La esperanza se desvaneció en Sudán el 15 de abril del pasado año. La ilusión en un futuro distinto, el deseo de crear un Estado de Derecho, la apuesta por la paz y la democracia, se ahogaron en el Nilo Blanco o, quizás, en el ... Azul. Los ciudadanos de Jartum, una de las mayores ciudades del continente africano, se despertaron con el estruendo de la artillería. Aquel día, los milicianos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) atacaron las bases del Ejército, que respondió con bombardeos sobre la ciudad. Mañana se cumple un año de lo que se ha llamado la Tercera Guerra Civil Sudanesa. A lo largo de este periodo, ocho millones de sudaneses, más del 15% de la población, han abandonado su hogar. Hemos contactado con medios de la cooperación internacional que aún permanecen en el país para conocer los hechos que han provocado la mayor catástrofe humanitaria de nuestros días.
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Ya no hay un Sudán, sino varios territorios con realidades diversas. Las milicias controlan gran parte de Darfur, al oeste, el área metropolitana de Jartum y zonas del centro como la provincia de Al Jazirah, considerado el granero del país y actualmente sometida a una contraofensiva. Las Fuerzas Armadas mantienen el dominio sobre el resto y han convertido Port Sudan, en el Mar Rojo, en la nueva capital de facto. Nuestros interlocutores residen en esta urbe que ha pasado de 300.000 a 900.000 habitantes a lo largo de los últimos doce meses. «Aquí la vida es normal», aseguran. ««Lo que ha ca0mbiado es que ahora todas las matrículas de los coches son de la capital porque ha habido dos grandes olas de desplazados. Los que han llegado viven en casas con alquileres muy elevados y los precios del mercado también resultan muy altos. La comunidad extranjera es escasa. No hay embajadas de la Unión Europea y tan sólo representación de agencias de Naciones Unidas».
La situación es muy diferente en la capital, una megápolis con ocho millones de habitantes que, hasta hace un año, había permanecido felizmente ajena a los constantes conflictos bélicos que ha padecido Sudán desde su independencia en 1955. Las RSF ocuparon Jartum, Jartum Norte o Bahari y Omdurman, los tres núcleos urbanos. «Se sucedieron los saqueos y la violencia contra los civiles. La gente aparecía asesinada en el interior de sus viviendas. Incluso se ha producido el enrolamiento forzado de jóvenes, del que sólo se libran pagando un rescate», explican. Las consecuencias de esta conquista afectan a todo el territorio. «Sudán está muy centralizado, lo que ha provocado, por ejemplo, el colapso de todo el sistema educativo», indican y aseguran que sólo ahora se ha reorganizado.
La burguesía y los líderes del movimiento democrático huyeron tan pronto estalló la contienda. Quienes no han podido escapar, permanecen en circunstancias muy precarias. La mayor parte de los vecinos de Jartum ha perdido el empleo y los comités de resistencia que antes se manifestaban en pro de sus derechos ahora recolectan dinero para organizar ollas populares. «No reciben ayuda de ONGs y escasea el dinero metálico», explican. «Se recurre a las aplicaciones de los móviles para el pago. El mes pasado se produjo un colapso de las telecomunicaciones y cada bando achacaba a otro la responsabilidad».
La modernidad convive con la precariedad de tiempos remotos. «No hay agua corriente en los hogares y se distribuye por las calles mediante burros que tiran de cisternas». Aquellos que poseían medios abandonaron la capital en los primeros días, principalmente rumbo a Egipto o Sudán del sur. «Pero algunos han vuelto porque no encontraron ni trabajo ni ayuda, otros han partido hacia Uganda o Kenia». Las tropas regulares recuperaron Omdurman el pasado mes de febrero y, desde esta posición, bombardean el resto del área metropolitana. «Esta zona recibe provisiones a través de barcazas que navegan de noche por el Nilo».
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Abdelfatah al Burhan, jefe de las Fuerzas Armadas, y Mohamed Hamdan Dagalo alias Hemeti, comandante en jefe de las RSF, mantienen conversaciones de paz, pero los informantes no confían en su buena fe. «Sólo funcionan de cara a la galería porque no hay un deseo real de diálogo», lamentan. «Tras la conquista de Omdurman, el Ejército confía en la obtención de una victoria total y eso es inviable, lo que supone que no hay visos de solución».
La división política parece el futuro más plausible. «Tal y como ha sucedido con Libia», apuntan. Pero los sudaneses no están solos. En su drama confluyen muchos intereses vecinales. «Los Emiratos Árabes Unidos suministran armas a los rebeldes porque dominan los yacimientos de oro y uranio, tan necesario para llevar a cabo su transición energética», aducen. Los iraníes apoyan al gobierno proporcionando drones y Rusia, al parecer, lleva a cabo un doble juego. «Moscú se alinea con los militares, pero la compañía Wagner y el general Jalifa Hafter colaboran con el RSF». También Turquía está interesada en la zona y cuenta con un proyecto para recuperar el antiguo puerto de Suakin, donde pretende instalar una base militar.
