R. C.
Moscú
Jueves, 1 de agosto 2019, 16:01
El final del tratado de desarme nuclear INF entre Estados Unidos y Rusia a partir de estee viernes no coge por sorpresa a Moscú, que ya tiene nuevas armas listas para desplegar. Anunciado en febrero por el presidente estadounidense Donald Trump, el proceso de retirada ... de este acuerdo sobre los misiles de capacidad nuclear de alcance intermedio (de 500 a 5.500 kilómetros) llega a su fin sin que Rusia haya destruido, como lo exigía Washington, las armas acusadas de violar el tratado. Al contrario, el presidente ruso, Vladimir Putin, ratificó, a principios de julio, la salida de Rusia en la participación del tratado.
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Washington denuncia desde 2014 que Moscú desarrolla sistemas que infringen el tratado INF. El misil de la discordia, el 9M729, tiene un alcance de unos 1.500 km según la OTAN, y de unos 480 kilómetros según Moscú. «Rusia ha estado tonteando durante mucho tiempo, primero negando que este misil existe, y luego reconociendo su existencia pero diciendo que respetaba el acuerdo», aseguró a la AFP el analista militar Alexander Golts.
Cuando Estados Unidos llevó a cabo sus amenazas y Trump afirmó su intención de abandonar el tratado, en octubre de 2018, Rusia no hizo nada para intentar retenerlo. De hecho, altos responsables rusos criticaban desde hacía años el tratado INF, que consideraban beneficioso para Washington. Se impuso en el Kremlin la idea de que Rusia no necesitaba el acuerdo.
«Desde 2007, cuando Rusia se retiró del tratado FACE (sobre las armas convencionales en Europa), el ejército ruso y el Kremlin decían que el tratado INF no era un buen acuerdo, que no era justo», recuerda a la AFP el experto independiente Pavel Felgenhauer.
En Moscú, el tema volvía siempre a la actualidad en cada nuevo anuncio de despliegue de un sistema de defensa antimisiles estadounidense en Europa o Asia. Para Washington, estos sistemas son únicamente defensivos, pero para Rusia se trata de una amenaza a sus puertas. Por eso no sorprende que el Kremlin anunciara tan rápidamente nuevos misiles, desde que fue oficial la voluntad de Estados Unidos de abandonar el tratado INF.
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«Ahora que el tratado está acabado, vamos a ver el desarrollo y el despliegue de nuevas armas», asegura Pavel Felgenhauer, para quien «Rusia ya está preparada».
Estas nuevas armas, mencionadas por primera vez por Putin en diciembre de 2018 ante los altos rangos del ejército, fueron detalladas en febrero, durante una reunión entre el presidente ruso, el jefe de la diplomacia, Serguéi Lavrov, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu.
Además de la creación de un misil terrestre de medio alcance, Moscú tiene la intención de desarrollar una versión terrestre de los misiles Kalibr, hasta ahora utilizados por la Marina y probados con éxito en Siria, donde el ejército ruso interviene desde 2015 en apoyo al régimen de Bashar Al Asad.
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Pero Rusia tiene limitaciones: tiene problemas para salir de la crisis en la que está sumida desde 2014 y su presupuesto militar es 10 veces inferior al del ejército estadounidense. El desarrollo de nuevos misiles tiene que hacerse «sin aumento del presupuesto de Defensa», precisó a su ministro de Defensa Putin, quien ha criticado varias veces la carrera «frenética» armamentística.
El último presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, advirtió este jueves de que la renuncia por parte de EE UU al INF «hará que la política mundial sea impredecible y caótica. Según informa EFE, Gorbachov firmó el tratado con el entonces presidente de EE UU, Ronald Reagan, el 8 de diciembre de 1987.
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Gorbachov, de declaraciones a la agencia Interfax, subrayó que la expiración del primer tratado de desarme de la Guerra Fría «dinamitará no sólo la seguridad de Europa, sino de todo el mundo». «Aún teníamos puestas esperanzas en nuestros socios, pero, lamentablemente, no se han justificado. Creo que ahora está bien claro que la seguridad estratégica ha sufrido un revés», comentó.
Dadas las circunstancias, Gorbachov instó a intentar salvar el tratado START III, el pacto de reducción de armamento estratégico ofensivo que fue suscrito en 2010 y expira en 2021. «A la vista de las declaraciones de los representantes de la Administración estadounidense, su destino no está nada claro. Si las partes tienen alguna reclamación o sospecha, hay que sentarse a la mesa de negociaciones», apuntó.
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