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Zigor Aldama
Enviado especial. Leópolis
Miércoles, 27 de abril 2022, 00:07
La noche del 15 de marzo Ivan Hunchenko tuvo un mal presentimiento. Por eso, al día siguiente pidió permiso a su superior para abandonar un momento su trinchera en los bosques de la localidad de Moshchún y buscar cobertura para su móvil. «Llamé a mi ... mujer y le dije que había tenido una pesadilla, pero ella me tranquilizó diciendo que no me preocupase, que me protegen ella y un ángel de la guarda». A ese último se aferra para explicar por qué sigue con vida después de que dos granadas le volaran parte de las piernas una semana después.
«Ese mismo día, cuando hablaba por teléfono, descubrí que los rusos estaban a solo 40 metros de nosotros. Envié las coordenadas para que la artillería apuntase correctamente y logramos destruir cuatro de sus morteros y matar a varios de ellos», recuerda en el hospital militar a las afueras de Leópolis en el que espera la enésima operación para que pueda volver a caminar dentro de un año. Se celebra la Pascua Ortodoxa y hemos logrado colarnos pasando por sus familiares. «El combate fue duro, pero los rusos y los chechenos se retiraron, y logramos mantener la posición, que fue clave para evitar que entrasen en Kiev», explica.
No obstante, la alegría fue breve. Los rusos se reagruparon y la Brigada de Artillería 72, a la que pertenece Hunchenko, se vio desbordada. «Comenzamos la guerra con veintisiete hombres y el día que me hirieron quedábamos solo nueve porque habíamos sufrido muchas bajas. Así que pedimos refuerzos», cuenta.
Se les sumaron varios efectivos de otra brigada y juntos cavaron una trinchera a pocos metros del enemigo, que utilizó helicópteros de ataque y cazas en un infructuoso intento por tomar la capital en pocos días. «La tapamos bien y por la noche escuchamos cómo los rusos merodeaban por encima. En ese momento temí que nos cogiesen prisioneros», comenta, subrayando que los chechenos a los que se enfrentaba no son conocidos precisamente por su amabilidad.
Despertó con los primeros disparos del día, que pronto se convirtieron en proyectiles de artillería. «Los rusos trataron de rodearnos y lograron herir a varios oficiales. Nuestra ametralladora dejó de funcionar tras dos recargas y decidimos batirnos en retirada para reagruparnos», cuenta. Por un momento, pensó que perderían su posición. «Pero contraatacamos y fueron los rusos quienes tuvieron que retroceder». En este macabro tango, la brigada de Hunchenko alcanzó la posición enemiga. «Nos sorprendió ver que habían quemado los cuerpos de sus compañeros caídos para dejarlos allí tirados», afirma, orgulloso porque lograron matar a un mayor del Kremlin.
Pero en su nueva posición, Hunchenko y su compañero Maxim resultaron heridos en la siguiente ofensiva rusa. «Él cayó seco y empezó a sangrar por los ojos, la nariz y los oídos. Creí que estaba muerto. Entonces sentí un calor intenso en la pierna derecha. No escuché la detonación de la granada ni sentí un gran dolor, pero traté de moverme y entendí que no podía seguir combatiendo ni acercarme a mis compañeros», relata.
Un vídeo que él mismo tomó muestra cómo parte de la carne de su muslo había desaparecido. Y fue entonces cuando otra granada impactó junto a su pierna derecha, dejando al descubierto hasta el hueso: «Me hice el muerto y esperé a que los rusos se retirasen para pedir ayuda». Dos torniquetes impidieron que se desangrase. Aquel día fallecieron ocho compañeros. Y otros se salvaron por los pelos. El propio Maxim es uno de ellos, aunque permanece en coma hasta hoy. Otro recibió un balazo en la cabeza, pero el casco lo mantuvo con vida. «Era estadounidense», apostilla con una sonrisa y el pulgar en alto. En el otro extremo, el soldado cifra en más de diez las bajas rusas de aquel combate que se alargó durante una semana y cuyas heridas se aprecian en edificios ennegrecidos y reducidos a escombros.
Es la segunda vez que Hunchenko se enfrenta a soldados rusos. Los combatió en 2015 en el Donbás y no dudó en volver a presentarse a filas cuando la invasión comenzó el 24 de febrero. «Al principio me alisté en las Defensas Territoriales –nutridas por ciudadanos corrientes–, donde descubrimos a dos traidores con granadas que trabajaban para los rusos. Pero me llamaron cinco días después para entrar a filas».
Preguntado por su opinión sobre los combatientes enemigos, es honesto y reconoce que no les tiene inquina. De hecho, incluso parece que se compadece de ellos «porque no sabían a dónde iban». En su opinión, «Putin ha hecho creer a los rusos que no había una guerra», y ha sido efectivo con la propaganda. Además, asegura que sus tropas no están preparadas para el combate. «No porque algunos sean muy jóvenes, sino porque están mal entrenados. El ruso parece un ejército formidable, pero es pura fachada. Muchos de los militares no cuentan con la protección personal necesaria, lo que les impide luchar en el frente. Y los chechenos se han labrado una imagen de fiereza que los ucranianos hemos revelado irreal», sentencia.
Hunchenko señala que muestra de ello es el gran número de tanques, blindados y helicópteros que han destruido. Pero también reconoce que parte del armamento ucraniano está obsoleto. «La artillería, por ejemplo, es de la Unión Soviética. Funciona con cuadrantes y es poco precisa. Por eso necesitamos sistemas más avanzados de Occidente». Recrimina a las potencias occidentales que no vayan «más allá de la retórica» y que solo cuando hay miles de muertos comiencen a enviar un armamento que podría haber acortado sustancialmente la guerra. «Ya hemos visto que con expresar lástima no basta. Esto no ha ayudado. Ha llevado a la guerra total».
A pesar de todo, Hunchenko tiene claro que, si la guerra no ha acabado para cuando pueda volver a caminar, volverá a empuñar su kalashnikov. De momento, tiene por delante meses duros. «Éste es el cuarto hospital en el que estoy. En cada uno me han realizado operaciones diferentes, y todavía me quedan unas cuantas», cuenta, antes de mostrar orgulloso su último tatuaje: hace dos días grabó para siempre en su corazón el escudo del país. Y, como hace el resto de soldados ucranianos, confía en que Rusia saldrá derrotada y no logrará hacerse con el Donbás. Eso sí, sobre Crimea tiene dudas. «Eso lo decidirán los políticos, no los militares».
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