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2011: Sudán del Sur se escinde de Sudán y, como consecuencia, este país pierde el 75% de sus recursos petrolíferos, su principal fuente de ingresos públicos.
2013: Protestas por la desaparición de los subsidios al combustible.
2018: Nuevas manifestaciones en contra del recorte de las ayudas para la compra de trigo. El pan duplica su precio.
2019: Golpe de Estado que provoca la destitución y enjuiciamiento del dictador Omar al Bashir. Se constituye un Consejo Militar Transitorio y, posteriormente, un Consejo Soberano con representación militar y civil. Se anuncian elecciones para 2022.
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2021: Nueva asonada que acaba con el gobierno. El comandante Abdelfatah al Burhan asume el poder.
15 de abril de 2023: Mohamed Hamdan Dagalo, alías Hemeti, ex vicepresidente del Consejo Soberano y líder de las milicias Fuerzas de Apoyo Rápido, emprende una insurrección armada en la capital Jartum. El comandante se apodera de la capital, gran parte de la región occidental de Darfur e inicia una rápida expansión por el centro del país.
Diciembre-enero de 2023: Las RSF se apoderan del estratégico estado de Al Jezirah, el granero sudanés.
Febrero de 2024: El Ejército se apodera de Omdurman, uno de los tres núcleos del área metropolitana de Jartum.
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Marzo de 2024: Las Fuerzas Armadas inician la contraofensiva en el centro del país. Naciones Unidas advierte que 18 millones de personas se enfrenten a la hambruna y que nos encontramos ante la mayor crisis humanitaria de la actualidad.
15 de abril de 2024: La Tercera Guerra Sudanesa cumple un año sin atisbos de una solución a corto plazo.
Las consecuencias de la contienda también se extienden a Sudán del Sur. La economía de este país depende de las exportaciones de petróleo a través de los oleoductos situados en zonas afectadas por la contienda y, recientemente, el flujo fue interrumpido debido a los combates. El resultado ha sido desastroso ya que provocó impago de salarios de los funcionarios y la caída en la recepción de alimentos, que deben ser forzosamente adquiridos en el exterior.
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Pero lo peor está por venir. La actividad económica se ha paralizado y la población se ha convertido en víctima de ambos bandos y, tal y como denuncia Médicos sin Fronteras, las tropas regulares impiden el acceso de medios a las zonas en manos de sus enemigos. Según datos de la organización difundidos esta pasada semana, 25 millones de personas precisan de ayuda humanitaria y 18 millones sufren hambre, con regiones en las que ya se sufren condiciones de malnutrición catastrófica. La primavera también supone una amenaza. «A partir de abril las temperaturas aumentan y pronto podemos llegar a los 45º. Aquí se precisa fuel para generar energía eléctrica y las RSF dominan los centros que producen el 40% del combustible».
Los hidrocarburos se hallan en la raíz de esta crisis. La secesión de Sudán del Sur despojó a Sudán del 75% de sus ingresos al respecto. «El Fondo Monetario Internacional intentó ayudar a la república, carente de medios, y se decidió retirar los subsidios a bienes básicos como el gasóleo o la harina. El euro pasó de cambiarse a 600 a 1.200 libras, las protestas populares se extendieron y llevaron al colapso del régimen».
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La caída del dictador Al Bashir dio paso a la constitución de un Consejo Soberano de Transición «formado por personas honestas que dieron pasos en una dirección positiva». Pero la elite castrense se negaba a ceder el poder. «En 2021, los ahora rivales se pusieron de acuerdo para eliminar a los civiles de esa plataforma», acusa.
Los antiguos aliados se convirtieron en acérrimos enemigos en su empeño por mantener privilegios. Como sucede en Egipto, el aparato castrense posee una compleja red de empresas y propiedades. «Pero allí existe una minoría ilustrada que las gestiona», aducen nuestros portavoces. El Cairo tampoco posee ningún interés en propiciar el restablecimiento del orden. «Temía el contagio de las protestas democráticas», explican. Las Fuerzas de Apoyo Rápido se han arrogado la protección del proceso de democratización. «Hemeti acusa a las tropas regulares de apoyar corrientes islamistas y autoritarias, pero nadie cree sus postulados porque, además de colaborar en la represión de Al Bashir, han cometido numerosas atrocidades a lo largo de los últimos doce meses, especialmente en Darfur», arguye.
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Sudán constituyó la última y tardía expresión de la Primavera Árabe. La irrupción de las protestas en 2019 parecía alentar un gobierno que aprendiera de los errores cometidos en el norte de África y Oriente Medio. Sin embargo, como ha sucedido en los episodios precedentes, los radicales de uno y otro signo desplazaron a los agentes de cambio. El economista Abdallah Hamdok, cabeza del movimiento popular, advierte que la situación puede desembocar en un caos similar al experimentado en Libia o Siria. ¿Existe alguna posibilidad de que los civiles retomen el frustrado proceso de democratización? «No, no cabe una tercera vía», sentencian nuestros interlocutores.
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