Mujeres lavan y cuelgan ropa en la cubierta del barco reservada para ellas y sus hijos. Mahka Eslam

Las supervivientes del Mediterráneo

Las mujeres sólo representan el 8% de los migrantes salvados en el mar que les lleva a Italia, pero llevan a sus espaldas una carga añadida de dolor por las vejaciones sufridas durante el viaje

Sábado, 4 de marzo 2023, 13:00

No sólo hay viajes de placer. Para las miles de personas que, cada año, cruzan el Sáhara y esperan en las ciudades de la costa libia durante meses o años hasta conseguir embarcarse hacia Europa, escapar es, en muchos casos, la única opción para intentar ... seguir vivos. El trayecto en todos deja una herida, pero la cicatriz es particularmente indeleble en las mujeres. Aunque sólo representan el 8% del total de los migrantes que atraviesan el Canal de Sicilia para llegar a Italia, según los datos de 2022 de Acnur, son ellas las víctimas habituales de todo tipo de vejaciones. Especialmente expuestas están a su paso por Libia, etapa final en el peligroso viaje desde sus países de origen hasta que se juegan la vida una última vez tratando de cruzar el Mediterráneo Central. Muchos no lo logran: según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones, desde 2014 han fallecido o desaparecido más de 20.000 personas en esta ruta. Sumando los decesos en el Mediterráneo Oriental y Occidental, rozan ya los 26.000. A esa cifra habrá que sumar los más de 60 muertos y varias decenas de desaparecidos en el naufragio de esta semana en el sur de Italia de una embarcación zarpada desde Turquía.

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Decrichelle es una de las afortunadas supervivientes, aunque el precio que pagó por su odisea fue altísimo: le tocó dejar en el desierto el cadáver de su hija. «Me duele pensar que yo estoy a salvo y a ella la dejé allí», cuenta esta camerunesa de 32 años socorrida el pasado mes de diciembre por el barco humanitario 'Geo Barents', fletado por Médicos Sin Fronteras (MSF). Como le ocurre a tantas otras inmigrantes, fue la convivencia con hombres violentos la que azuzó a Decrichelle la necesidad de comenzar una nueva vida. Tras un primer matrimonio forzado con un marido que le pegaba, a la muerte de éste la familia la obligó a casarse con el hermano del difunto, un alcohólico que recurría igualmente a la violencia. Dos abortos le provocaron aquellas palizas, tras una de las cuales agarró a su niña de seis meses y escapó. Fue un viaje demasiado duro para la pequeña, que enfermó y, debido a la falta de medicinas y de cuidados médicos, falleció en el desierto entre Argelia y Níger.

La camerunesa Decrichelle, con la mirada perdida en el barco tras un periplo infernal desde su país. Mahka Eslam

«Una inmensa e inconsolable tristeza»: eso fue lo de que le dejó la pérdida de la bebé. Pese al dolor, consiguió seguir caminando con la intención de cruzar el Mediterráneo para llegar hasta Europa, pero fue detenida y enviada a prisión, de la que salió para ser llevada a un lugar donde la obligaban a prostituirse. Finalmente pudo hacerse a la mar y, tras el rescate, desembarcó en el puerto de Salerno, cerca de Nápoles. «Quiero un lugar donde pueda vivir como una persona normal de mi edad. Pero no es el caso, demasiado sufrimiento, demasiado estrés. Quiero poder dormir por la noche», contó Decrichelle a los miembros de MSF, que han prestado asistencia a más de 85.000 personas en el mar desde 2015.

  1. Christelle (Camerún)

    Secuestrada por Boko Haram

Junto a la camerunesa Decrichelle también desembarcó en Salerno otra mujer de su país, Christelle, de 36 años, que escapaba igualmente de un marido violento. Tras separarse de él fue secuestrada por miembros del grupo terrorista islamista Boko Haram, que la llevaron con ellos a Nigeria. Cuando logró escabullirse emigró hacia Libia con la idea de iniciar una nueva vida en Europa, para lo que tuvo que cruzar el Sahara, lo que no fue fácil.

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«A la entrada a Libia, durante la noche, nuestros guías nos violaron y dispararon. Nos dispersamos, nos perdimos y acabamos encontrando a dos niños que no hablaban francés. Sus madres habían desaparecido. Pasamos tres días buscándolas antes de dejar a los niños solos», comentó Christelle, detenida a su llegada a Libia tras pasar dos semanas en la carretera. «Nos metieron en la cárcel. Yo no tenía a nadie a quien llamar para traer dinero y que me liberaran. Un hombre decidió ayudarme y pagó por mí. Después hice un contrato de seis meses con él. En prisión me di cuenta de que estaba embarazada, pero perdí al niño. Fue un alivio».

Christelle intentó en dos ocasiones cruzar el Mediterráneo Central. La primera vez no duró ni media hora en el barco, porque los guardacostas libias descubrieron la embarcación y metieron a todos los migrantes de nuevo en la cárcel. Tras ser liberada se hizo a la mar una segunda vez y en esta ocasión tuvo más suerte: su embarcación se topó con la 'Geo Barents'.

