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Rafael M. Mañueco
Rusia
Lunes, 14 de septiembre 2020, 19:33
El presidente ruso, Vladímir Putin, le dijo ayer a su homologo bielorruso, Alexánder Lukashenko, nada más reunirse en la ciudad balneario de Sochi, en el mar Negro, que «Rusia considera a Bielorrusia su aliado más próximo» y, por tanto, «cumplirá todas sus obligaciones ... en el marco de los acuerdos del Estado Unitario y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva» (ODKB en sus siglas en ruso).
La escena del comienzo de las conversaciones, las primeras entre ambos desde que estallaran las protestas en Bielorrusia, fue retransmitida por los principales canales de televisión de los dos países y rara vez un preámbulo negociador tan dilatado se ofrece ante las cámaras en su totalidad. Putin subrayó que «Rusia es el principal país inversor en la economía bielorrusa» y se refirió a distintos proyectos conjuntos, entre ellos el de la central nuclear construida por la empresa estatal rusa Rosatom en Ostrovets, al noroeste de Bielorrusia, junto a la frontera con Lituania.
La planta empezó a funcionar el pasado 8 de agosto, justo en la víspera de la elecciones presidenciales cuya manipulación ha llevado al país a la actual situación de protestas masivas. El presidente ruso anunció además que Bielorrusia recibirá un crédito por valor de 1.500 millones de dólares.
El pasado 3 de septiembre, durante la visita que efectuó a Minsk el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, se habló también de la refinanciación de los 845 millones de euros de deuda que Minsk tiene contraída con Moscú. Putin y Lukashenko hablaron ayer también de la distribución en Bielorrusia de la primera vacuna rusa Spútnik V.
«Lo importante ahora es tratar de intensificar la cooperación a todos los niveles para lograr resolver todos los problemas pendientes en este momento difícil» para Bielorrusia, le manifestó Putin a su invitado.
En el terreno político, el jefe del Kremlin dijo estar al corriente de lo planes de Lukashenko de reformar la Constitución para ceder parte de sus poderes al Parlamento, idea que, a su juicio, «es lógica, oportuna y conveniente». Según sus palabras, «los bielorrusos deben ser ellos mismos quienes resuelvan la actual situación sin insinuaciones y presiones desde el exterior», dando a entender que Rusia tampoco se inmiscuirá en la actual crisis que vive el país vecino. Sin embargo, Putin ya ofreció a Lukashenko el envío de un contingente policial, si la situación en las calles se «descontrola».
Antes de los comicios del 9 de agosto, el dictador bielorruso criticó los intentos de Moscú de desestabilizar la situación con el envío a Minsk de mercenarios, pero ayer le dijo a su homólogo ruso que ha comprendido en dónde está el peligro real. Aseguró que a tan solo 15 kilómetros de la frontera bielorrusa, cerca de la región de Grodno, Estados Unidos ha desplegado tropas, razón por la que decidió enviar allí su Ejército. «Considero necesario que nuestros países preparen sus fuerzas armadas para contrarrestar una posible agresión exterior», le dijo a Putin y éste se refirió a las maniobras conjuntas «Fraternidad eslava» que ambos países iniciaron ayer y que durarán hasta el 25 de septiembre. El máximo dirigente ruso, prometió que, una vez terminen los ejercicios, «nuestros soldados volverán a Rusia, a sus acuartelamientos permanentes».
Según Lukashenko, que le agradeció a Putin varias veces y de forma encarecida su apoyo, «los acontecimientos en Bielorrusia los presentan de un forma, pero en realidad el país sigue su vida normal». Dijo que las movilizaciones tienen lugar solamente en Minsk, nada más, y en los fines de semana: «los sábados se manifiestan las mujeres, las chicas, y los domingos la gente en general (...) pero nadie ha atravesado ninguna línea roja», pese a los miles de arrestos practicados en el mes largo que duran las protestas y a que el Comité de Coordinación de la oposición ha quedado desarbolado por las detenciones o las deportaciones de sus miembros. En tono servil, Lukashenko le dijo a Putin que «Bielorrusia cooperará en adelante de manera más estrecha con su hermano mayor», en alusión al Estado ruso.
La reunión duró casi cuatro horas y media y no terminó con la firma de ningún tipo de documento. En declaraciones a la radio Eco de Moscú, el politólogo bielorruso Dmitri Balkunets señaló que «los dos presidentes no dijeron lo más importante: cuál será el futuro político de Lukashenko». Balkunets cree que el crédito de 1.500 millones de dólares anunciado ayer por Putin «es el monto para la reestructuración del préstamo anterior».
La excandidata y líder de la oposición bielorrusa, Svetlana Tijanóvskaya, manifestó ayer desde Lituania a través de un comunicado de su oficina de prensa que «quiero recordar a Vladímir Putin que acuerden lo que acuerden en la reunión de Sochi, no tendrá valor. Todos los acuerdos firmados por el ilegítimo Lukashenko serán revisados por las nuevas autoridades, porque el pueblo le retiró la confianza en las elecciones». «Lamento mucho que hayáis decidido dialogar con un usurpador, y no con el pueblo de Bielorrusia», había dicho Tijanóvskaya con anterioridad. Pero el primer mandatario reconoció desde el primer momento la «legitimidad» de Lukashenko y sostiene que los comicios fueron válidos.
En la misma noche electoral, los primeros datos preliminares de la Comisión Electoral Central de Bielorrusia anunciaron la victoria de Lukashenko con el 80% de los votos mientras Tijanóvskaya se quedó en el 10%, datos que lanzaron la gente a la calle al entender que se había producido un verdadero pucherazo. Ya desde aquel domingo 9 de agosto, los movilizaciones no han cesado. Anteayer fue el sexto domingo de protestas.
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