Robert Fico, la oveja negra de Bratislava

El autor de la investigación no llegó a verla publicada. El asesinato de Kuciak y su novia, abatidos por sicarios en el interior de su apartamento, supuso, hace cinco años, todo un 'shock' en el pequeño país centroeuropeo. Las manifestaciones demandando la dimisión del dirigente de ética cuestionable provocaron su caída.

Ahora bien, nada es evidente en Bratislava. La resiliencia de Fico, de 59 años, se ha mostrado excelente y los comicios legislativos del pasado 30 de septiembre demostraron que su autoridad, con o sin Trosková, sigue siendo determinante. El Smer-SD, su partido, consiguió el 23,3% de los sufragios, y se encuentra en posición de formar una coalición gubernamental y devolver al defenestrado a su anterior cargo.

No se trata de una buena noticia para la Unión Europea. Este teórico socialdemócrata se ha escorado hacia posiciones contrarias al apoyo a Ucrania y, en consecuencia, cercanas a la rusofilia del primer ministro húngaro Viktor Orban. El respaldo de Occidente a Kiev ha sido determinante para evitar su derrota. La quiebra del apoyo continental constituiría una amenaza para la supervivencia del país invadido y daría alas al Kremlin, empeñado en recuperar su influencia en las regiones de la antigua órbita soviética.

El ánimo de los vecinos de Ucrania ha cambiado tras año y medio de conflicto. La guerra ha afectado a los países vecinos, caso de Eslovaquia, empeñada, hasta el comienzo de las hostilidades, en acercarse a los niveles de desarrollo de sus aliados occidentales en la UE y la OTAN. La crisis económica, la pandemia y la contienda, han obstaculizado tal pretensión.

Ni una sola bala para Zelenski, aduce desafiante Fico, que, en un gesto de cara a la galería oriental, asegura que no apresaría a Putin si recalara en su país huyendo de una orden internacional de captura. Aunque resulta muy bajo el peso político de Eslovaquia, con una superficie similar a la de Aragón y cinco millones de habitantes, las declaraciones de su previsible primer ministro contribuyen a agrietar una coalición que ya ha experimentado fisuras con la posición reticente de Hungría o los problemas bilaterales de Polonia y Ucrania.

El caso de Fico, además, ilustra tanto la deriva de algunos Estados democráticos surgidos tras la desaparición del Telón de Acero como la curiosa trayectoria de sus dirigentes. La carrera del hombre fuerte de Bratislava comenzó en los años noventa en el seno del Partido Comunista, que lideró el país tras su secesión de Checoslovaquia. Se mantuvo fiel a la formación mientras experimentaba el lógico 'aggiornamento' de la época y se convertía en el Partido de la Izquierda Democrática, del que fue vicepresidente. Pero no era suficiente. En 1999 dirigió una escisión denominada Smer-SD, pretendidamente socialdemócrata e integrada en el Partido Socialista Europeo.

Su heterogénea fórmula lo condujo al poder en 2012 mediante sorprendentes alianzas con partidos de extrema derecha. El mensaje pretendidamente progresista no casaba con una política social conservadora. El vencedor de las recientes elecciones fue el representante eslovaco en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, sin embargo, expresa claramente su oposición a la inmigración, especialmente de origen musulmán, y la negativa al matrimonio gay. Las supuestas corruptelas, que hablan de un aparato financiero paralelo dentro del partido, y presuntas conexiones con el crimen organizado, le han granjeado la atenta mirada de los periodistas, a los que ha llegado a calificar como 'hienas idiotas'.

La última campaña ha descubierto la faceta más nacionalista y populista de Fico. El candidato se ha relacionado con la masa de electores a través de las redes sociales, con vídeos en los que, según sus detractores, mezcla noticias falsas con teorías conspiratorias y evidencia posiciones euroescépticas al afirmar que «desde el oeste nunca llega nada bueno».

La búsqueda de aliados puede atemperar su espíritu díscolo porque, entre otros, habría de seducir a moderados europeístas. Pero este hombre amante del culturismo y los vehículos caros es un verso suelto y puede hallar aliados en otros partidos extremistas de la Europa Oriental. Las consecuencias geopolíticas de este creciente fenómeno se antojan imprevisibles.