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  1. Sarah (Etiopía)

    Huyendo de la guerra

A bordo de esta nave humanitaria Christelle coincidió con Sarah, originaria de la región de Tigray, en Etiopía. Como tantos de sus compatriotas, esta joven de 25 años se vio obligada a abandonar su tierra debido al conflicto interno que estalló en este país del África oriental hace dos años. Emprendió su viaje, con Sudán como primera parada, cuando empezaron los bombardeos en su ciudad. A ella le pillaron las explosiones trabajando y echó a correr para salvar la vida sin poder reunirse con su hijo, que estaba en otra parte de la población. «No pude traerlo conmigo. Ahora tiene ocho años de edad y sólo he hablado con él una vez en casi un año. Todavía no hay red telefónica en la zona y no puedo llamarle. Sé que algunos de mis parientes le cuidan, pero no hay día en que no piense en él. Estoy preocupada por mi hijo. No sé cómo está o qué está haciendo».

Sarah pasó primero unos meses en Sudán, donde esperaba encontrar un trabajo que le permitiera enviar dinero a su familia en Etiopía, pero fue encarcelada debido a su condición de inmigrante irregular. Tras ser liberada, decidió seguir el camino hacia Libia. «Viajé con un grupo de personas de las que no conocía a ninguna. Pasamos cinco días en el desierto». En el país norteafricano fue nuevamente encerrada, en esta ocasión en dos prisiones distintas donde eran habituales las palizas y maltratos. «Nos golpeaban, pero nos mantenían con vida sólo para sacarnos dinero. Al final me soltaron porque no podía pagar otro rescate. Llegué a la costa unos días más tarde y embarqué en un bote de goma con muchas otras personas para cruzar el mar». Fue en esa embarcación donde la encontró el equipo de rescate del 'Geo Barents'.

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  1. Bintou (Costa de Marfil)

    Un futuro para sus dos hijas

Junto a Sarah desembarcaron en el puerto de Salerno Bintou, de 42 años, y sus dos hijas, Miriam y Kadi, de 20 y 18 años. Fue la voluntad de que sus hijas no se vieran obligadas a casarse a la fuerza, como le ocurrió a ella, lo que llevó a Bintou a dejar su casa en Costa de Marfil tras quedarse viuda. A su llegada a Libia las tres vivieron el habitual calvario por el que pasan los migrantes en el país norteafricano. «Como no hay gobierno, todo el mundo es policía. Incluso cuando te detienen no sabes quién es el verdadero policía. Nos cogieron y nos metieron en una pequeña cabaña a los hombres y a las mujeres, todos juntos. Fue muy duro. Pero los jóvenes rompieron la puerta y nos escapamos».

Tras diversas peripecias, finalmente Bintou y sus hijas consiguieron subirse a una embarcación para alcanzar el sueño europeo. «Quiero enviar a mis hijas a la escuela. No quiero que se casen a la fuerza como yo, ni que tengan mi misma vida», contó tras ser rescatada. Bintou y las otras migrantes cuyos testimonios aparecen en este texto fueron retratadas por las fotógrafas Mahka Eslam, de Irán, y Nyancho Nwanri, de Nigeria, invitadas por MSF a subirse al 'Geo Barents' para documentar las historias de las mujeres que pretenden cruzar el Mediterráneo Central.

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A la citada ONG le va a resultar más difícil realizar esta labor humanitaria con la aprobación el pasado 23 de febrero en el Senado italiano del decreto ley que obstaculiza las operaciones de salvamento a inmigrantes en el Canal de Sicilia. Promovido por el Gobierno derechista de Giorgia Meloni, el reglamento contempla sanciones de hasta 50.000 euros y dos meses de inmovilización del barco. MSF y el resto de las ONG que operan en el Mediterráneo criticaron la normativa, pues a su juicio sólo sirve para dificultar el socorro, por lo que puede suponer un aumento en el número de inmigrantes fallecidos. De momento sus efectos ya se han hecho sentir en el 'Geo Barents': pocas horas después de la aprobación del decreto ley, llegó al barco una notificación informando de que quedaba inmovilizado en el puerto siciliano de Augusta durante 20 días y que le había caído una multa de hasta 10.000 euros.

Pese a la criminalización que este decreto ley supone para las ONG, la realidad es que estas embarcaciones rescatan únicamente al 8% de las personas que llegan a Italia cruzando el Mediterráneo. El 92% restante lo hace tras haber sido socorridos por naves de la Guardia Costera o la Marina de Italia o por sus propios medios. Son más de 14.400 los migrantes y desplazados que han arribado a las costas italianas entre principios de año y el 28 de febrero, según los datos oficiales. Más allá de la retórica de 'mano dura' de Meloni, lo cierto es que en el mismo período de 2022 desembarcaron 5.400 (casi tres veces menos).

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