Sue Gray, la fontanera de Downing Street
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El líder laborista británico Keir Starmer ha prometido a esta veterana funcionaria la jefatura del Gabinete, un puesto que implica un gran poderPerfil ·
El líder laborista británico Keir Starmer ha prometido a esta veterana funcionaria la jefatura del Gabinete, un puesto que implica un gran poderEl 10 de Downing Street necesita un decorador que modernice su interior. La residencia del 'premier' británico desde 1735 sufre los achaques de tres siglos de existencia caracterizados por el constante trasiego de moradores, reuniones al máximo nivel y crisis periódicas. Pero ninguno de sus ... inquilinos puede asumir esa operación, que requeriría años de trabajo, dada la inestabilidad de los últimos tiempos. Curiosamente, en esta época de breves estancias resalta la permanencia durante dos décadas de una mujer que parece saberlo todo de los gobiernos y los ministros, sus grandezas y debilidades. Tories y laboristas van y vienen, mientras que Sue Gray, de 66 años, permanece. Si las encuestas no se equivocan, este próximo jueves, Keir Starmer recuperará el ejecutivo para la izquierda. Y ella, como su anunciada jefa de Gabinete, se convertirá en una de las mujeres más poderosas del Reino Unido.
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Nada hacía prever ese irresistible ascenso hacia la cúpula del ejecutivo británico. En realidad, hay cierta atmósfera dickensiana en la biografía de esta veterana funcionaria. Hija de emigrantes irlandeses, creció en Tottenham, el multicultural barrio septentrional de Londres donde en 2011 estallaron los graves disturbios interraciales. El fallecimiento de su padre, anticuario de profesión, complicó las finanzas familiares y la privó de una formación universitaria. A mediados de los setenta entró en el Servicio Civil, la Administración Pública, donde se le auguraba una trayectoria larga y anodina en los departamentos de transporte, salud, trabajo y pensiones.
Pero las historias ambiciosas tienen inesperados giros de guión. En 1980 Gray abandonó su burocrático trabajo para regresar a su tierra natal y casarse con Bill Conlon, un cantante local de country, género popular en la isla, y regentar un bar en Newry, localidad fronteriza especialmente afectada por el conflicto norirlandés. Esta decisión, un tanto bizarra, ha alimentado teorías conspiratorias que le adjudicaban algún tipo de relación con las agencias de inteligencia y la lucha antiterrorista.
No se sabe qué ocurrió realmente en aquel pub, pero lo cierto es que, un año después, regresó a Londres para reanudar su oficio. En la década de los noventa dirigió un centro de empleo en Cricklewood, al noroeste de la capital. Sí, la narración se volvía de nuevo un tanto gris, aunque tan sólo durante la década los noventa. A finales de siglo, oh, sorpresa, se incorporaba a la Oficina del Gabinete como directora del equipo de ética y decoro.
Esta labor de supervisión le otorgó una relevancia mucho mayor de lo que cabía pensar dado su título, y es que aquella mujer de mediana edad, discreta y eficiente, se arrogaba, de repente, una enorme facultad para determinar el rumbo político de altos cargos implicados en turbios asuntos. No se trataba de casos puntuales. Ya conocemos la propensión de los dirigentes para ensuciarse sus manos y la de aquellos que los rodean.
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A Sue no le faltó el trabajo. Entre otros asuntos, intervino en el escándalo Plebgate, que costó el cargo a Andrew Mitchell, jefe de la bancada tory, o las acusaciones contra el parlamentario Damian Green, acusado de utilizar medios informáticos públicos para negocios privados. Su habitual discreción se quebró cuando en 2018 fue nombrada secretaria permanente del Departamento de Finanzas en el Ejecutivo de Irlanda del Norte. En esta ocasión, el regreso a los orígenes resultaba mucho más osado. Dos años después, su pretensión de ser nombrada jefa del Servicio Civil en Irlanda de Norte no llegó a buen puerto. Al parecer, como ella mismo reveló, el temor a que se arrogara demasiado poder le cerró las puertas.
La vuelta a Whitehall, sede de la Oficina del Gabinete, la situó de nuevo en el ojo del huracán. En diciembre de 2021 cuando ella regresó y asumió su antiguo empleo, los británicos, que habían sido obligados a mantener una rigurosa reclusión para combatir la pandemia, clamaban contra el primer ministro. Los medios de comunicación habían difundido imágenes de una docena de reuniones de Boris Johnson con los suyos en las que se habían violado las medidas del confinamiento y abundado el alcohol.
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Las elucubraciones sobre su relación con los implicados son numerosas y, una vez más, no hay pruebas. Como en una buena serie británica de naturaleza política, se especuló con presiones mutuas entre el premier y la mujer que preserva la ética pública, con promesas de cargos para desviar las responsabilidades. También se habló de atmósferas envenenadas con el rumor de que entró en colisión con Simon Case, entonces jefe del Gabinete. En cualquier caso, la ola del descrédito era tan elevada que se llevó consigo a todos los afectados, incluido el propio Johnson.
Gray sustituyó a Case, pero el 2 de marzo renunció y dos días más tarde, pasaba a la sombra de la oposición al convertirse en jefe de gabinete del Partido Laborista. No había osadía alguna. La funcionaria no se arriesgaba y apostaba a caballo ganador. El gobierno de Rishi Sunak boqueaba y ella ya había decidido que esta vez sí, que accedería al techo del aparato, allí donde sólo se rinde cuentas ante el primer ministro.
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Si se confirma su victoria, tal y como aseguran las encuestas, la izquierda recuperará el ejecutivo tras más diez años de mayoría conservadora con un equipo que se supone bisoño y que puede errar fácilmente. La jefa de gabinete proporciona experiencia y un conocimiento preciso de las cañerías del edificio. Todos los que la han tratado aseguran que nadie como ella sabe desfacer entuertos y volatilizar documentos, pactar con la Justicia y defender a brazo partido a los suyos, sean quienes sean. La hija de inmigrantes llega a un cargo masculino y que, habitualmente, han detentado licenciados en Oxford y Cambridge. Starmer estará contento y Dickens, también.
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