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Hay ausencias que resultan atractivas. Tras sobrevivir durante 1.500 años, los grandes Budas de Bamiyán fueron destruidos, pero, aún hoy, turistas de todo el mundo acuden a contemplar tanto sus nichos en una gran pared rocosa como las miles de celdas excavadas dentro de ... la montaña. El año pasado fueron 7.000 los viajeros que no se arredraron ante el presunto riesgo que supone recorrer Afganistán, el país reconquistado por los talibanes en 2021. A algunos no les acompañó la fortuna. Tres viajeros catalanes perecieron en esa ciudad hace una semana, víctimas de un atentado del Estado Islámico. Una bilbaína, Araceli Tamayo, resultó herida grave.
Alberto Campa se desplazó a Bamiyán unos meses antes. Había entrado con unos amigos por la frontera con Pakistán y, tras visitar Kabul, llegó a la zona. «Hace falta un permiso para ir y está muy vigilada», advierte. Duda que las víctimas asumieran un riesgo excesivo. «Fue mala suerte», sostiene. «Actualmente, el país es más seguro que con los norteamericanos, lo que no quiere decir que simpatice con sus autoridades», precisa. Sólo en la capìtal hay tres círculos de control. «El primero es militar, el segundo te lleva a un área donde no pueden pasar grandes camiones ni furgonetas y al tercero sólo es posible entrar en automóviles autorizados».
El Emirato es otro de los más de 250 países y territorios que ha visitado en las últimas cuatro décadas. Guía y agente de viajes durante 25 años, ahora alquila alojamientos rurales en Naveces (Asturias), pero sigue explorando el mundo. Hace diez días que ha regresado de Libia, otro destino que puede ser problemático, aunque él no elige sus viajes en función del riesgo que concitan. «No tengo especial interés por el peligro, me interesa cualquier sitio por su historia, cultura o la gente, al margen del conflicto», precisa.
Cualquiera puede estar en el lugar equivocado en el momento más inoportuno. «Los atentados contra occidentales suceden en todos los sitios, Madrid, Moscú, Londres...», aduce. «Pero si se produce en Afganistán se ve de otra manera, aunque, como en todos los países asiáticos, son muy hospitalarios». Poco se puede hacer contra quienes están dispuestos a inmolarse. «Van contra toda razón», advierte.
Los viajes a lugares insólitos, políticamente inestables o que sugieren cierta inseguridad, se han vuelto cada vez más frecuentes a lo largo de este siglo. Mientras que los tradicionales se han masificado, estos últimos se han incorporado con éxito a los programas de las agencias. «Los ingleses y alemanes llegaron antes, pero también los españoles han comenzado a frecuentarlos», reconoce. El perfil del usuario corresponde a viajeros experimentados y a jóvenes amantes de la adrenalina.
Aunque con retraso respecto a otros países, la oferta de viajes de este tipo crece en España. Agencias como Banoa contemplan destinos como Irak o Yemen, aunque la empresa destaca Etiopía, Last Places apuesta, entre otras posibilidades, por la ruta entre Islamabad y Kabul, y Against The Compass propone llegar a Afganistán, Sudán, Siria o Mali. Los fatales sucesos de hace diez días son excepcionales, pero no únicos. La muerte de los tres catalanes cuenta con el precedente del asesinato en 2007 de dos guías guipuzcoanos, Maddi Álvarez y Mikel Essery, socio de Banoa según algunos medios. Y el pasado verano 18 turistas españoles quedaron temporalmente atrapados en un hotel en la región abisinia de Amhara.
Los intentos de este periódico por contactar con estas firmas han resultado infructuosos. No así con la agencia británica Lupine Travel, con un vasto repertorio de viajes a destinos calientes. Según Dylan Harris, su portavoz, lo sucedido en Afganistán ha conmocionado a la industria. «Ha sorprendido que ocurriera en Bamiyán, una plaza que había sido considerada relativamente segura para los turistas incluso durante el periodo previo a los talibanes», admite. Los hechos acaecidos les han llevado a evaluar la situación para decidir si se cumplen los estándares necesarios para continuar con sus excursiones. Aún más sorprendente resulta la elección de Yemen, escenario de una pavorosa guerra civil desde hace una década. «Sólo visitamos un área muy limitada, la más tranquila y donde es fácil monitorizar las condiciones de riesgo», aduce. Eso sí, reconoce, «la seguridad nunca se puede garantizar, no importa dónde estés».
La estrategia de Lupine Travel se basa en el mantenimiento de «un robusto sistema de análisis sobre el terreno» para estudiar las circunstancias y así proteger a sus clientes. «Además de advertir, organizamos un 'briefing' al comienzo del viaje e imponemos estrictas reglas. Quien no las respete, será devuelto a origen. También nos reservamos el derecho a cancelar la expedición o a cambiarla en función de la situación», indica. Antes de elegir un destino inusual, Harris recomienda a sus clientes que se informen todo lo posible. «Es importante que comprendan las características del lugar que van a visitar», apunta.
