Rusia echa tierra sobre sus gulag
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El Kremlin quiere borrar el recuerdo de los campos de trabajo y confinamiento estalinistas, donde millones de personas fueron enviadas al paredónEl dictador comunista Iósif Stalin instauró el Comisariado del Pueblo para Asuntos de Interior (NKVD por sus siglas en ruso), y aquello fue el germen de su policía y del principal instrumento de su espeluznante política represiva. El NKVD, luego llamado Comité de Seguridad Estatal ( ... KGB), creó su propio sistema carcelario a través de la llamada Dirección General de Campos y Colonias Penitenciarias (GULAG), palabra que terminó transformándose en acrónimo para referirse a aquellas remotas cárceles, la mayoría en el norte de Siberia, en donde el frío, el hambre y el trabajo sin descanso dejaban pocas posibilidades de supervivencia a los reclusos. El escritor Alexánder Solzhenitsin fue uno de los que escapó a aquel infierno y pudo contarlo en su crucial obra 'Archipiélago Gulag'.
Stalin convirtió la Unión Soviética en un enorme cementerio, enviando a millones de personas al paredón y llenando a rebosar los gulag. Y no todos eran disidentes o traidores vendidos al enemigo. No hay datos fidedignos del número de ciudadanos soviéticos que murieron o sufrieron persecución por orden del sanguinario déspota. Algunos historiadores hablan de más de 40 millones de víctimas y le sitúan entre los principales criminales políticos de todos los tiempos. La organización rusa de derechos humanos 'Memorial', ahora prohibida, reduce considerablemente la cifra y calcula que fueron 12,5 millones los represaliados por Stalin, de los que 4 millones habrían resultado muertos.
Tras la desintegración de la URSS salió a la luz un informe dado a conocer durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) tras permanecer en secreto. Fue el entonces secretario general Nikita Jrushiov quien detalló que dos millones de personas fueron enviadas a los campos de concentración entre 1935 y 1940, de los que 700.000 fueron fusiladas por ser «enemigos del pueblo». Jrushiov aseguró también que el dictador ordenaba personalmente torturas, pero tanto él como sus sucesores siguieron enviando a gente a los correccionales.
«A diferencia de los campos de concentración nazis, muchos de ellos ahora museos en recuerdo de las atrocidades allí perpetradas, Rusia no ha seguido la misma tradición. En algún lugar lejano de la taiga siberiana hay rastros de gulags, pero no son visibles e incluso terminan desapareciendo con el tiempo», considera el director de 'Memorial' en la República Checa, Stepan Cernousek. Lo mismo ocurre, dice, «en relación con la represión: a primera vista no es visible en Rusia, pero existe en el subconsciente de la sociedad y esta contradicción no se resuelve, afecta a lo que está sucediendo ahora».
El equivalente actual de aquellos campos, según el escritor ruso Serguéi Lébedev, son colonias de trabajo como la de Jarp (Ártico), donde murió el líder opositor ruso Alexéi Navalni el pasado 16 de febrero. «Su muerte significa que el Gulag todavía existe (…) yo estuve allí, trabajé allí, es una región repleta de ellos, una tierra llena de muertos. Allí, cerca de Salejard, comienza la terrible línea férrea 501, la llamada vía de los muertos», afirma. «Es el último gran proyecto estalinista, una enorme construcción sobre huesos», recalca el escritor ruso, que lamenta que muchos archivos del Gulag siguen bajo secreto.
«Después de 1991, los archivos se abrieron por un tiempo: pequeños grupos de personas tuvieron acceso a ellos, algo se filtró, pero luego los servicios secretos cerraron de golpe esta ventana. La cuestión de la responsabilidad por los crímenes soviéticos en general debería haber sido el asunto político más importante en el tránsito postsoviético, pero no se abordó a fondo», estima Lébedev. Incluso algunos historiadores como Serguéi Prudovski sostienen que muchos documentos sobre lo que sucedió en los gulags fueron destruidos.
En febrero de 2020, Prudovski exigió al Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB, antiguo KGB) desclasificar los nombres de los miembros del NKVD involucrados en las ejecuciones sumarísimas de 1937, en las que fueron fusiladas 21.000 personas, lo llevó después ante la Justicia y perdió la querella ante el Tribunal Supremo. El presidente Vladímir Putin cree que sacar a la luz detalles y nombres de la represión estalinista, que él mismo ha condenado, sólo logra «dividir y enfrentar» a los rusos.
En 2010, surgió la idea de reconstruir como museo el Gulag de la ciudad ártica de Vorkutá, uno de los más grandes. Se planeaba crear una réplica exacta, con los barracones, duchas, celdas de castigo, torres de vigilancia y cinco filas de alambre de espino. Pero el proyecto no prosperó. Lo que sí permitieron las autoridades rusas fue abrir en Moscú en 2015 el Museo de la Historia del Gulag, una exigua exposición que trata de recrear el tenebroso ambiente de los campos de trabajo. Pero el cerrojazo a los archivos impide exhibir documentos clave en un museo que ha sido objetivo de los vándalos.
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