreso. No hay duda de que se trata de un animal político que ha dado sobradas pruebas de adaptación a los cambios, pero existen muchas dudas de que por mucho ejercicio de transformismo que haga pueda llegar a ser una alternativa creíble al dilema planteado en Francia entre una izquierda agotada y sin ideas, y la temible apisonadora ultra de Marine Le Pen.
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