Untamed Borders, otra agencia londinense especializada en viajes de aventura, trabaja en 30 países de Oriente Medio, Asia y África. «En todos ellos existen riesgos», advierte James Wilcox, su fundador. «Nosotros examinamos los riesgos, tanto la probabilidad como su gravedad. Y después buscamos el modo de mitigarlos. Si lo conseguimos, organizamos el viaje, si no, no lo hacemos».
Hay cierta osadía en los consumidores de estos viajes, pero, a juicio de Alberto Campa, no anida en ellos un espíritu suicida. «No nos desplazamos a lo loco», apunta este aventurero, quien afirma que los consejos del Ministerio de Asuntos Exteriores están desactualizados porque la situación sociopolítica de cada destino varía. «Irak ahora está mucho mejor, y yo crucé todo el Sahara y el Sahel en coche, pero ahora no recomendaría ir a Mali o Burkina Faso».
África parece un continente tan atractivo como convulso, pero las apariencias suelen esconder realidades más complejas. «Lo habitual es que los golpes de Estado generen caos, pero se suelen estabilizar en unos meses». En cambio, otros lugares que no suscitan ninguna preocupación son más cuestionables. «Hay barrios de Nueva York y Miami mucho más inquietantes que los países islámicos», alega Campa, que en el actual ranking del peligro destaca Haití. «Allí no hay ley, te pueden asaltar y matar cuando menos te lo esperas».
Ir por la vida y el planeta siempre alerta es su máxima. «Debemos tener cuidado siempre», sentencia, y disuade a quienes se creen protegidos por hallarse al amparo de una agencia. «No puedes viajar por el mundo creyendo que estás como en casa o en una capital europea. Tienes que saber dónde te metes y respetar a la gente local y sus costumbres». Por eso aconseja al viajero que extreme la precaución, se informe de la situación y respete las tradiciones o códigos de indumentaria.
Un tour por Mogadiscio, la trepidante capital somalí, es una de las ofertas más curiosas de este programa de lugares turísticos poco habituales. El itinerario exige la protección de numerosos guardias armados y rigurosas medidas de seguridad debido a los frecuentes y súbitos actos de violencia de Al Shabaab y las bandas criminales. «No iría», declara Campa, que sólo estaría dispuesto a aterrizar en la urbe, uno de los escasos destinos que aún no conoce, cuando pueda desplazarse solo. «Necesito relacionarme con la gente o curiosear en el mercado. Hay que saber cuándo ir para disfrutar del viaje».
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G. Elorriaga
Roge Blasco, referente del mundo viajero en Euskadi a través de 'Levando anclas', un programa radiofónico que impulsó la pasión por explorar el planeta, cree que acceder a cualquier país exótico exige, sobre todo, mucho interés. «Deben moverte las ganas de conocer», afirma. Dice que en los últimos 40 años, ese ímpetu ha sido desplazado por cierta banalización. «Se ha puesto de moda coleccionar destinos, buscar algo distinto y hacer fotos. Chernobyl, por ejemplo, se ha convertido en un parque temático. No aconsejo ir a lugares peligrosos. ¿Por qué? No tiene ningún sentido», señala.
Casi medio siglo lleva la empresa vasca ByblosTours conduciendo a sus clientes a parajes singulares de los cinco continentes. «Todos sabemos cuáles son los destinos de riesgo y no entiendo que haya agencias que los ofrezcan, me parece surrealista», advierte Ahmad Ezzeddine, su director de Operaciones. Y menciona países como Irak, Afganistán, Pakistán o Etiopía, que sufre una contienda desde hace tres años. Allí falleció el pasado lunes en el asalto de una banda criminal Toni Espadas, guía turístico y fundador de la agencia Rift Valley.
Algunas zonas de China, India, Turquía, México, Egipto o el Cáucaso, como Georgia o Azerbaiyán, constituyen algunas de sus propuestas, que considera «originales y exentas de toda amenaza para la integridad del forastero, aunque sufran cierta inestabilidad política». La difusión digital de algunos contenidos favorece esta tendencia a gozar de vacaciones en lugares potencialmente problemáticos. «He visto vídeos de unos chicos que ofrecen un proyecto de inmersión cultural en Baluchistán, en la frontera entre Irán y Pakistán, donde opera un movimiento separatista, integrista y violento. Es una absoluta locura»,
Las redes sociales abundan en testimonios visuales de jóvenes viajeros que recorren el mundo. Algunos incluso han llevado a cabo el temible tour por Mogadiscio, donde el blanco habitual suelen ser hoteles y restaurantes y se recurre a los coches bomba con efectos indiscriminados. «Se ha normalizado el viaje de riesgo por creadores de contenido que exhiben experiencias fantásticas para un público que busca poder decir que ha estado en lugares donde no va nadie».
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